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Fundamentos

por T. Austin-Sparks

Capítulo 3 - ¿Por qué los Fundamentos Deben estar Puestos Correctamente?

“Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?” ( Salmo 11:3).

“Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4:7,8,11-16).

LA EDIFICACIÓN Y LA GUERRA

Vamos ahora a proseguir con un aspecto más del importante tema de los fundamentos. En el Salmo 11, de donde iniciamos nuestra meditación, hay un aspecto que es común al asunto sobre fundamentos y edificación en la Palabra de Dios. Cuando consideramos aquel salmo más completamente, tú estarás de acuerdo con lo que David pensaba, en la ocasión en que escribía ese salmo, en medio de gran traición, oposición y antagonismo. Los impíos estaban entesando sus arcos en las tinieblas, bajo una cobertura, a fin de tirar a los justos, y, en medio de esta hostilidad, el salmista se refiere a los fundamentos, y dice: “Yahveh está en su santo templo”; de modo que tú tienes dos cosas que constituyen todo, esto es, la edificación y la batalla. El templo, los fundamentos, el adversario y la atmósfera de conflicto. Tú descubrirás que, por toda la Palabra de Dios, esas dos cosas están siempre juntas.

Si fuera Nehemías edificando el muro de Jerusalén, la espada y el palustre del albañil son encontradas juntas; la edificación y la batalla están juntas. En el caso de la edificación del templo de Salomón, David tuvo que sujetar a todos los enemigos de los alrededores, para hacer posible aquella edificación. La edificación no fue posible hasta que la batalla hubiera realizado su obra. Cuando tú entras en la interpretación espiritual de las ilustraciones del Antiguo Testamento, descubres que esas cosas están siempre juntas. Siempre que tengas que ver con la edificación, también tendrás que ver con la batalla.

Cuando estudiamos la primera carta a los Corintios, ciertamente vemos un evidente ejemplo de esta verdad. La edificación en esta carta está codo con codo con una tremenda batalla. La batalla está asociada con la edificación. Ahora, cuando tú llegas a la carta a los Efesios, ves nuevamente la misma cosa. Aquí está la Casa, “la habitación de Dios a través del Espíritu”, aquí está la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, y aquí se trata mucho sobre la edificación del cuerpo; pero tú descubrirás en esta carta que todo esto está delante del enemigo, de los principados y potestades, de los dominadores de este mundo tenebroso. La edificación prosigue en la batalla, en el conflicto, y este cuarto capítulo contiene en sí aquellos elementos.

Si leyeras ponderadamente esos versos en este momento, discernirías que el apóstol, en aquello que se refiere a la edificación del cuerpo y todo lo demás, estaba enfrentando antagonismos, riesgos, peligros, oposición espiritual. ¿Qué asunto es este de astucias y artimañas del engaño, vientos de doctrina, ondas de falsedad? Esos son los elementos de la batalla, del conflicto; esas son las fuerzas que se oponen a la iglesia, al cuerpo de Cristo. Esas son las cosas con las cuales están asociados el crecimiento, el perfeccionamiento, la consumación del propósito de Dios en la Iglesia, y con los cuales tiene que contender este adelanto. Y el apóstol está diciendo que lo importante aquí es que los santos deben estar bien fundamentados; bien establecidos, y establecidos en plenitud, donde cada uno de ellos sea un miembro responsable, un miembro confiable del cuerpo de Cristo. Esta es la fuerza de todo este párrafo.

