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El Ministerio Profético

por T. Austin-Sparks

Capítulo 2 - La Formación de un Profeta

El ministerio profético no es algo que apareció con el tiempo, sino que es algo que vino desde la eternidad. Salió de los consejos eternos.

Tal vez usted se pregunte lo que esto significa. Bien, recordamos que, sin ninguna explica- ción o definición, algo surge bien al principio y asume el lugar de autoridad en la economía de Dios, involucrando esta misma función. Cuando Adán pecó y fue expulsado del huerto, la Palabra solo dice: «Dios puso querubines al oriente del huerto del Edén... para guardar el camino del árbol de la vida" (Génesis 3:24).

¿Quién o qué son los querubines? ¿De dónde vienen? No hemos oído nada de ellos ante- riormente, ninguna explicación se da sobre ellos. Simplemente es una declaración. Dios los puso en su lugar para guardar el camino del árbol de la vida. Ellos se convirtieron en los guardadores de la vida, para mantener las cosas en conformidad con el pensamiento de Dios. Pues los pensamientos del corazón del hombre se habían desviado de los pensa- mientos de Dios, y convertido en mal, todo era contaminado, y ahora los guardadores del propósito de Dios acerca de lo mayor de todas las cosas para el hombre - que es la vida di- vina, la vida no creada - los guardadores, los querubines, fueron colocados allí.

Sin embargo, más tarde se nos da a entender cómo son los querubines: esta simbólica y compleja representación posee aspecto cuádruple - el león, el buey, el hombre y el águila; y se nos da a entender muy claramente que el aspecto predominante es el hombre. En verdad, es un hombre con otros tres aspectos: el león, el buey y el águila. El león es el símbolo de la realeza o del gobierno; el buey es símbolo del servicio y el sacrificio; el águi- la, de la gloria celestial y el misterio. El hombre, el aspecto predominante del Querubín - ¿qué es?

Sabemos, por las Escrituras, que el hombre asume la posición, en el orden de las cosas de Dios, del profeta, el representante de Dios. La representación de los pensamientos de Dios es un hombre. Esta era la intención en la creación de Adán a imagen y semejanza de Dios - ser la encarnación personal y la expresión de todos los pensamientos de Dios. Es para esto que el hombre fue creado. Esto es lo que encontramos en el Hombre, el Hombre que era Dios manifestado en carne. Él fue la perfecta expresión de todos los pensamientos de Dios.

¿De dónde vino este simbolismo del Querubín? Simplemente fue traído. Vino desde la eternidad. Es un pensamiento eterno y divino, y él se encarga de las cosas para Dios. Así, el hombre - y nosotros conocemos aquella frase "el Hijo del Hombre" - está particular- mente relacionado con el oficio profético, y la función profética es algo eterno, que sim- plemente entró. Es, en su propia naturaleza, la representación de los pensamientos divi- nos, para mantener las cosas en pureza y en plenitud. Esta es la idea, en relación con el hombre, con el profeta, y esta es la función y la naturaleza profética.

La Identificación del Profeta con su Mensaje

Pero, ¿qué trae consigo esta función? Aquí nosotros llegamos al punto más importante de todos. Es la absoluta identidad del vaso con su ministerio. El ministerio profético no es al- go que usted asume. Es algo que usted es. Ninguna academia puede hacer de usted un profeta. Samuel instituyó la escuela de los profetas. Esta tenía dos propósitos – primero, la difusión del conocimiento religioso; y segundo, el registro de las crónicas de la historia re- ligiosa. En los días de Samuel no había visión con frecuencia, las personas habían perdido la Palabra de Dios. Ellas tenían que aprender la Palabra de Dios de nuevo, y las crónicas de los caminos de Dios tenían que ser escritas y guardadas para las futuras generaciones, y la escuela de los profetas se instituyó para este fin. Sin embargo, hay una gran diferencia entre aquellos profetas académicos y los profetas ungidos. Los profetas académicos se con- virtieron en miembros de una profesión y se transformaron rápidamente en una cosa in- digna. Todos los falsos profetas venían de la escuela de los profetas, y fueron aceptados públicamente como tales. Se convirtieron en una institución superior y fueron aceptados. Pero eran falsos profetas. Entrar a una facultad religiosa no hace de usted un profeta de Dios.

