por T. Austin-Sparks
Capítulo 2 - El Natural y el Espiritual
“En Jehová he confiado; ¿cómo decís a mi alma, que escape al monte cual ave? Porque he aquí, los malos tienden el arco, disponen sus saetas sobre la cuerda, para asaetear en oculto a los rectos de corazón. Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo? Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres” (Salmo 11:1-4).
“Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego. ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Co. 3:9-17).
En la medida en que proseguimos con nuestra consideración sobre los fundamentos, encontramos un tercer aspecto. En la primera carta a los Corintios, tenemos otra forma en que los fundamentos son virtualmente destruidos, por lo menos en una medida muy real. Es por aquello que es edificado en ellos; el edificio que es colocado sobre ellos. Los fundamentos no son destruidos completamente, pero su valor supremo le es robado, y así, son destruidos en su principal virtud. Tú entenderás lo que yo quiero decir por las palabras del apóstol: “Yo... puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica”. Y, entonces, Pablo dice que algunas personas edifican con ciertos materiales, y otras personas edifican usando otros tipos de materiales. Entonces viene la prueba de fuego de parte de Dios, a fin de probar aquella estructura; y la madera, la paja y el heno se reducen al humo, y, cuando todo se va, queda la pregunta: ¿Cual era el valor de aquel fundamento si de todo lo que fue dicho y hecho nada quedó sobre él?
En este sentido el fundamento está destruido en su significado y valor supremo. El apóstol nos dice que aquellos que así actúan pueden ser personas salvas, y, porque ellas tienen a Cristo, el fundamento está ahí; ellas mismas pueden no perder su salvación, sin embargo, ellas no fueron salvas sólo para que fuesen salvas. Cristo no vino a ellas sólo para esto. Él no era el fundamento sólo para que permaneciera el fundamento. Un fundamento presupone una estructura, ese es su objetivo, implica eso, necesita de eso. No hay justificación en tener un fundamento si tú no tienes una estructura. La estructura es la justificación del fundamento.
¿Qué pensarías tú de un constructor que fuera por todas partes colocando fundamentos, y entonces tú recorrieras la tierra y vieras un montón de fundamentos, y fuera sólo eso lo que vieras; fundamentos colocados año tras año, y cuando tú pasaras por allá, no vieras nada a no ser fundamentos? Tú dirías: Aquel camarada no justifica su existencia, no justifica su trabajo. La única justificación para colocar aquellos fundamentos es que se edifique algo sobre ellos. La justificación de nuestra salvación es que existe una edificación; pues nuestra salvación encierra esto, y no estamos justificados como salvos hasta que el edificio de Dios esté en pie. Dios es justificado en salvar cuando tiene su edificio. Esta es la justificación de la gracia de Dios.
Así, el apóstol sigue con el lenguaje sobre el templo de Dios: “Vosotros sois el templo de Dios”. Somos templo de Dios. Ahora, lo que nosotros estamos colocando sobre nuestra salvación, lo que estamos edificando justificará el fundamento, o, virtualmente, lo destruirá. Es simple. ¿Entiendes lo que quiero decir? Hay un modo de llevar incluso el divino fundamento a hacerse casi sin valor, y robar su real virtud: colocando algo que no esté de acuerdo con Cristo. Ahora, esto es muy simple y elemental, pero ayudará mucho. La estructura tiene que estar de acuerdo con el fundamento. Tiene que ser espiritual y moralmente del mismo material, tiene que ser semejante. Como es el fundamento, así debe ser la estructura. La estructura tiene que adquirir el carácter del fundamento.
Se sabe que el fundamento es Jesucristo, y todo el edificio tiene que tener el mismo carácter y naturaleza del fundamento. Piensa en los fundamentos desarraigadas después de una excavación hecha hasta las partes más profundas del infierno; pues allá es a donde Cristo lanzó el fundamento. Él excavó hasta las partes más profundas del pecado; Él tocó la roca allá abajo para lanzar el fundamento de nuestra salvación. Más hondo no podría ir Él. Él atravesó el infierno para lanzar los fundamentos de nuestra eterna redención. Ahora piensa sobre colocar una estructura frágil de madera, paja y heno sobre esto. ¿Será que esto justifica aquellos fundamentos? Se exige algo digno de Cristo, algo digno de la obra que Él realizó, algo que hable de la grandeza de Su gracia y de Su gloria. Esta es la construcción de Dios.
