por T. Austin-Sparks
Capítulo 8 - La Cruz y la Conformidad con Cristo
Lectura: Romanos 6.
"Lo que en la gloria pronto seremos
aún no es manifestado;
pero cuando veamos a nuestro bendito Señor
Vamos a tener su imagen ".
["He aquí, qué amor" por M. S. Sullivan]
Las anteriores palabras sobre las que hemos basado nuestras reflexiones, corresponden con estas palabras. "El anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios"; "conformados a la imagen de Su Hijo"; "vamos a tener Su imagen". Hemos cubierto mucho terreno con relación al pensamiento y propósito divino, pasando a través de cuatro de las cartas del apóstol Pablo.
En todas esas cartas hay una nota fuerte sobre la cual no hemos discurrido particularmente, aunque la hemos mencionado de vez en cuando, y se trata de la cruz de Cristo; y proseguir desde este momento, sin reconocer el lugar de la cruz, con relación al propósito de Dios de conformarnos a la imagen de Su Hijo, sería cometer el mayor de los errores e ignorar lo más fundamental. Nosotros, por lo tanto, examinaremos brevemente su lugar en estas cuatro cartas del apóstol Pablo, desde Romanos a Gálatas. Eso no significa que vamos a lidiar con cada referencia con relación a la cruz en cada carta, sino con el lugar dado a ella y su conexión específica en cada carta.
LA CRUZ CON RELACIÓN AL PECADO
Es evidente que la posición de la cruz en la carta a los Romanos es su relación con la cuestión del pecado, y hasta que esta cuestión se resuelva no hay posibilidad alguna de que seamos conformados a la imagen del Hijo de Dios. Ahora, los términos utilizados aquí dejan muy claro que es un asunto que se resolvió de una vez por todas. Es algo que se hace al principio. Pero apresurémonos en señalar que no son los pecados los que están siendo tratados. Aquí los pecados no son el objetivo, sino el pecado.
Previo a este capítulo, ha sido objeto de examen toda la cuestión del pecado y la justicia, y ha habido una búsqueda de justicia a través del universo en el hombre, en la condición del hombre natural. Esta búsqueda se ha extendido a través de todo el mundo pagano, y luego a todo el mundo judío, y cuando todo el ámbito del judío y del gentil fue examinado, el veredicto es que no sólo no es justo el hombre, sino que es injusto por naturaleza. "No hay justo ni aun uno". De modo que todos los hombres están, por naturaleza, incluidos en el ámbito de la injusticia. No hay, por tanto, ningún fundamento sobre el cual Dios pueda construir Su propósito, porque Dios necesita tener un fundamento adecuado para tal fin. Si Su propósito es que la imagen de Su Hijo sea reproducida en los hombres y mujeres, en una nueva creación, entonces el fundamento sin duda debe ser la justicia; porque ahí es donde tú comienzas con el carácter de Jesucristo, la naturaleza de Cristo. Es una cuestión de justicia. ¿Cómo, entonces, Dios se proveerá de una base esencial sin la cual es derrotado en Su propósito? Dios envió a Su Hijo en semejanza de carne pecadora, y así, con relación a la raza injusta, Él fue hecho pecado. Él tomó la naturaleza injusta del hombre sobre Sí en Su cruz, de una manera representativa, aunque en Sí mismo no había pecado. Sin embargo, como sustituto y representante de una raza que está condenada, juzgada y yaciendo bajo la muerte, Él, como un representante que incluía toda la raza, murió bajo la mano del juicio divino, y en Él la raza fue llevada a la muerte, desde la perspec- tiva de Dios. Así es como Dios lo ve. En Él es tratado el pecado, y la injusticia es removida. En Su resurrección, Él fue "resucitado de los muertos para la gloria del Padre". No hay gloria, excepto cuando hay justicia. En Su resurrección, tú tienes un justo representante, como en Su muerte tú tienes un representante injusto. En Su muerte, Él se ofrece como un sustituto en favor del pecador; en Su resurrección, Él se presenta como un sustituto para el creyente, en favor de aquel que cree, en favor del santo. Ahora el reto es, ¿quién es justo?
En esta carta a los Romanos, todo el argumento, como ya lo sabes, tiene que ver con la justicia que es por la fe en Jesucristo. Es decir, por una parte, vamos a ejercer la fe en Jesucristo como nuestro sustituto en la muerte, en el juicio, en virtud de la mano de Dios para la destrucción, y poner nuestras manos por la fe sobre Su cabeza, y decir: Este justo es aceptado en mi favor, por mis pecados, en mi juicio, mi muerte; y por otro lado, en cuanto a Si mismo, verlo como resucitado, con el pecado abolido. Vamos por la fe a poner nuestras manos sobre Su cabeza, y decir: Este justo es aceptado por mí; este es mi representante ante Dios, Su justicia es la mía. Esto es ejercer fe en Jesucristo, y Dios imputa Su justicia como nuestra, colocándola a nuestro crédito; y así la cuestión del pecado es eliminada en la muerte y sepultura del Señor Jesús. Cuando por la fe nos identificamos con Él en Su muerte y sepultura, somos hallados en el lugar donde todo el cuerpo del pecado fue eliminado, y entonces, cuando por la fe nos identificamos con Él en la resurrección, todo el cuerpo de justicia abunda, y somos considerados justos por Dios.