¿Por qué los fundamentos deben estar bien colocados? Ahora, entonces, vamos inmediatamente a traer ante nosotros el fin, el objetivo, y después veremos lo que sigue en dirección a la realización de este objetivo. ¿Cuál es el objetivo aquí? Es que cada miembro del cuerpo de Cristo sea un miembro operante, responsable, efectivo, que esté en una posición donde sea capaz, con la capacidad de Cristo, de mantenerse contra los engaños, la astucia y la falsedad del maligno, los vientos del error. Pero, amado, ciertamente tú y yo estamos en estos días en la necesidad de que cada miembro de Cristo esté en esta posición. Las condiciones con las cuales el apóstol Pablo contendía en aquel entonces son condiciones que abundan hoy tanto como antes. Naturalmente, la cosa entró en los días de Pablo a través de los gnósticos, que afirmaban tener sabiduría en la posesión de conocimiento. Sobre los gnósticos, que afirmaban tener conocimiento y sabiduría religiosa, Pablo dijo que el gnosticismo de ellos operaba en aquellos días con astucia, tretas, vientos y ondas de error, falsa doctrina, falsa enseñanza.

Sea quienes fueren las personas que corresponden a los gnósticos hoy, el gnosticismo está muy difundido. Esto es, hay ondas y vientos del error barriendo toda la tierra, y es tan sutil que ninguna mente natural puede percibir, ningún juicio ordinario puede detectar el vicio, el error. Está tan mezclado con formas bíblicas y fraseologías escriturales, que los infantiles, los niños de quienes habla Pablo, serán fácilmente cargados, aquellos que son espiritualmente niños en un sentido errado. No es errado ser un niño de Dios, ser un bebé recién nacido; sin embargo, es errado ser un niño cuando usted debe ser un hombre, y es sobre esto que el apóstol está hablando.

Ante esas cosas, y en la expectativa asegurada por la Palabra de Dios de que esas cosas irán en aumento, se desarrollarán y se harán más sutiles, con los propios milagros que las acompañarán, la necesidad que el apóstol vio entonces, y que nos es hecha clara a través de la Palabra por medio del Espíritu, es que cada miembro de Cristo debe tener sus fundamentos bien colocados, y debe estar arraigado y fundado, de modo que no fueran llevados en torno a esa situación. El ministerio que se necesita hoy es un ministerio en este sentido. Presta atención a esta palabra, tú necesitarás de ella. Si aún no lo has hecho, no tardará mucho para ser confrontado con algunas de esas astucias del error, este artificio de la falsa enseñanza, esas ondas y esos vientos de doctrina; y, a menos que estés afirmado y establecido, serás envuelto en eso, perderás tu punto de apoyo y serás arrastrado.

Ahora, con la consciencia de una situación tan seria y solemne, esta palabra es, creo yo, dada a nosotros por el Señor, y debemos guardarla en el corazón. Cada miembro de Cristo, sin excepción, debe ser un miembro responsable, inteligente, efectivo; y si esto no fuera verdad en algún miembro, él aún está en una posición peligrosa. Pero tú no te sorprenderás de que la venida de esos vientos de doctrina y de esas ondas malignas cargue con multitudes de cristianos. Tarde que temprano ellos estarán en una situación peor, y no van a saber dónde están, porque, a pesar de que tengan el Nuevo Testamento, a pesar de que tengan la carta a los Efesios, que por sí sola es suficiente para este propósito, muchos de los hijos del Señor no están enseñados, instruidos y afirmados en Cristo, a fin de que puedan discernir, comprender, juzgar, y permanecer firme en el día malo.

LOS SANTOS COMO EDIFICADORES

Ahora, entonces, vamos a mirar un poco más de cerca este pasaje de la Palabra. “Él dio dones a los hombres”, es decir, “Él dio unos para apóstoles”. Él dio apóstoles a los hombres. “ otros para profetas”. Él dio profetas a los hombres, “otros como evangelistas, otros como pastores y maestros”. Esos son los dones que Él dio a los hombres; “hombres” aquí, naturalmente, representa la compañía toda de los elegidos. Los evangelistas para traer los elegidos, y los otros tienen que ver principalmente con las personas que son traídas. De modo que es la iglesia, el cuerpo de Cristo, lo que está en la mira, y es con relación a la iglesia como cuerpo de Cristo que esos dones fueron dados por el Señor en Su ascenso. Esos son los dones; pero observe, ellos son dados para un propósito expreso, y con un objetivo específico. Ellos fueron dados “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe”. No interrumpa aquí con una puntuación. No debe haber puntuación. “...a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”, como si la obra del ministerio aquí se refiriera a los apóstoles, profetas, pastores, maestros y evangelistas. No se refiere a ellos. La obra del ministerio aquí se refiere a los santos, en la medida en que son perfeccionados por los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros.