Dicho esto, podemos volver a la carta a los Corintios y dejar que ella misma nos explique el asunto. Tú estás de acuerdo con lo que estamos hablando sobre la destrucción de los fundamentos en este sentido, que algo que no es digno de Cristo es edificado sobre ellos. Ahora abre la carta a los Corintios y vamos a recorrer algún terreno familiar. Acuérdate de que toda esta carta representa el problema que confrontó el apóstol cuando él estuvo de visita en Corinto. Allá había una situación con muchos aspectos, que representaba para él un problema destinado a desanimar y a destruir la fe de cualquier persona cuyos fundamentos no estuvieran bien colocados. Estoy bien seguro de que, antes de que terminemos, tú percibirás que, para enfrentarse a una situación como aquella, aun necesitarás tener los fundamentos bien colocados en ti.
LA SABIDURÍA DEL MUNDO Y LAS COSAS DEL ESPÍRITU
El primer capítulo te lleva a la primera fase del problema de Pablo. Antes de que termines este capítulo, descubres que en aquella asamblea de creyentes en Corinto, el espíritu del mundo exterior, el espíritu de Corinto, había entrado y tomado lugar. El espíritu del mundo en Corinto era el espíritu de la sabiduría mundana; Corinto era el centro de la filosofía. Ellos no tenían mejor entretenimiento que discutir la última corriente de la filosofía, la última cuestión en términos de pensamiento. Y Corinto era un lugar donde la razón humana tenía mucha actividad, y todo era determinado en su valor por el poder del razonamiento de la mente, del argumento, del debate, de la discusión. Era el centro mundial del racionalismo; y esto había entrado en la asamblea del pueblo del Señor. Y lo que descubrimos es que el pueblo del Señor en este espíritu, en esta mente, había cogido las cosas espirituales, las cosas celestiales, las cosas de Dios, y las había bajado al nivel del mero argumento humano, del debate, de la discusión, y de la razón; aplicando todo el tiempo la prueba de la razón humana a ellos, logrando así manipularlos a través de la facultad intelectual, para mantenerlos dentro del espacio limitado del propio poder mental del hombre.
Así, ellos estaban discutiendo lo que el apóstol llama las cosas del Espíritu de Dios, y trayendo las cosas celestiales, eternas y espirituales a lo terrenal; arrastrando las cosas de la eternidad a la escuela del racionalismo mundano, del debate y del argumento. Naturalmente, eso no era un modo de vivir exclusivo de los corintios de los días de Pablo. Hay mucho de eso en los días de hoy. Cada vez más tenemos más de eso y nos topamos con personas cuyo mayor obstáculo a las cosas del Espíritu de Dios es su propia cabeza, ellas atraviesan sus mentes en el camino; y lo que no consiguen reducir a su propia comprensión intelectual, lo rechazan. Y cuando tú le dices: Mire aquí, usted va a tener que parar de argumentar, de discutir; dele a Dios una oportunidad en la línea de la fe, ellas responden: ¿Para qué tenemos cerebro?
Esto significa que nuestros cerebros no tienen la capacidad para entender las cosas eternas. Si fuera así... ¡Dios nos ayude en las cosas eternas! Bien, esta fue la primera fase del problema de Pablo, y no es un problema pequeño. Aquellos de nosotros que han encontrado eso, aun de manera pequeña, saben qué gran dificultad presentan las predilecciones, simpatías y antipatías humanas. Pasamos al capítulo dos y encontramos la misma cosa prolongada un poco más, y, entonces, cuando avanzamos y comenzamos el siguiente capítulo, descubrimos que entramos en el campo de las preferencias humanas, gustos y disgustos humanos en la dirección de la enseñanza y de los maestros, predicaciones y predicadores, los mensajeros de Dios y sus mensajes.