Mi énfasis es el siguiente - la identificación del vaso con su ministerio es el corazón mismo del pensamiento divino. Un hombre es llamado para representar los pensamientos de Dios, para representarlo en aquello que Él es, no en algo que se toma como una forma o línea de ministerio, sino en lo que Él hace. El vaso en sí es el ministerio y usted no puede dividir los dos.

La Necesidad de Auto-despojamiento

Esto explica todo en la vida de los grandes profetas. Explica la vida de Moisés, el profeta que el Señor Dios levantó entre sus hermanos (Deut. 18:15,18). Moisés intentó asumir la obra de su vida. Él era un hombre de tremendas habilidades, "enseñado en toda la sabidu- ría de los egipcios" (Hechos 7:22), con grandes habilidades y dones naturales, y entonces, de alguna manera, él obtuvo alguna concepción de una obra de vida para Dios. Era ver- dad: se trataba de una concepción verdadera, una idea correcta; él era bastante honesto, no había ninguna duda acerca de sus motivos; sin embargo, él trató de asumir aquella obra sobre la base de lo que él era naturalmente, basado en su propia habilidad, califica- ción y celo, y sobre esta base el desastre sobrevino en cada cosa.

No es así como los profetas se forman, ni es así como el oficio profético se ejerce. Moisés necesitó ir al desierto por cuarenta años y ser despojado, hasta que no quedase nada de todo aquello sobre lo cual podría apoyarse para hacer la obra de Dios, o cumplir cualquier comisión divina. Él era por naturaleza un hombre "poderoso en palabras y obras"; y, sin embargo, ahora dice: "Nunca he sido hombre de fácil palabra... soy tardo en el habla..." (Éxodo 4:10). Hubo una enorme subvaloración de todas las facilidades y recursos natura- les, y no creo que Moisés haya sido desagradable en su respuesta a Dios. Él no dijo, en efecto: "Tú no me permitiste hacer nada en aquella ocasión, así que tampoco lo haré aho- ra." Creo que era un hombre que estaba bajo la disciplina divina, e incluso, en el tope de esa disciplina. Un hombre que está realmente dominado por las cosas, y que es petulante, no responde a las pequeñas oportunidades de ayudar a las personas.

Tenemos una vislumbre de Moisés en el comienzo de su tiempo en el desierto (Éxodo 2:16-17), que sugiere que no era de ese tipo. Cuando hubo dificultades en el pozo, a causa de la cuestión de dar agua al ganado, si Moisés hubiera estado de mal humor, irritable, descontento de que el Señor haya aparentado no estar con él en Egipto, probablemente él se hubiera sentado en otro lugar para observar, y no hubiera hecho nada para ayudar. Pe- ro inmediatamente fue a ayudar, de buena voluntad, haciendo todo lo que podía. Él esta- ba en lo más álgido de su prueba. Las pequeñas cosas muestran dónde un hombre está.

Nosotros pasamos por momentos de juicio y prueba bajo la mano de Dios, y es muy fácil entrar en ese estado de ánimo que dice, en efecto: "¡El Señor no me quiere, él no necesita de mí!". Dejamos que todo se vaya, no nos importa nada; nos hundimos en nuestras pruebas y quedamos rendidos inútilmente. No creo que el Señor venga a una persona co- mo esa para comisionarla. Elías, deprimido, huyó al desierto, a una cueva en las montañas, pero él tuvo que llegar a otra parte antes de que el Señor pudiese hacer algo con él. "¿Qué haces aquí, Elías?" (1 Reyes 19:9). El Señor jamás viene a una persona y la re-comisiona cuando está en la desesperación. "Dios le perdonará por todo, menos por la desespera- ción" (F.W.H. Myers, "San Pablo") - porque desesperación es perder la fe en Dios, y Dios jamás puede hacer cosa alguna con alguien que ha perdido la fe.