La obra de esos dones es hacer que los santos estén en posición de ministrar, y es solamente cuando están en esa posición de ministrar (es decir lo que yo quiero decir por funcionar), que están seguros. No es solamente los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros los que están en el ministerio, son todos los santos que son llamados para estar en el ministerio. Todos los santos, cada miembro del cuerpo de Cristo es un ministro, de acuerdo con el propósito divino. Y es solamente cuando ellos están en esta posición de ministrar, en un estado que los califique para ministrar, que la iglesia está segura. Los ministerios pueden ser tan variados, cuanto numerosos sean los miembros del cuerpo de Cristo.

Seamos bien claros en nuestros términos. Observa la palabra “perfeccionamiento”. Tú puedes decir: Bien, naturalmente, si estuviéramos perfeccionados, podríamos ministrar. Ciertamente este es un largo camino a seguir, esto es algo que está en la dirección a la cual tenemos que movernos, a lo que tenemos que llegar. Sin embargo, la palabra perfeccionamiento ahí no tiene este sentido. Muy frecuentemente esta palabra es usada como un término médico; y una traducción más literal sería “reparar”, para el servicio de los santos. Si usted tiene un accidente y se le quiebra algún miembro del cuerpo, y es llevado a un hospital, usted es reparado, y este es exactamente lo que esta palabra quiere decir. Concertar a los santos, hacerlos completos. Otras veces la palabra es usada como el amueblar una casa. A él no le gustaría vivir en una casa sin muebles. Necesitamos amueblarla antes de que podamos vivir en ella. La palabra es usada en Mateo con relación a las redes, cuando el Señor vio ciertos hombres remendando sus redes. Esta es la misma palabra. Había agujeros en sus redes, y ellas tenían que ser dejadas en buenas condiciones, para que quedaran restauradas, adecuadas para el uso.

Ellas pudieran no ser las redes más perfectas que usted pudiera encontrar, pero eran redes enteras, completas. Y lo que el apóstol está mostrando aquí es exactamente esto. No un estado de divina perfección en nosotros, sino un estado de plenitud en Cristo. “Para el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio”. El remendar las redes era de alguna esperanza para atrapar peces. El problema de muchas personas, y la razón de por qué tantos son llevados por los vientos de doctrinas es que existen brechas, fallas en su comprensión sobre Cristo, en su conocimiento de Cristo, en su comprensión de la verdad; brechas, rupturas, aperturas a través de las cuáles entra el error; y ellas necesitan ser “reparadas”. Y esos dones son dados exactamente para ‘reparar’ a los santos, para que puedan cumplir el ministerio.

Es tan diferente el orden tradicional al que estamos acostumbrados, de que el ministerio es algo al que nos colocamos debajo tantas veces por semana, desde un púlpito o desde una plataforma. Y, estando colocados bajo el ministerio, y hasta habiéndolo apreciado, o soportado, que es decir todo con relación a nosotros; hemos hecho lo que nos incumbe, hemos cumplido nuestro deber, “nos colocamos bajo el ministerio”. Esto no es ministerio, absolutamente. El ministerio es el resultado de nuestro funcionamiento práctico de aquello que el pastor, el maestro, o el evangelista hacen, es aquello que hacemos como consecuencia. Esto es ministerio: el ejercicio resultante en el corazón de cada miembro de Cristo. Si realmente entendiéramos que deberíamos estar bien allá en el frente, ciertamente estaríamos más adelantados de lo que estamos. Sólo imagine dónde estaríamos si este hubiera sido siempre el caso. Los evangelistas, profetas, pastores, maestros, habrían cumplido sus funciones en nuestro medio, y nosotros habríamos partido y llegado delante del Señor y decirle: Señor, esto ahora tiene que ser trabajado en mí, voy a apropiarme de esto, y trabajar movido por él.