Una escuela dice: Pablo es el hombre que nos gusta, y la línea de las cosas de Pablo es la línea que nos agrada. Vosotros podéis gustar de Apolo o Pedro, pero nosotros, bien, Pablo es nuestro hombre. Dentro de la misma asamblea otro grupo decía: Preferimos a Apolo y su línea de cosas. Vosotros podéis tener a Pablo, y otros pueden tener a Pedro; pero a nosotros nos gusta Apolo. El tercer grupo decía: Todo bien, si vosotros gustáis de Pablo y ellos gustan de Apolo, pueden hacerlo, nosotros nos adheriremos a Pedro. Había una cuarta clase que decía en tono superior: Bien, si vosotros preferís tener a Pablo, otros prefieren a Apolo, y aquellos a Pedro, lo podéis hacer; pero nosotros pertenecemos a Cristo (algo muy diferente de los demás, naturalmente). Esta es la implicación, ¿lo ves?, hacer de Cristo un partido. Tú lo sabes, cuando las preferencias humanas chocan, son cosas muy difíciles de lidiar con ellas.
Esto ocurría allá; sus simpatías y antipatías; y estas son cosas profundamente enraizadas en la naturaleza humana. Requiere mucha gracia para removerlas. Naturalmente, esta era la condena de ellos. Si de hecho es necesaria mucha gracia para remover esas cosas, y tú no las has removido, entonces tú no tienes mucha gracia. Este era el problema de Pablo, lo que él tenía que enfrentar y lidiar, y para lo cual él tenía responsabilidad delante de Dios.
LA TRAGEDIA DEL CRECIMIENTO IMPEDIDO
En el capítulo tres nuevamente tú descubres una situación que tal vez sea más difícil, sobre la madurez atrasada. Después de un tiempo considerable de ser pueblo de Dios y de tener las cosas de Dios en medio de ellos, Pablo dice que él no podía hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a bebés. Esto es una tragedia. Hay, tal vez, pocas tragedias más patéticas en la vida humana que ver el crecimiento impedido en la infancia mientras los años prosiguen. Es así como estaban las cosas en Corinto. Pablo dice que la carnalidad había causado el impedimento, y, cuando ellos debían ya ser maduros, aún estaban impotentes, dependientes, eran niños espirituales, sin comprensión, percepción, capacidad para asumir responsabilidad espiritual. Una cosa muy difícil de lidiar.
Amado, esto no era peculiar de Corinto, o de los días de Pablo. Multitudes del pueblo de Dios están así en los días de hoy. Oh, sí, es una situación patética encontrar personas que tienen conocimiento del Señor por años, décadas, y que están aún sin sus facultades espirituales desarrolladas de modo que puedan asumir responsabilidad espiritual, donde conozcan y no necesiten ser enseñadas. Hay multitudes así. Las razones no son siempre las mismas. Es verdad que la carnalidad es la causa de esto muy frecuentemente, pero temo que la enseñanza pobre también sea responsable por esto en muchos casos. Ellas no han sido alimentadas y nutridas. Es una situación trágica con la cual nos enfrentamos hoy; pero ahí está, sea cual sea la causa. En este caso, en Corinto, era responsabilidad de ellos mismos, su propia falta, su carnalidad.
LA VERGÜENZA DEL ORGULLO ESPIRITUAL
En el capítulo 4 encontramos al apóstol hablando con un lenguaje que indica orgullo espiritual. Esto asume la siguiente forma. El Señor los había bendecido con dones espirituales y había colocados en la posesión de Sus riquezas espirituales, y ellos estaban vanagloriándose de esas posesiones, de esas cosas como si las hubieran adquirido por sus propias habilidades, como si las hubieran realizado por sus propios esfuerzos; y el apóstol les dice: “Y si lo recibiste, ¿por qué te glorias como si no lo hubieras recibido?” En otras palabras: ¿Por qué vosotros estáis intentando hacer que las personas piensen que las posesiones de vosotros son el resultado de vuestra propia habilidad espiritual, que vosotros tenéis por vuestros propios esfuerzos? ¿Por qué vosotros no reconocéis que todo es por la gracia de Dios, y que vosotros sois humildes dependientes del Señor? Ellos estaban vanagloriándose de sus dones espirituales, como si fueran sus realizaciones espirituales y no dones. El orgullo espiritual es una cosa terrible. El orgullo ordinario ya es suficientemente malo, siempre es señal de ignorancia, pero el orgullo espiritual es mucho peor.
