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El Ministerio Profético

por T. Austin-Sparks

Capítulo 1 - Lo que es el Ministerio Profético

Lecturas: Deuteronomio 18:15,18; Hechos 3:22; 7:37; Lucas 24:19; Apocalipsis 19:10; Efe- sios 4:8,11-13.

"Y Él dio algunos el ser profetas... a fin de capacitar a los santos para la obra del ministe- rio, para la edificación del Cuerpo de Cristo" (Efesios 4:11,12). (Biblia de las Américas).

Vamos a considerar la cuestión del ministerio profético. "Él dio algunos el ser profetas...". Pero primero debemos hacer una distinción, porque cuando hablamos de ministerio pro- fético, descubrimos que las personas están bastante influenciadas por una mentalidad asociada a lo que se llama "profecía". De inmediato ellas relacionan el propio término "profético" con incidentes, eventos, fechas, etc., que descansan principalmente en el futu- ro. Es decir, inmediatamente piensan en el elemento predictivo del ministerio profético, y limitan toda la función a esta concepción.

Ahora, por el valor real de lo que está ante nosotros, debemos remover de nuestras men- tes esta idea limitada de la preeminencia de lo predictivo en el ministerio profético. Es un aspecto, pero es solo un aspecto. El ministerio profético es mucho más amplio que la pre- dicción.

Tal vez sería mejor si dijésemos que la función profética va más allá de los meros eventos, acontecimientos y fechas: es el ministerio de la interpretación espiritual. Esa frase cubrirá todo el terreno de aquello que ahora nos ocupa. Profecía es interpretación espiritual. Si usted piensa en esto por un momento, considerando el ministerio profético en la Palabra de Dios, estoy seguro de que podrá ver cuán verdadero es esto. Es la interpretación de to- das las cosas desde el punto de vista espiritual; es traer el significado espiritual de las co- sas – del pasado, del presente y del futuro - al pueblo de Dios, dando la comprensión del significado de las cosas en su valor y sentido espiritual. Esta era y es la esencia del ministe- rio profético.

Por supuesto, lo que sabemos acerca de los profetas en las Escrituras es que ellos ejercían una función o facultad especial en el pueblo del Señor, pero también debemos recordar que a menudo combinaban su función profética con otras funciones. Samuel era un profe- ta, pero también era juez, y sacerdote. Moisés era un profeta; pero era, además, otras co- sas. Creo que Pablo era un profeta; él era profeta, evangelista, ¡él era todo, me parece! Por lo tanto, nuestro propósito no es hablar de los profetas como personas diferenciadas, sino de un ministerio profético. Es en el ministerio que estamos interesados, y llegaremos al instrumento reconociendo el ministerio desempeñado; vamos a entender mejor el va- so, y veremos lo que éste es, si percibimos la finalidad para la cual él fue constituido. Así pues, permítanme decir que es la función, y no las personas, lo que tenemos en mente cuando hablamos de los profetas o del ministerio profético.

Estoy seguro de que aquellos que tienen algún conocimiento, cualquiera que sea, de los tiempos espiritualmente hablando , estarán de acuerdo conmigo en que la necesidad ur- gente de nuestro tiempo es la de un ministerio profético. Nunca hubo un tiempo en que existiese tan ampliamente la necesidad de una voz de interpretación, de un tiempo cuan- do las condiciones necesitasen más del ministerio de interpretación. Nadie quiere hacer declaraciones extravagantes o ser extremado en alguno de sus dichos, pero creo que no sería ni extravagante ni extremado decir que hoy el mundo está casi en bancarrota de un verdadero ministerio profético en este sentido una voz que interprete la mente de Dios para las personas. Puede existir en algún pequeño grado aquí y allá, pero de ninguna ma- nera está siendo cumplido en forma plena. Constantemente nuestros corazones gimen y claman, ¡oh, que la mente de Dios con respecto a la situación actual pueda ser llevada, en primer lugar, al reconocimiento de Su pueblo, y luego, a través de Su pueblo a las perso- nas más distantes! Hay una grande y terrible necesidad de un ministerio profético en nuestro tiempo.