Moisés fue despojado hasta la última gota, y, sin embargo, no quedó enfadado o disgus- tado con Dios. ¿Qué estaba haciendo el Señor? Estaba formando un profeta. Anterior- mente, Moisés había asumido un oficio, había hecho que la función profética le sirviese a sí mismo; la había utilizado. No había ninguna relación interior vital entre Moisés y la obra que estaba por realizar; eran dos cosas diferentes; la obra era una cosa objetiva para él. Al final de los cuarenta años en el desierto, él estaba en un estado tal que la obra llegó a ser algo subjetivo; algo ocurrió. Se produjo un estado que hizo al hombre apto para vivir una expresión viva del pensamiento divino. Él fue vaciado de sus propios pensamientos a fin de abrir espacio a los pensamientos de Dios, fue despojado de su propia fuerza, para que toda la energía pudiese ser de Dios.

¿No habrá sido éste el significado del fuego y la zarza que no se consumía? Es una parábo- la, tal vez una parábola más grande, pero pienso en una aplicación inmediata, que aquello estaba transmitiendo algo a Moisés. "Moisés, tú eres una criatura muy frágil, una simple zarza del desierto, un pedacito de humanidad ordinaria, absolutamente sin ningún recurso en sí mismo; pero hay un recurso que puede conducirte continuamente, y puedes ser sus- tentado, sin ser consumido, por una energía que no es la tuya es el Espíritu de Dios, la energía de Dios". Esta fue la gran lección que este profeta tuvo que aprender. "¡Yo no puedo!". "Muy bien", dice el Señor, pero Yo SOY ».

Mucha relevancia se da al aspecto natural de muchos siervos del Señor, y por lo general con resultados trágicos. Mucha relevancia se le da a Pablo. "¡Qué gran hombre era Pablo, qué intelecto tenía, qué formación, qué habilidades tremendas!". Todo esto puede ser cierto, pero pregúntele a Pablo qué valor tenía eso cuando se encontraba con una situa- ción espiritual. Él clamaba: “Y para estas cosas ¿quién es suficiente? Nuestra competencia viene de Dios" (2 Corintios 2:16, 3:5). Pablo tuvo experiencias en las que, como Moisés, desesperó de la vida. Él dice: "Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, pa- ra que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos" (2 Corintios 1:9).

El mensaje es forjado interiormente por medio de la experiencia real

Como usted percibe, el principio opera todo el tiempo, Dios hará que el ministerio y el mi- nistro sean uno. Usted ve esto en todos los profetas. El Señor no se detenía ante nada. Él se servía de dolores ilimitados. Trabajaba incluso a través de la vida doméstica, las rela- ciones más íntimas de la vida. Piense en la tragedia de la vida doméstica de Oseas. Piense en Ezequiel, cuya esposa el Señor quitó de un solo golpe por medio de la muerte. El Señor dijo: "Levántate por la mañana, lava tu cara, no permitas que ningún atisbo de lamento o tragedia sea percibido; muéstrate a las personas, camina con semblante radiante, provó- calos para que pregunten qué quieres tú decir con tal comportamiento escandaloso”. El Señor trajo esta tristeza sobre él, y luego le ordenó que actuase de aquella manera. ¿Por qué? Ezequiel era un profeta; él tenía que personificar su mensaje, y el mensaje era el si- guiente: "Israel, la esposa de Dios, se había desviado de Dios, muerto para Dios, e Israel no se daba cuenta de eso, continuaba de la misma manera que siempre, como si nada hubie- ra sucedido". El profeta tiene que traer esto para el hogar a través de su propia experien- cia. Dios está trabajando allá adentro. Él trabaja de maneras profundas y terribles en la vi- da de Su siervo para producir ministerio.