Veamos ahora la próxima fase del problema que confronta Pablo. Solamente esto ya desanimaría bastante, pero coloque todo junto. Capítulo 5. Aquí nosotros no nos alargaremos. “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación”. ¿Entre creyentes? ¿En la asamblea del pueblo del Señor? Sí, una trágica historia que se ha repetido vez tras vez a través de los años. Pero oh, el disgusto para cualquier hombre que tenga algún sentido real de responsabilidad espiritual por las almas, revolverse contra esto. Capítulo 6. Creyentes, miembros del Cuerpo de Cristo llevando unos a los otros a las cortes terrenales, teniendo demandas unos contra los otros, intimando unos a los otros delante del magistrado, acusándose unos a los otros, procesando ante los incrédulos. Compañeros miembros del Cuerpo de Cristo. ¡Oh, qué concepto errado del Cuerpo de Cristo! Es decir, ellos se levantaban y luchaban por sus propios derechos.
Él prosigue luego descubriendo algunos terribles desórdenes en torno a la Mesa del Señor. Uno es que ellos estaban transformando la Mesa del Señor en una fiesta. Las personas más ricas en los negocios de este mundo estaban trayendo sus pompas al banquete, y los pobres podían sólo traer muy poco, y había la distinción de clases, y todo ese tipo de cosas. El apóstol dice: ¿No tenéis vosotros casas? Si quisieran hartarse, por lo menos tengan la decencia de hacerlo en sus propias casas; no hagan eso en la asamblea del pueblo del Señor. Como tú ves, ellos transformaban sus comidas comunes en un sacramento. Ellos se juntaban, comían y bebían juntos y, entonces, espontáneamente, como si aquello fuera una cosa natural, hacían de su comida un testimonio, pero esto tenía, así, su tinte degenerado, a punto de hacer de aquello algo vulgar, como mencionamos, y toda gloria, belleza, y santidad del Cuerpo de Cristo y de la Sangre de Cristo había sido transformado en esto. No era un problema fácil de lidiar. Había otros aspectos de esta cuestión, los cuales no trataremos.
Si prosigues un poco más, llegas a los desórdenes en la asamblea en general. Personas usurpando autoridad, y tú sabes a lo que el apóstol fue obligado a decir sobre el desorden en la Casa de Dios. La posición de los hombres es estar bajo el liderazgo soberano de Cristo, en un espíritu de sujeción, cumpliendo sus ministerios en la Casa de Dios. Pero aquí los hombres estaban tomando la autoridad para sí mismos y no poniendo su autoridad en sujeción a Cristo. Y, entonces, las mujeres, fuera de su divina y ungida posición, violaban todo el orden de la asamblea. El apóstol les dice lo que eso significa: “Vosotros dejáis la cobertura divina y entráis en contacto con los malos espíritus que engañaron a Eva (cfr. 2 Co. 11:3). El diablo está determinado a desintegrar esta asamblea siguiendo la misma línea, y vosotros le estáis dando la oportunidad que él quiere por medio de este desorden”. Todo era una cuestión de orden. El Señor tiene un orden para su Casa, y todos podrán cumplir sus ministerios –mujeres y hombres– si obedecen su orden.
Pienso que cualquiera que no tuviere los fundamentos bien establecidos en sí mismo, desistiría de esta situación, la abandonaría, huiría, haría lo que los consejeros dijeron a David: Huye a las montañas. “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?” ¿Será que en una situación como aquella los fundamentos estaban destruidos? ¡Ni un poquito! Veo que Pablo, a pesar de todo, no huye, él no acepta que los fundamentos estén destruidos; sin embargo, él ve que esos fundamentos están siendo rebajados de sus valores con todo esto.
EL NATURAL Y EL ESPIRITUAL
Ahora, ¿quieres tú una exposición de lo que Pablo quiere decir con madera, paja y heno? Es esto. La Palabra se interpreta a sí misma. ¿Qué quiso decir Pablo con edificar una estructura de madera, paja y heno sobre el fundamento? Él quiso decir todo eso: divisiones, ismos, sabiduría mundana, glorificación intelectual, y mucho más. Estas son las cosas que serán destruidas por el fuego. ¿Qué quedará? Cuando tú estás edificando con ese material, no puedes estar edificando con otro material al mismo tiempo, por lo tanto, no quedará nada.