Ministerio Profético con Relación al Pleno Propósito de Dios

Reconociendo esto, necesitamos llegar a entender qué función es ésta. ¿Cuál es la función del ministerio profético? Es la de llevar las cosas al pleno propósito de Dios, y por eso se trata de algo reaccionario. Por lo general, encontramos que los profetas surgen como una reacción de parte de Dios debido al curso y tendencia de las cosas entre su pueblo; una llamada de vuelta, una re-declaración, un re-pronunciamiento de la mente de Dios, un traer los pensamientos de Dios de nuevo a la vista. Los profetas quedaban en medio de la corriente (normalmente un rápido impetuoso) como una roca; el curso de las cosas se precipitaba sobre ellos. Ellos desafiaban y resistían aquel curso, y la presencia de ellos en medio de la corriente representaba la mente de Dios en contra del curso predominante de las cosas. En el Antiguo Testamento, por lo general, el profeta entraba en su ministerio en un tiempo cuando las cosas estaban espiritualmente mal; en que eran cualquier cosa me- nos la voluntad de Dios. La situación era de miseria, las cosas estaban confusas, mezcla- das, caóticas; había mucha decepción, falsedad, y difícilmente las cosas podrían empeorar más. Esto es a lo que el ministerio profético pleno se refiere - el original y supremo propó- sito de Dios para Su pueblo, y por medio de él; y al decir esto, usted llega exactamente al corazón del asunto. Preguntamos una vez más: ¿Qué es el ministerio profético? ¿Cuál es la función profética? ¿Con qué se relaciona? - Y la respuesta completa es que ella se refiere al pleno, original y supremo propósito de Dios para Su pueblo y por medio de él.

Si esta afirmación es verdadera, nos ayuda a visualizar primeramente la necesidad en nuestra época, porque, hablando en general, el pueblo de Dios en la tierra en nuestro tiempo ha confundido partes del propósito de Dios con el todo; ha enfatizado fases en de- trimento del todo. Están mezclando los medios, los métodos, el entusiasmo y el celo con el exacto propósito del Señor, fallando en reconocer que el propósito de Dios debe ser al- canzado a la manera de Dios y por los medios de Dios; y, tanto la manera como los medios son exactamente tan importantes como el propio propósito: es decir, usted no puede al- canzar el propósito de Dios de cualquier manera, a través de cualquier tipo de método que pueda emplear, proyectando sus propias ideas o programas, o esquemas, para obte- ner el propósito de Dios. Dios tiene Su propio método y los medios para alcanzar Su objetivo. Los pensamientos de Dios se extienden y alcanzan el más mínimo detalle de Su pro- pósito; y usted no puede entender completamente el propósito de Dios a menos que to- dos los detalles están en conformidad con la mente de Dios.

Dios podría haber dicho a Moisés: "Construyan un tabernáculo para Mí. Dejo a tu criterio la forma de hacerlo, el material que será utilizado; tú sabes lo que yo quiero; vayan y ha- gan un tabernáculo para Mí." Moisés pudo tener la idea de lo que Dios quería, y haber planeado el tipo de cosa que podría hacer para Dios de acuerdo con su propia voluntad. Pero sabemos que Dios no dejó un solo detalle, ni un alfiler, ni una estaquilla, ni un punto de costura o una línea, a criterio del hombre. Yo solo uso este ejemplo para reforzar lo que quiero decir, que el ministerio profético sirve para presentar el pleno, original y su- premo propósito de Dios; interpretar la mente de Dios en todas las cuestiones relativas a Su propósito; alinear todos los detalles al propósito, y hacer que el propósito gobierne to- das las cosas.

Ministerio Profético por la Unción

a) Conocimiento detallado de los propósitos de Dios

Esto implica varias cosas que se ven claramente como características del ministerio profé- tico en la Palabra de Dios. Primero que todo, implica la cuestión de la unción. El significado y valor de la unción es que, primeramente, solo el Espíritu de Dios tiene el plano completo y detallado, y solo Él puede hacer que todas las cosas se ajusten, en principio, con la in- tención de Dios.

Digo que solamente el Espíritu de Dios tiene esto. Una de las cosas más maravillosas en las Escrituras es descubrir que, cuando se vuelve a la expresión más simple, más antigua - di- gamos, la más elemental – de las cosas divinas en la Palabra de Dios, todo lo que hay es tan cierto en principio a todo lo que surge más adelante en este sentido con mayor pleni- tud. Es simplemente maravilloso cómo Dios ha mantenido todo fiel al principio: usted ja- más encontrará más tarde, no importa cuán plenamente algo sea desarrollado, que existe algún cambio en el principio; el principio está allá y usted no puede desviarse de él. Cuan- do más tarde usted se ocupa de una cuestión más desarrollada en la Palabra de Dios, des- cubre que ella está vinculada al principio original cuando éste fue inicialmente presenta- do.