Vamos a suponer que hubiéramos hecho eso con cada mensaje que ya hemos recibido. ¿No crees tú que la iglesia estaría sólidamente más establecida? Una historia muy diferente habría sido escrita ante los engaños del maligno y de las astutas artimañas, si este hubiera sido el caso. Nosotros no miraremos mucho hacia el exterior; miraremos hacia dentro de nuestros corazones, y diremos: Esto es para mí.

Tenemos que mirar hacia dentro de nuestros corazones y decir: ¿Cuál es el resultado práctico y cuál es el valor permanente en mi vida, como un miembro efectivo de Cristo, de este ministerio que he oído, de esta obra de los dones del Señor, del apóstol, profeta, pastor, maestro, evangelista? ¿Dónde me ensamblo yo como fruto de eso? ¿Lo he oído, me he referido a esto como ministerio, pero lo he dejado de lado, haciendo que ellos (los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros) continúen con sus ministerios? ¿Soy yo un fruto, un ministro de Cristo? Este es un asunto importante, ¿no es así? ¡Oh! Es para la fuerza en el pueblo de Dios, en la Iglesia, que es Su cuerpo, que sería el resultado correcto de nuestra comprensión de la Palabra del Señor. Necesitamos urgentemente de esta fuerza hoy, de esta seguridad, de este establecimiento.

LA RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL EN LA EDIFICACIÓN

Ahora observa: “A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Entonces la obra del ministerio, que es la obra de cada miembro de Cristo, es la edificación del cuerpo de Cristo. Ahora vamos a probar esto a la inversa. ¿Cuánto estamos contribuyendo tú y yo para la edificación del cuerpo de Cristo? ¿Cuánto estamos funcionando para este resultado, la edificación del cuerpo? Este es nuestro negocio, el de cada uno de nosotros. Este es nuestro ministerio. ¿Estás tú preparado para aceptar esta responsabilidad, para asumirla, por la gracia de Dios, esta obra en tu corazón, y no ser un mero partidario, un mero seguidor, un mero pasajero, un mero frecuentador, sino un miembro vivo, efectivo, cuya existencia en el cuerpo de Cristo signifique su edificación?

Tú puedes observar que más tarde el apóstol pone su dedo en esta cuestión de una manera específica. Él dice: “Todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. Por el auxilio de cada parte, lo que resulta en la edificación del cuerpo en amor. Pablo tiene el cuerpo físico como una analogía. ¿Cuánto conocía Pablo sobre el cuerpo físico humano como nosotros lo conocemos hoy? Yo no sé, pero el Espíritu Santo conoce todo sobre el cuerpo, y cuando usted se acuerda de aquellos diminutos organismos del cuerpo humano, las células, y cómo el crecimiento de todo el cuerpo físico depende del funcionamiento de cada una de ellas, y el cuerpo solamente es edificado, aumentado si cada célula funciona y desempeña su función, tú tienes una maravillosa, perfecta y verdadera ilustración de cómo el cuerpo espiritual de Cristo es edificado y aumentado.

Tú puedes decir: “Yo soy sólo una pequeña parte, no cuento”. Bien, trata de experimentar contando las células de tu cuerpo. ¿Cuántas células puedes tú agrupar en una pulgada cuadrada de tu cuerpo físico? Eso es casi incontable. En tu mente tú te puedes hallar como una de ellas, perdida en la multitud; sin embargo, hay una gran responsabilidad por todo el cuerpo pesando sobre ti. El punto es el siguiente: No es cuán grande seas tú, sino si tú estás contribuyendo con tu propia medida, para el auxilio de todas las partes. El sentido es que cada parte debe contribuir con su medida a la edificación del cuerpo de Cristo. Esta es nuestra función y nuestro ministerio.