¿Quieres tú una exposición de lo que Pablo quiere decir en el segundo capítulo, con espiritual y con natural? “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). Natural y espiritual. Sabemos que esta palabra natural, en griego, es la palabra almático, el hombre almático, el cual se contrapone all hombre espiritual. ¿Qué es el hombre almático? 1 Corintios 1 habla de todo eso. Es el hombre que está tratando de las cosas espirituales con la sabiduría natural; este es el hombre almático. El hombre que es influenciado y movido por sus gustos y disgustos naturales, por sus preferencias, por sus simpatías y antipatías – Pablo, Apolos, Pedro–, este es el hombre almático.
Pero en oposición a él está el hombre espiritual; el hombre que no es movido primeramente por su razón humana, sino que mira al Señor, al Espíritu, para su comprensión de las cosas del Señor. El hombre espiritual nunca es influenciado, o gobernado, por sus propias preferencias en cuanto a las personas, o enseñanzas, o cualquier otra cosa. Él es influenciado por aquello que el Señor quiere. Él no dice: Prefiero este hombre a aquel, esta línea de enseñanza a aquella. Él dice: ¿Tiene Pablo alguna cosa de Cristo? Bien, yo tendré todo, es Cristo lo que yo quiero.
No hay divisiones en el hombre espiritual, no hay preferencias. Él puede saber secretamente lo que naturalmente a él le gustaría, pero no permite que esas cosas vengan a perjudicar su mente o de alguna forma afecten su relación. El hombre espiritual no recurre a la ley contra un hermano para pelear por sus propios derechos. El hombre espiritual no es culpado por fornicación. El hombre espiritual no trae desorden a la Casa de Dios; es el hombre almático el que hace esto. Como ves, tú tienes una exposición clara en toda la carta del significado del hombre natural y del espiritual. ¿Cómo venció Pablo en Corinto? ¿Entiendes a dónde estoy queriendo llegar?
Esto me trae directamente de regreso al comienzo. ¿Qué tipo de edificio es adecuado para el divino fundamento? Bien, vemos cómo enfrentó Pablo su problema. ¡Oh, magnífico ejemplo de cómo enfrentar un problema espiritual! Yo no estoy deseando enfrentar un problema como aquel en una asamblea. Dios me libre de que eso acontezca, pero veo aquí el ejemplo más magnífico de cómo es enfrentada, lidiada, con triunfo una situación humanamente imposible. Estoy tan feliz de que Pablo haya vencido. Lee la segunda carta y verás que él venció, él está en la cima, y ellos están allá con él. En esta primera carta, todo estaba en una situación de suspenso, en lo que se refería al ministerio. La segunda carta es la carta del ministerio. “Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios” (2 Co. 4:2). Es un maravilloso capítulo sobre la tristeza que según Dios conduce al arrepentimiento, y cuál es el fruto de ese arrepentimiento.
Pero Pablo venció, este es el punto; resolvió el problema en todos los aspectos. ¿Cómo lo hizo? Abre en el capítulo 1 nuevamente. Veo a Pablo ahí con todo este problema esparcido delante de él. Sí, oprimido, preocupado, orando, diciendo: Señor, este es un problema terrible, solamente Tú puedes resolverlo, pero algo necesita ser hecho; esto no te glorifica. Dame la clave para la situación, coloca en mi mano la clave para toda esa situación. Y mientras buscaba, el Señor brilló dentro de él, y tal vez haya gritado: Lo encontré, y se sentó a escribir. Capítulo 1, subraya cada referencia al Señor Jesús y tendrás diecisiete señales en 31 versículos, un promedio de más de uno por cada dos versículos. Resume todo en la gran declaración: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Co. 2:2). “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Co. 3:11). ¿Cuál es la solución? Dar al Señor Jesús su pleno y correcto lugar. Coloca al Señor Jesús en Su lugar como absoluto Señor en el corazón, en la vida, en la asamblea, y todas esas aves inmundas se disiparán delante de la luz. Si el Señor Jesús domina en nuestros corazones, las divisiones se irán. Lo que necesitamos para todas nuestras divisiones, nuestra falta de amor, nuestros ismos, nuestros gustos y disgustos, es la plenitud de Cristo. Cristo como Señor, como Maestro, Cristo reinando. Y de igual manera que las criaturas malignas de las tinieblas huyen cuando llega la luz, así también acontecerá con las divisiones, ismos, y todo ese tipo de cosas, cuando Cristo venga a su lugar.