Y Dios ha traído todas las cosas alineadas a esos principios fijos. Dios no se desvía ni si- quiera un poquito. Su ley está ahí y es inmutable. Solo el Espíritu Santo conoce todo eso. Él conoce las leyes y los principios, todas las cosas que espiritualmente gobiernan el pro- pósito de Dios, y solo Él conoce el plan y los detalles, y puede hacer que todo se ajuste a esos principios y leyes. Y todo tiene que ajustarse a ellos. Podemos tomar esto como algo seguro, si en una estructura hubiere algo que esté fuera de armonía con el principio espiri- tual básico original, esto será una falla que se traducirá en una tragedia, más temprano o más tarde. La estructura, en cada detalle de principio, ha de ajustarse a los cimientos, al original. Muchos de nosotros no tenemos luz en cuanto a todo esto. Sentimos nuestro camino lejos, avanzamos a tientas, vamos recibiendo luz lentamente, muy poco a poco, pero estamos recibiendo luz. Sin embargo, el ministerio profético es un ministerio ilumi- nado, y es esto lo que, bajo la unción, significa traer las cosas de vuelta a la posición de absoluta protección y seguridad, porque están ajustadas al principio divino.

La unción es necesaria, en primer lugar, porque solo el Espíritu de Dios conoce todo el propósito de Dios y solo Él puede hablar, trabajar y llevar las cosas en armonía y absoluta coherencia con los principios divinos que gobiernan todo; y todo lo que es de Dios debe incorporar estos principios. El principio de la Iglesia - aquello que gobierna la Iglesia - es que la iglesia es algo celestial. No es una cosa terrena; está asociada a Cristo como estan- do en el cielo. La Iglesia no vino a la existencia hasta que Cristo estuviese en el cielo, lo que significa que la Iglesia tiene que ir, en relación a Cristo en el cielo, hacia el terreno ce- lestial, de una manera espiritual. Ella tiene que dejar la esfera terrena y realmente ser algo celestial, espiritual, aunque esté todavía aquí en la tierra. Esta es una ley divina y un prin- cipio divino que es muy claro en el Nuevo Testamento. La Iglesia, en efecto, está allá, a partir de los "Hechos" en adelante.

Pero esto no es una cosa nueva que llegó con el Nuevo Testamento. Dios puso esta ley en todo lo que apunta de alguna forma profética a la Iglesia y a Cristo. Isaac no pudo dejar la tierra e ir a buscar a su esposa en tierra extranjera. Él tuvo que permanecer allá y el siervo debió ser enviado para traerla a donde él estaba. Ahí está Su ley. Cristo está en el cielo, el Espíritu es enviado para llevar la iglesia a donde Él está – primeramente en una forma es- piritual, y, luego, finalmente, de forma literal; pero el principio está ahí. José pasa por el rechazo y muerte simbólica y, finalmente, llega al trono, y en su exaltación él recibe su es- posa, Asenat. José es una clara figura de Cristo. Es en Su exaltación que Cristo recibe su Iglesia, su Esposa. Pentecostés es en realidad el resultado de la exaltación de Cristo, cuan- do la Iglesia es espiritualmente llevada a una relación viva con Él mismo, el Cristo exalta- do. Ahí está Su principio en la simple historia de José. Usted puede continuar de esta ma- nera, viendo cómo Dios en detalles simples ha mantenido todo ligado a un principio; usted descubre que Sus principios eternos están incorporados en las cosas más simples del Anti- guo Testamento, cumpliendo esta declaración final de que el testimonio de Jesús es el es- píritu de la profecía (Apocalipsis 19:10). Hay algo ahí que indica una gran verdad celestial, que es el espíritu de la profecía apuntando a Cristo.

Yo me pregunto si usted ha sido realmente impresionado con la enorme importancia del principio divino en las cosas. Hay un principio, y el reconocimiento y el respeto de ese principio, determina el éxito de todo el conjunto. Ahora, solo el Espíritu Santo conoce to- dos estos principios divinos, solo Él conoce la mente de Dios, los pensamientos de Dios en plenitud. Por lo tanto, si las cosas han de ser llevadas al pensamiento y propósito pleno de Dios, esto solamente será posible a través de la unción - lo que significa que el Espíritu de Dios vino para asumir el mando. Un ministerio ungido significa que Dios Espíritu Santo se ha hecho responsable de todo el asunto: Él se ha comprometido a ello, y yo supongo que nadie va a discutir o cuestionar la declaración acerca de la necesidad del Espíritu Santo, la necesidad de que Él esté al mando, de que todo sea hecho por Él. Pero, oh, esto significa mucho más que una verdad y una posición general.

b) Conocimiento impartido por revelación.