Dios no nos permite tomar las cosas y los temas. Si permanecemos sumisos al Espíritu Santo, Él nos transformará en profetas; es decir, Él irá a convertir en profecía algo que se haya realizado en nosotros, de modo que aquello que decimos sea solo vocalizar algo que ha sucedido, que ha sido producido dentro de nosotros. Dios ha hecho esto a través de los años de manera extraña, profunda, terrible en algunas vidas, sin detenerse ante nada, to- cando todo, y el vaso forjado de esta manera es el mensaje. Las personas no vienen para oír lo que usted tiene para enseñar. Ellos vienen para ver lo que usted es, para ver aquello que ha sido forjado por Dios. ¡Qué precio tiene que pagar un ministerio profético!

Así, Moisés fue al desierto para experimentar la ruina espantosa de su vida natural, de su mentalidad natural, para ser llevado a cero; para tener la cosa forjada dentro de él. ¿Y fue Dios justificado? – pues, a fin de cuentas, era una cuestión de recursos para el futuro. ¡Oh, qué presión iba caer sobre aquella vida! Algunas veces Moisés casi se rompió; otras, él realmente cedió a la presión. "No puedo soportar a todo este pueblo solo, porque es de- masiado pesado para mí" (Números 11:14). ¿Cuál era su recurso? ¡Oh, si hubiera sido el antiguo recurso de Egipto no podría haber aguantado ni un año! Él no podía soportar la provocación en Egipto; se levantaba y luchaba. Él se derrumbó moral y espiritualmente bajo aquella pequeña presión cuarenta años antes. ¿Qué iba a hacer él con esos rebeldes? ¿Cuánto tiempo él iba a tolerarlos? Una presión terrible iba a dar contra él, y solamente algo profundamente forjado en el interior, algo que hubiese sido hecho allá adentro sería suficiente para atravesar por aquello, cuando fuera el caso de mantenerse firme contra la presión por el propósito pleno de Dios.

Con nosotros también, la presión puede ser terrible; muchas veces vendrá tentación muy fuerte - "Vaya despacio, comprométase poco, no sea tan absoluto; usted encontrará más puertas abiertas si da un poco más de abertura; ¡usted puede tener mucho más si afloja!". ¿Qué lo va a salvar en esa hora de la tentación? La única cosa es aquello que Dios ha reali- zado dentro de usted. Aquello que es parte de su propio ser - no es algo a lo que usted pueda renunciar, puesto que es usted, su propia vida. Esta es la única cosa. Dios sabía lo que estaba haciendo en Moisés. La cosa había llegado a ser uno con el hombre, no había división entre ellos. El hombre era el ministerio profético.

Él fue rechazado por sus hermanos, ellos no querían tenerlo. «Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros?” (Éxodo 2:14). Este es el lado humano de la cosa. Pero es- taba el lado divino. Era de Dios que se fuera al desierto por cuarenta años. Tenía que ser, desde el lado de Dios. Parecía como si fuese el actuar del hombre. Pero no era. Estas dos cosas suceden juntas. El rechazo de parte de sus hermanos estaba alineado con el propó- sito soberano de Dios. Era la única manera en la cual Dios tuvo la oportunidad que necesi- taba para reconstituir a este hombre. La real preparación de este profeta tuvo lugar du- rante el tiempo que sus hermanos lo repudiaron. ¡Oh, la soberanía de Dios, la maravillosa soberanía de Dios! Un tiempo oscuro, un tiempo profundo, un quiebre, una trituración, un tiempo opresivo, de despojamiento. Parece que todo se va, que no quedará nada. Sin em- bargo, todo esto es la manera como Dios forma un ministerio profético.