Si el fundamento necesita ser justificado, entonces debe ser justificado en una estructura según su propia naturaleza. Cristo en la raíz, y Cristo en el tronco, en las ramas, en el fruto. Todo es Cristo. Tenemos algo en lo cual necesitamos pensar. “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?” Destruidos en el sentido de que fueron hechos vacíos por lo que está siendo colocado sobre ellos. ¿Que podrá hacer el justo? Bien, no hay nada que hacer, a no ser una cosa, sin embargo esta única cosa hará todo el resto, esto es, traer al Señor a su lugar. Oh, Pablo debe haber tenido una fe maravillosa en Cristo, enfrentando una situación como aquella. Toma cada fase de esto y ve cómo a ti te gustaría lidiar con ella; y entonces, toma todo lo que te es dado, y ves que tienes una responsabilidad por esta situación; tú necesitas de una fe poderosa para creer que toda la situación producirá frutos sólo si el Señor pudiera ser traído a su lugar.
No hay problema, dificultad, que no pueda ser resuelta por la entronización de Cristo. Todos los problemas en este mundo, y de todas las naciones, serán resueltos por la entronización de Cristo. No hay otra solución, pero esta es la solución segura. Dios ha sujetado todo a esto, que todas las cosas serán establecidas cuando Su Hijo tenga Su lugar. Sin embargo, el juicio debe comenzar por la Casa de Dios; tiene que comenzar con nosotros. He usado todo esto por medio de lustración. Puede tener una aplicación para nosotros de una manera o de otra. Si es o no de esta manera, cabe lo que nosotros determinemos delante del Señor.
Si somos culpados por algunas de esas cosas en espíritu, en principio, si no en hechos, si esto no cabe para nosotros de alguna forma específica, seguramente la gran verdad deba ayudar a nuestros corazones. ¿Cómo enfrentaremos nuestros problemas, sea dentro de nosotros mismos, sea fuera, en las otras personas? Solamente de una forma: Buscar tener al Señor Jesús exaltado en tu propio corazón, y en el corazón de los otros. Traerlo primero a la vista y, entonces, con Él a la vista, todas las otras cosas podrán ser lidiadas.
Yo sólo abordé un aspecto en este capítulo. No iré más allá de esto. Pablo dijo: “Jesucristo, y éste crucificado”. Tú verás que el fundamento es compuesto. Jesucristo como el fundamento en esta carta incluye a Cristo crucificado, el significado de Su muerte para nosotros; Cristo resucitado, Cristo exaltado en la posición de líder supremo. Esas tres cosas componen el fundamento. Cuando sepamos lo que significa la muerte de Cristo, en lo que concierne a nosotros, Cristo crucificado; que nosotros morimos cuando Cristo murió, ¿cómo, entonces, podremos aún quedarnos con el hombre natural, con el hombre carnal? Él se fue. Cuando sepamos lo que es estar resucitado con Cristo, es decir, vivos para Dios, solamente para Dios; para más ningún otro ser o interés, y ciertamente no para nosotros mismos, solamente para Dios. Cuando sepamos que el gobierno absoluto del Señor Jesús significa traerlos hacia su gobierno, ¿cómo aún podremos decir: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, o yo de Pedro? Ellos no pueden aparecer ahí hasta que Cristo sea todo en todos. Usted encuentra estas tres cosas discurriendo a través de esta carta. El Espíritu te habla del Cristo crucificado, resucitado y exaltado. Este es el fundamento y la estructura que debe estar de acuerdo con esto. Que la Palabra nos lleve a la gloria en Cristo, pues es ahí donde termina el capítulo 1: “El que se gloría, gloríese en el Señor”.
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