Esto lleva a una segunda cosa en el ministerio profético: Por la unción viene la revelación. Podemos aceptar de manera general la necesidad de que el Espíritu haga todo - iniciar, conducir, gobernar y ser el poder y la inspiración de todo, pero ¡oh! esto es una instruc- ción para toda la vida, y trae consigo la necesidad de que todo sea dado por revelación. Esto explica por qué los profetas fueron llamados originalmente "videntes" - hombres que veían. Ellos veían lo que ningún hombre podía ver. Veían lo que era imposible que otras personas vieran, incluso los religiosos, temerosos de Dios. Los profetas veían por revela- ción.

Un ministerio profético requiere revelación; es un ministerio por revelación. Más adelante vamos a examinar esto más de cerca, pero en este momento solo quiero enfatizar el he- cho. No estoy pensando ahora en revelación extra de las Escrituras. No puedo tomar el te- rreno de ciertos ‘profetas’ en la Iglesia hoy que profetizan fuera de las Escrituras. No, sino dentro de la revelación ya dada - ¡y Dios sabe que es lo suficientemente grande! - el Espíri- tu Santo todavía se mueve para revelar aquello que “ningún ojo vio, ni oído oyó". Esta es la maravilla de una vida en el Espíritu. Es una vida de nuevo descubrimiento constante; todo está lleno de sorpresa y maravilla. Una vida guiada por el Espíritu nunca puede ser estática; nunca puede alcanzar el fin aquí, ni llegar a una posición donde la suma de la verdad esté encajonada. Una vida realmente en el Espíritu Santo es una vida que percibe infinitamente, trascendentemente, más allá de lo que hemos visto o captado, o sentido. Las personas que conocen, que han venido a una posición fija y no pueden ver – y mucho menos moverse – más allá de su posición actual, representan una posición que es ajena a la mente del Espíritu Santo. Un ministerio profético sujeto al Espíritu Santo es un ministe- rio de revelación creciente.

El profeta era un hombre que regresaba a Dios una y otra vez, y no salía a hablar hasta que Dios le había mostrado lo siguiente. Él no iba simplemente en su oficio profesional, porque era un profeta y eso se esperaba de él. No había nada de profesional en su posi- ción. Cuando se hizo profesional, entonces la tragedia vino sobre el oficio profético. Se hi- zo profesional a partir de las "escuelas de los profetas” establecidas por Samuel. No de- bemos confundir estas escuelas de los profetas con el verdadero oficio profético. Había una diferencia entre aquellos que se graduaban en las escuelas de los profetas y los ver- daderos profetas representados por hombres como Samuel, Elías, Eliseo. Siempre que las cosas se hacían profesionales, algo se perdía, porque la misma esencia y naturaleza del ministerio profético es aquello que viene por revelación fresca en todo tiempo. Una cosa revelada es nueva; ella puede ser algo viejo, pero hay algo sobre ella que es fresco como una revelación al corazón de la persona en cuestión, y es tan nuevo y maravilloso que el efecto en esta persona es como si nadie jamás hubiese visto aquello, aunque millares pu- diesen haberlo visto antes. Forma parte de la naturaleza de la revelación mantener las co- sas vivas y frescas, llenándolas de energía divina. Usted no puede recuperar una posición antigua solo con la doctrina vieja. Usted jamás recuperará algo de Dios que se perdió, tra- yendo de vuelta la exacta declaración de la verdad. Usted puede declarar con exactitud la verdad de los primeros días del Nuevo Testamento, pero puede estar lejos de tener las condiciones que se hubieran obtenido en esos momentos.

Sucesión profética no es la sucesión de la enseñanza, es la sucesión de la unción. Algo puede venir de Dios, por la operación de Dios; puede haber algo muy real, muy vivo, que Dios lleva a cabo a través de un instrumento, puede ser individual o colectivo, que está vi- vo porque Dios lo ha traído bajo Su unción. Y entonces, alguien trata de imitarlo, dupli- cándolo, o más tarde alguien lo asume para ejecutarlo; alguien fue nombrado, elegido, es- cogido por votación para ser el sucesor. La cosa sigue y crece; sin embargo, algún factor vi- tal no estará más allí. La sucesión es por medio de la unción, no por medio de una estruc- tura, ni siquiera de la doctrina. No podemos recuperar las condiciones del Nuevo Testa- mento por re-afirmar la doctrina del Nuevo Testamento. Tenemos que recibir la unción que hace las cosas vivas, frescas y vibrantes. Todo tiene que venir por medio de revelación.