Oh, amado, tenemos que encarar esto como una orden de servicio, y salir, considerándonos dentro del ministerio, siendo responsables por todo el cuerpo de Cristo, conforme a nuestra medida. Nosotros no logramos comprender esto; nunca lo entenderemos; estamos delante de un misterio. ¿Quién puede entender completamente el cuerpo físico? Hay misterios que nunca fueron entendidos, y yo dudo que lo sean en el futuro. Frecuentemente hemos ilustrado el misterio del cuerpo humano de esta forma, que el discurso de un Demóstenes debe ser fruto de un Demóstenes en su desayuno. Es posible que hayas leído algunos de esos discursos que influenciaron multitudes, forzando a los hombres a que hicieran lo que no tenían intención de hacer, es el poder del raciocinio y del lenguaje humano. Si el orador hubiera parado de comer, él habría parado de hacer sus discursos, y, por lo tanto, sus oraciones serían de alguna manera fruto de su comida.

Es como tú y yo, siendo los átomos que somos, las células que pueden ser tan pequeñas para que sean reconocidas, pero que pueden afectar todo el cuerpo de Cristo para bien o para mal yo tampoco lo sé, pero es así. Es una verdad absoluta en la Palabra de Dios: “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1 Co. 12:26). Y si tú y yo no estamos contribuyendo con nuestra medida, entonces todo el cuerpo está sufriendo, está débil. Aquí, entonces, está el llamado, el desafío, para que cada miembro de Cristo sea un miembro operante, inteligente y responsable, cumpliendo su ministerio.

Sí, pero hay algo más, “ hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe...” Bien, ahora tenemos nuestro dedo sobre algo que es realmente vital. Estamos muy preocupados con la unidad. Nosotros oramos por ella, agonizamos por la falta de su manifestación, nosotros la deseamos. ¿Pero cómo vendrá esa unidad? ¿Cuál es el principio de la llegada a la unidad de la fe? Cada miembro cumpliendo su ministerio, siendo un miembro que funciona. ¿Cuál es la causa de la discordia, de la división, de los ‘cismas’? Bien, mire nuevamente la primera carta a los Corintios: “1De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, 3porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? 4Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?” Hay divisiones entre vosotros, fruto de vuestra carnalidad, y carnalidad significa inmadurez espiritual, y no unidad de fe.

Cuando alguien entra en pleno funcionamiento, esto pasa a ser un poderoso factor para traer la unidad de la fe. El enemigo busca dividir el cuerpo de Cristo sobre la tierra en tantos fragmentos cuanto pueda. ¿Cómo lo hace? Básicamente por medio de la ignorancia del pueblo del Señor. Generalmente por medio de su crecimiento espiritual retardado, y también porque los creyentes están en un estado pasivo, en vez de que estén en un estado espiritual activo. Tú descubrirás que esas cosas están detrás de muchas de las actividades del enemigo a lo largo de la línea del cisma. La unidad de la fe, dice la Palabra muy claramente, se da a través de cada miembro funcionando, dando su contribución de forma viva.

En cierta ocasión unos hombres fueron hasta donde Moisés a quejarse de que había algunas personas que estaban profetizando, y esos hombres creían que aquello era un movimiento sectario, o una división, o algo parecido; creían que era una ruptura en la comunidad; sin embargo, Moisés dijo: “Ojala todo el pueblo del Señor fuera profeta”. La línea positiva es mejor. Cuando algunos están cumpliendo el ministerio y otros no, es imposible llegar a la unidad de la fe.