Un Mensajero Divinamente Probado

Yo supongo que en el principio Moisés hubiese sido muy legalista, imponiendo la ley - "Us- ted debe hacer esto y aquello '- y así sucesivamente; un autócrata o déspota. Cuando, después de aquellos años, lo encontramos saliendo de la rueda, de las manos del Alfarero, se dice que él es "muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra" (Núm. 12:3), y Dios podía sostenerlo, entonces. Él no podía sostener a Moisés aquel día cuando se levantó con un espíritu de orgullo, de arrogancia, de auto-afirmación. Dios tuvo que permitir que aquella obra produjese su resultado inevitable. Pero cuando Moisés, en la condición del más manso de los hombres, débil, humilde, abnegado, fue impugnado por los demás en cuanto a su oficio - en tal ocasión Moisés no se levantó para defender su po- sición, sus derechos; él simplemente transfirió el asunto al Señor. Su actitud era: "Vamos a dejar que el Señor decida. Yo no tengo ninguna posición personal que preservar: si el Se- ñor hizo de mí un profeta, que Él muestre eso. Estoy preparado para dejar el oficio si no fuere del Señor." ¡Qué diferente espíritu! Y el Señor lo sostuvo maravillosa y poderosa- mente en aquellas ocasiones, y terriblemente para aquellos que se opusieron (Números 12:2 y ss., 16:3 y ss.).

Ministerio Profético: Una Vida, no una Enseñanza

Bien, ¿qué es ser un profeta? ¿Cuál es la función profética? Es ésta: Dios toma un vaso (puede ser individual o colectivo: la función del ministerio profético puede darse a través de un pueblo, como en el caso de Israel), y hace que ese vaso pase por una historia pro- funda, quebrando y deshaciendo, destruyendo, desilusionando, revolucionando toda la mentalidad, para que aquellas cosas que estaban agarradas con fiereza, tan agresivamen- te, ya no ejerzan más influencia. Se produce una maravillosa maleabilidad, adaptabilidad, una capacidad para aprender. Todo lo que era meramente objetivo en relación con la obra de Dios, en relación con la verdad divina, como la ortodoxia o el fundamentalismo, todo aquello que dominaba con mucha fuerza, de una manera objetiva, legalista, en relación a lo que es correcto y a lo que está errado en métodos – todo es tratado, todo roto. Hay una concepción enteramente nueva, una nueva perspectiva de las cosas; ya no es más un sis- tema formal, algo fuera de usted que usted asume, sino algo forjado de manera interior en el vaso. Lo que el vaso es, ese es su ministerio. No aquello que él aceptó de doctrina y está ahora enseñando.

¡Oh, ser libre de todo este ámbito horrible de cosas! Es un ámbito despreciable éste de adoptar enseñanzas, interpretaciones, de ser conocido por tal o cual línea de cosas. ¡Oh, Dios nos libre! ¡Oh, para ser llevado al lugar donde se trata de una cuestión de vida - de lo que realmente Dios ha hecho en nosotros, hace de nosotros! Primero Él nos tritura, y lue- go nos reconstruye sobre un nuevo principio espiritual, que se expresa en ministerio: lo que se dice proviene de lo que ha estado sucedido detrás, tal vez durante años, e incluso hasta ahora.

¿Usted ve la ley de la función profética? Es que Dios mantiene los vasos ungidos a la altura de la verdad a través de la experiencia. Cada pedacito de verdad que ellos dan en la pala- bra es algo que ha tenido una historia. Ellos descendieron a las profundidades y fueron salvados por la verdad. Era su vida y, por tanto, es una parte de ellos. Esta es la naturaleza del ministerio profético.

Un Profeta, Tolerante pero no Comprometido

Volviendo a lo que yo decía sobre el cambio en Moisés: Usted puede ver un reflejo de ello en el caso de Samuel. Pienso que Samuel era uno de los personajes más hermosos y ama- bles del Antiguo Testamento, y es llamado un profeta. ¿Usted percibe que, aunque su co- razón estuviese por completo dedicado a los pensamientos más elevados y llenos de Dios, e interiormente él no tuviese ningún interés, cualquiera que sea, sin embargo, él mostraba una increíble compasión por Saúl durante esos meses? (Parece que no alcanzó a pasar un año, el primer año del reinado de Saúl, durante el cual parece que él realmente trató de demostrar alguna apariencia de bien.) Y, sin embargo, usted debe recordar que Saúl re- presenta la negación de las cosas más elevadas - el directo e inmediato gobierno de Dios. Tal gobierno fue rechazado por Israel en favor de un rey - "Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones", dijeron. Dios le dijo a Samuel: "Ellos no te han desechado a ti, sino a mí" (1 Samuel 8:5-7).