Algunos de nosotros sabemos lo que es ser capaz de analizar nuestras Biblias y presentar, tal vez de manera muy interesante, los contenidos de sus libros y todas sus doctrinas. Po- demos hacerlo con "Efesios" como podemos hacerlo con cualquier otro libro. Podemos llegar a "Efesios" y analizarlo y delinear la Iglesia y el Cuerpo, y todo lo demás, y ser tan ciegos como los murciélagos, hasta que llega el día, y ahí entonces, habiendo Dios hecho algo dentro de nosotros (algo profundo, maravilloso y tremendo) vemos la Iglesia, vemos el Cuerpo - ¡vemos "Efesios”! Eran dos mundos: uno verdadero, exacto en detalle técnico, lleno de interés y fascinación - pero faltaba algo. Podíamos haber declarado la verdad de principio a fin, pero no conocíamos lo que estaba en ella; y hasta que hayamos pasado por esta experiencia y algo haya sucedido en nosotros, podemos hallar que sabemos, pode- mos dar nuestra vida por ello, pero de hecho no conocemos. Hay mucha diferencia entre una compresión perspicaz, clara, y mental de las cosas en la Palabra de Dios, y una revela- ción espiritual. Es una diferencia entre dos mundos - y es imposible que las personas en- tiendan esta diferencia hasta que algo haya sucedido. Hablaremos sobre este “algo que sucede” más adelante, pero aquí solo estamos declarando los hechos. Por la unción hay revelación, y la revelación por la unción es esencial para ver aquello que Dios busca, tanto en general como en detalle.

Así, vamos llegando a lo siguiente: ministerio profético es aquel ministerio que - aunque muchos detalles aún tengan que ser revelados, hasta incluso a los más iluminados siervos de Dios - es aquel que, por el Espíritu de Dios, ha visto el propósito de Dios, de forma ori- ginal y final.

c) Conformidad a los Pensamientos de Dios

Hay una tercera cosa que descubrimos asociada a la unción. Es aquello a que nos hemos referido en general: exactitud.

La unción trae un toque de primera mano con Dios, lo que significa ver a Dios cara a cara. ¿No fue esto lo que resumió la vida de Moisés? "Y jamás más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara" (Deut. 34:10). Y cuando esto su- cede, usted llega a una posición de conocimiento espiritual directo de Dios, contacto di- recto con Dios, al lugar donde el cielo está abierto usted no puede, bajo ninguna circuns- tancia, por alguna ventaja, ser una persona que transa, que se desvía de lo que ha sido mostrado a su corazón.

¿Qué es lo que el apóstol dice respecto de Moisés? "Y Moisés era fiel en toda la casa de Dios, como siervo" (Hebreos 3:5), y la fidelidad de Moisés se ve particularmente, y en gran medida, en la manera cómo él fue gobernado exactamente por lo que Dios dijo. Usted co- noce los últimos capítulos de Éxodo, trayendo todo de vuelta a la palabra, siempre "como Jehová había mandado a Moisés." Todo se hizo como Dios dijo; a través de todo el sistema al que Moisés fue levantado para establecer y constituir, él era fiel a los detalles. Sabemos por qué, naturalmente; y aquí está aquella grande y completa explicación de lo que acabo de decir sobre los principios. Dios tiene a Cristo a la vista todo el tiempo, y cada detalle, y aquel sistema que Moisés instituyó, era una representación de Cristo; por lo tanto, era necesario que aquello fuese exacto en cada detalle. Es un camino difícil y costoso; pero usted no puede tener revelación, y avanzar en revelación, y al mismo tiempo negociar so- bre los detalles, y tener las cosas en cada punto diferentes de aquello que el Señor exac- tamente quiere. Usted no es gobernado por la diplomacia, la política o la opinión pública. Es gobernado por aquello que el Señor dice en su corazón por la revelación en cuanto a Su propósito. Esto es ministerio profético.