Entonces, nuevamente: “... y del conocimiento del Hijo de Dios.” El griego ahí es literalmente: “al pleno conocimiento (epignosis) del Hijo de Dios... hasta la estatura de varón perfecto, hasta la estatura de la plenitud de Cristo”. Todo esto está asociado con la vida activa de todos los miembros de Cristo. Lea nuevamente el texto de manera más cuidadosa.

El apóstol tiene en vista lo siguiente: “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”. Si sólo pudiéramos examinar el lenguaje del apóstol, esto traería mucha luz a este asunto: “por la astucia de hombres”; literalmente, engaño, pero las palabras griegas hacen referencia al lanzar de los dados de modo fraudulento, es algo así como tomar ventaja, un engaño: y es esto que está aquí en el lenguaje, la astucia del error, es un lanzar dardos de manera arreglada, de modo que venga a beneficiar solamente a la persona que los está usando. Este error que anda alrededor es para defraudar a los santos de su superioridad en Cristo, para defraudarlos de su posición. ¿No es este el efecto del error durante todo el camino?

Sí, los creyentes que son llevados a esta situación, para que no se despierten del hecho de que han sido engañados de la realidad por medio de un fraude, esos creyentes han perdido el alimento por medio de algo que aparentó ser para ellos un logro. Las palabras “por la astucia” son muy ricas. Pablo usa la palabra aquí que es “en cada hecho, o en cada obra”. Cada hecho de ellos contiene algo de astucia sutil. Astucia sutil del maligno en su falsa doctrina. La cosa parece correcta, totalmente buena, en conformidad con la Palabra, pero hay algo escondido en esto, un truco, un lazo.

El pueblo del Señor necesita concientizarse de esto, y es solamente cuando estamos en plena fuerza, activos, positivos en nuestra vida espiritual, que alcanzamos una posición donde nuestras facultades sean ejercitadas, a fin de que podamos discernir entre el bien y el mal, discernir el truco. Que tremendo sería si cada hijo de Dios pudiera, en razón del tiempo, estar en esa posición, ser capaz de entrever esos engaños, esos vientos de la falsa doctrina, de entrever el error, de entrever dónde está la falla, el truco, y estar en posición de alertar a aquellos que son niños en el sentido correcto, que aún no están en el tiempo de la madurez; ser un guardia para ellos. Esos fundamentos son muy importantes.

Todo eso es obra de fundamentos, y debimos, sin agotar todo lo que está en esos versos, sólo dejar que el énfasis principal del apóstol nos envuelva. Aunque todo parezca haber sido dicho, pero aún debemos añadirle eso, que usted y yo, cada uno de nosotros sin excepción, podamos lanzarnos y movernos con el Señor en una forma activa y positiva, para que nuestra vida y facultades sean desarrolladas, y alcancen la madurez, donde no importa cuáles engaños haya, que las ondas barran como un hecho, o aun como brisas sobre la tierra, nosotros jamás nos moveremos, jamás seremos llevados, estamos conscientes de las trampas secretas, y nos quedamos firmes. Estamos en una batalla. La edificación es nuestra batalla. No hay ningún campo en que la batalla sea más real, más furiosa, más cruel que el campo del perfeccionamiento de los santos, el campo de la edificación del cuerpo de Cristo.

Este es el porqué de esta carta excepcionalmente trae todas aquellas cosas juntas. Por un lado está la iglesia, Su cuerpo, para ser edificada y perfeccionada, de otro lado está la furiosa y sutil obra del enemigo. El enemigo busca engañar a los santos, destruir la iglesia, y la única manera en que él puede ser derrotado es que tú y yo nos movamos hacia la plenitud de Cristo, que sigamos de modo activo, no quedándose satisfechos sólo porque estemos salvos; que recibamos toda la plenitud que sea posible en Cristo, con todos los santos en la comunidad, hasta que lleguemos a la estatura de la plenitud de Cristo. El Señor imprima su Palabra en nuestros corazones.

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