Este es el sencillo elemento del Evangelio. Tú estás familiarizado con esto, pues es ahí donde Dios comienza, y este es el fundamento. En la cruz, todo el cuerpo de pecado, que estaba interfiriendo con Dios en la realización de Su propósito, es removido de la presencia de Dios. Dios mismo lo tiró a la basura; y Dios trajo la justicia por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, y de ese modo se proveyó de del fundamento sobre el cual reanudar Su obra, Su propósito de conformar a los creyentes a la imagen de Su Hijo.
Es importante, entonces, para nosotros, reconocer que todo el asunto del pecado fue resuelto, todo el cuerpo del pecado fue abolido en Jesucristo, y por la fe aceptar esta posición, como también que todo el cuerpo de justicia fue manifestado por Dios en la resurrección, y que esto es así en la medida en que creemos. Somos contados como justos delante de Dios por la fe en Jesucristo. Hasta que esto sea establecido, no podemos llegar a ninguna parte. Mientras tengamos cuestionamientos y dudas sobre esto, Dios no puede continuar conformándonos a la Persona de Cristo. Es por esto que decimos que el interrogante en cuestión no es aquel de los pecados, sino el pecado. Vamos a encontrar, después de que hayamos llegado a un acuerdo sobre el asunto, que aún hay elementos de aquella vieja creación en nosotros, pero que ahora Dios comienza sobre la base de la justicia, a fin de tratar con ellos, para conformarnos a la imagen de Su Hijo, de modo que la justicia vence a la injusticia, y la naturaleza del Señor Jesús supera la vieja naturaleza. Sin embargo, lo esencial en el principio de las operaciones de Dios es que aceptamos todo como ya se ha realizado en Su Hijo, Jesucristo. Es como si Dios estuviese tomando del pleno y definitivo depósito que está en la persona de Su Hijo y haciéndolo real en nosotros, en la medida en que ejercemos la fe en Él.
No es necesario que digamos más sobre la carta a los Romanos. Puede ser que algunas personas no hayan pasado aún de Romanos 6. Bueno, el llamado es muy claro, la posición es inequívoca. El apóstol dice que esta posición se puede asumir por la fe, y el bautismo es la manera en que se confirma el testimonio del hecho de que hemos asumido esa posición. En nuestro bautismo hemos aceptado la posición de declarar que fuimos plantados juntamente con Él en Su muerte, y también estamos unidos con Él en la semejanza de Su resurrección. Ahí es donde empezamos. Tenemos la justicia con la cual podemos comenzar el fundamento esencial de Dios. Siempre que tú te sales de este fundamento, impides la obra de Dios. Siempre que tú tengas dudas en permanecer delante de Dios sobre la base de Su divina justicia, inmediatamente retiras la mano de Dios de ti en el sentido de ser conformado a la imagen de Su Hijo, pero mientras tú asumas esta posición de fe, la mano de Dios puede hacer la obra. No discutas sobre esto; no caigas en toda suerte de interrogantes al respecto; no permitas que meros elementos psicológicos entren, y digan: "Bueno, ¿se trata de hacernos creer en algo, un esfuerzo para adoptar una posición que no es real y verdadera?" Porque si mentalmente tomamos esa posición es como una especie de hecho subjetivo en nosotros. No permita que llegue toda esa situación, porque ciertamente lo hará si se lo permites.
Si tú positiva y definitivamente te consideras a ti mismo, con relación al cuerpo de pecado de la carne, que fuiste llevado a la muerte en la persona de Cristo, y si positiva y definitivamente reconoces por la fe la justicia de Cristo como tuya, entonces Dios dice: Voy a hacer ese bien para ti, y seguiré trabajando en ti hasta alcanzar Mi objetivo final. Tú haces el cálculo, y Yo haré el trabajo, dice Dios. Tú obras en la fe, y Yo opero en la obra. Así, Dios trabaja sobre la base de algo establecido en nuestros corazones a través de la fe. Es posible que encontremos muchas cosas que puedan contrarrestar esta posibilidad, como ocurrió con Lutero, el gran exponente de esta misma verdad de la carta a los Romanos. Fue continuamente perseguido por el enemigo, que intentó traerlo de nuevo bajo la acusación y la condena, pero él siempre se libró por medio de una afirmación fuerte y positiva, en la cara misma de Satanás, que en Cristo ningún pecado era atribuido a él; él era justo. Así fue como encontró la victoria. Esa debe ser nuestra posición, no discutir con el diablo, sino decirle la verdad, y esta es la verdad, que en Cristo somos declarados por Dios como sin pecado. Debemos honrar a Cristo como nuestro representante.
LA CRUZ Y EL HOMBRE NATURAL
Pasamos de Romanos a la primera carta a los Corintios, y aquí en Corintios 2:2 tenemos nuestra referencia a la cruz: "Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado".