Los profetas no eran hombres que se acomodaban a alguna cosa que fuese relativamente buena. Nunca se permitían avanzar completamente si la cosa era solo relativamente bue- na. Mire a Jeremías. Hubo un día en la vida de Jeremías, cuando un buen rey buscaba re- cuperar las cosas, y él de hecho dio un gran banquete en la Pascua, y era aparentemente una gran ocasión. Ellos estaban haciendo grandes cosas allá en Jerusalén, pero con todo lo bueno que era aquello, declaradamente bueno, Jeremías no se dejó llevar. Él tenía una re- serva, y estaba en lo correcto. Más tarde se vio que todo no pasaba de ser algo muy su- perficial, que el corazón del pueblo no había cambiado; los lugares altos no se quitaron y la profecía original de Jeremías tenía que permanecer. Si la reforma aparente hubiese sido algo verdadero, entonces las profecías de Jeremías sobre el cautiverio, la destrucción de la ciudad, la completa entrega al juicio, habrían quedado en nada. Jeremías se contuvo. Pue- de que él no haya entendido, puede que haya quedado perplejo al respecto, pero su cora- zón no le permitía dejarse llevar por ‘aquel algo’ relativamente bueno. Más tarde, él des- cubrió la razón de por qué – el que, aunque fuese sorprendentemente bueno en cierto as- pecto, no representaba un cambio de corazón, y, por lo tanto, el juicio tenía que venir.

El profeta no puede aceptar como suficiente y final aquello que es solo relativo, aunque él se alegre en la medida de beneficio que pueda haber en alguna parte. Debemos, natural- mente, ser generosos con cualquier poco de bien que hay en el mundo - vamos a ser agradecidos por todo lo que está correcto, que es verdadero y de Dios, pero ¡oh! no po- demos decir que aquello está agradando plenamente al Señor, que es todo lo que el Señor desea. No; el ministerio profético es completamente fiel a los pensamientos de Dios. Es un ministerio de exactitud. Es esto lo que la unción significa, y nosotros decimos por qué - es un Cristo pleno el que se tiene en vista.

La última declaración en Apocalipsis 19:10 lo resume todo. Ahí se sintetiza, en una ora- ción, el ministerio profético desde el principio. Supongo que el ministerio profético co- menzó el día que fue declarado sobre la simiente de la mujer que aplastaría la cabeza de la serpiente, y luego pasó a Enoc, quien profetizó diciendo: "He aquí, el Señor vendrá..."

(Judas 14), y fue así desde entonces. Está todo reunido al final de Apocalipsis en el siguien- te pensamiento: "El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía". Es decir, el espíritu de la profecía de principio a fin está completamente dedicado a esto - el testimonio de Je- sús. El espíritu de la profecía siempre tuvo a Jesús en vista desde su primera declaración "la simiente de la mujer" hasta "He aquí, el Señor vendrá..." (¡Y cómo el principio y el fin vienen juntos desde tan temprano!). Durante todo el camino fue siempre con el Señor Je- sús en vista, y Cristo pleno. "Él dio profetas... hasta que todos lleguemos a la plenitud de Cristo". Este es el objetivo, y Dios jamás puede quedar satisfecho con otra cosa que no sea la plenitud de Su Hijo, representado por la Iglesia. La Iglesia debe ser la plenitud de Él; un Varón perfecto ésta es la Iglesia. El ministerio profético es para esto para la plenitud de Cristo, la total inclusividad de Cristo. Es para ser Cristo, el centro de la circunferencia; Cris- to, primero y último; Cristo, en general, y Cristo en cada detalle. Y ver a Cristo por revela- ción significa que usted jamás puede aceptar algo diferente de eso. Usted ha visto, y esto queda resuelto. La forma de alcanzar el objetivo de Dios, entonces, es viendo por medio del Espíritu Santo; y este ver es la base del ministerio profético.

Creo que esto es suficiente para mostrar lo que dijimos al comienzo, que si vemos la natu- raleza del ministerio, inmediatamente vemos lo que es el vaso. El vaso puede ser indivi- duos cumpliendo tal ministerio, o puede ser un colectivo. Más adelante podremos decir algo más sobre el vaso, pero ahora vamos a pensar técnicamente en términos de apósto- les, profetas y otros, como oficios. Vamos a pensar en ellos como funciones vitales. Dios quiere que el hombre y la función sean idénticos, no el hombre y un profesional, o una posición profesional, sea el título que fuere. El vaso debe ser la función y la función debe justificar el vaso. Nosotros no vamos a andar por ahí promoviéndonos como profetas; pe- ro Dios conceda que pueda ser levantado un ministerio profético para un tiempo como és- te, cuando Su pleno propósito concerniente a su Hijo sea de nuevo tenido a la vista entre su pueblo. Esta es la necesidad de las personas, y también la de Él.

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