La monarquía era un principio Divino, tanto como la profecía. El león está allá con el hom- bre. El monarca, representando el pensamiento del gobierno de Dios está allá. Sin embar- go, con Saúl está en el nivel más bajo. La venida de Saúl significó traer aquel pensamiento Divino al nivel del mundo: "como todas las naciones" - un pensamiento Divino asumido por hombres carnales, arrastrado a nivel mundano; y Samuel lo sabía, él estaba en contra de eso, pues vio lo que esto significaba. Pero, ¡cuán misericordioso era él con Saúl, tanto como podía ser!

¿Por qué digo esto? Porque existe una condición similar a ésta hoy. Pensamientos divinos han sido tomados carnalmente por los hombres y traídos a un nivel terreno; el gobierno directo del Espíritu Santo ha sido sustituido por comités y juntas, y así sucesivamente. Los hombres han instituido el gobierno en las cosas divinas y están manejando las cosas de Dios. La manera del Nuevo Testamento, que en oración y ayuno la mente de Dios era al- canzada, es difícilmente conocida. Bien, aquellos que son espirituales, que saben, que ven, que entienden, no pueden aceptar esto. Pero ellos son muy tolerantes. Un verdadero pro- feta, como Samuel, será tolerante cuanto sea posible, hasta que aquella cosa incorrecta asuma la pronunciada y positiva forma de desobediencia en relación a la luz dada. El Señor vino a Saúl a través de Samuel, y le dio claridad de entendimiento acerca de lo que él tenía que hacer. Le fue dado a conocer con inconfundible claridad lo que Dios requería de él, y él fue desobediente. Entonces Samuel dice: "¡Basta de tolerancia!". Dios fue implacable. "Por cuanto tú desechaste la palabra del Señor, él también te ha desechado para que no seas rey" (1ª Samuel 15:23). Samuel fue tan lejos como pudo mientras el hombre hacía lo mejor que podía. Esto es tolerancia.

Naturalmente, los tipos son siempre débiles e imperfectos, pero usted puede ver la ver- dad ahí. El profeta Samuel demostró mucha tolerancia en relación a las cosas que estaban erradas, aunque en su corazón él no pudiese aceptarlas. Él esperaba que la luz brillase y la obediencia viniera detrás, y la situación fuese resuelta. Nosotros somos muy tolerantes con todo aquello que no concordamos.

El punto es el siguiente - Moisés tuvo que aprender esto, tuvo que ser hecho así. Nosotros estamos mejor equipados para servir al propósito del Señor, somos profetas más fieles cuando podemos soportar las cosas con las que no estamos de acuerdo, que cuando en nuestro celo somos iconoclastas pero solo destruimos aquello que ofende. El Señor dice: 'Eso no va a servir".

De todo lo que hemos dicho, enfatizamos solo una sola cosa - que el ministerio profético es una función. Su función es la de conservar todo en relación al pensamiento pleno de Dios - pero no como manteniendo una "línea" de cosas, de una manera objetiva y legalis- ta. No tome algo. Usted solo puede hacer algo realmente en la medida que Dios trabajó en usted en el caminar, y en la medida en que eso ha sido revelado en usted a través de la experiencia, a través del trato de Dios - cuando Dios le hace experimentar el asunto, y us- ted sabe que es de esa forma. No es que usted haya alcanzado algo, pero se ha quebrado en el proceso. Ahora usted es apto para algo en el Señor.

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