Se trata de una resolución definitiva, una determinación. Cuando Pablo habla de esta manera, ha tomado la decisión de adoptar una posición determinada, y podemos estar seguros de que tiene muy buena razón para hacerlo. La razón es perfectamente patente a medida que lea esta carta. Éstos eran creyentes en el Señor Jesús, cristianos que, sin embargo, le dieron entrada en su vida cristiana a todos los elementos naturales. Estos elementos son muy numerosos, como lo revela la carta. Están tratando de vivir con relación al Señor Jesús sobre la base de la vida natural, de la sabiduría natural (que es el tema de los capítulos 2 y 3), la fuerza física, las preferencias naturales, gustos y disgustos naturales. El apóstol no dice que ellos no son regenerados. Él los llama pueblo del Señor, pero él dice que ellos son carnales, es decir, cristianos carnales. Hablan como lo hacen los hombres naturales. Ellos piensan como lo hacen los hombres naturales. Ellos desean, eligen y seleccionan como lo hacen los hombres naturales, y en todo actúan como lo hacen los hombres por naturaleza. Él coloca esto en contraste con lo que los hombres piensan, hablan, hacen, sienten, desean y seleccionan cuando son espirituales.
Así él establece aquí dos hombres opuestos, el hombre natural y el hombre espiritual. A uno lo llama el hombre del alma, el hombre natural, y al otro lo llama el hombre del espíritu, el hombre espiritual. La palabra usada para el segundo es una palabra muy interesante cuando se divide –hombre "pneumatikos". "Eikos" es imagen, una forma semejante, un icono es una forma. "Pneuma", es espíritu. Así que la palabra que tú tienes cuando haces la separación es "formado según el espíritu", o "hecho apropiado para lo que es espiritual". El otro hombre se forma según la naturaleza, de acuerdo al alma. Ahora es por eso que Pablo determinó no saber entre ellos cosa alguna que fuese meramente el conocimiento natural. Es decir, él no estaba descendiendo al nivel de ellos, donde todo debe ser conocido por los medios naturales, de manera natural. Él vio que esto estaba arruinando los intereses del Señor en la vida de ellos, y destruyendo el testimonio de ellos. Ah, pero él lo sabía, que la cruz del Señor Jesús no sólo había tratado todo el problema del pecado, sino también con todo el problema del hombre mismo. La cuestión del hombre natural fue resuelta, así como la cuestión de pecado. En la muerte del Señor Jesús, el hombre no sólo había muerto como un pecador, sino que había muerto como hombre, como un tipo de ser, como una especie de criatura que piensa de cierta manera, que habla de esta forma, que siente como esto, que le gusta de cierta manera, que elige como esto. Todo es conforme a la naturaleza, y en la cruz del Señor Jesús este hombre murió, y en la resurrección de Jesucristo, es traído otro hombre, un hombre de espíritu, dotado de mente espiritual, que piensa y desea y siente, no como un hombre natural, sino como el Señor Jesús; una persona que tiene la mente de Cristo, que tiene la sensibilidad de Cristo, que tiene las inclinaciones de Cristo, que tiene el gusto de Cristo, y todo lo que es lo opuesto a lo que tenemos aquí en Corinto.
La cruz del Señor Jesús, entonces, pone fin a una especie de hombre, a saber, el hombre natural, y da paso a otro hombre, un hombre espiritual. Si tienes alguna dificultad acerca de este "hombre espiritual" sólo recuerda que la palabra significa "alguien que ha sido adecuado para las cosas espirituales". Si tú quieres conocer lo que se lee aquí: "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios... no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas..." (1 Corintios 2:14-15). Este es un hombre que está constituido de tal forma que por las nuevas facultades divinas ahora es capaz de comprender las cosas divinas, y de tener comunión con las cosas divinas, y vivir de acuerdo con las cosas divinas. Él está constituido, formado para lo que es de Dios. La cruz del Señor Jesús se coloca entre esos dos tipos de hombres. Por un lado, pone fin a lo natural, y por otra parte introduce al hombre espiritual. Eso es absolutamente esencial para el propósito de Dios. Dios no puede alcanzar su propósito de conformarnos a la imagen de Su Hijo sobre bases naturales, en el hombre natural. Si tú y yo descendemos a ese nivel carnal de vida, de modo que estemos pensando, sintiendo, hablando, deseando, eligiendo y actuando sobre una base natural, Dios no puede llegar a ninguna parte con nosotros. Todo eso ha de ser llevado a su fin. Hemos de ser moldeados según el Espíritu y lo espiritual, y entonces el propósito de Dios estará plenamente a la vista, conforme a la imagen de Su Hijo.
LA CRUZ, LA DIVISIÓN ENTRE DOS CREACIONES
Ahora pasamos a la segunda carta a los Corintios, y nos encontramos con nuestro pasaje en el capítulo 5 versículos 14-18. Esto no es sino un anticipo de la posición en la primera carta. Allá hemos visto que la cruz introduce al hombre espiritual en lugar del hombre natural. Lo mismo se dice aquí, pero el asunto se lleva más allá, y es ampliado. Su ámbito de aplicación es ahora el de toda una creación. Lo que está claramente ante nosotros es esto, que el creyente individual a través de la cruz del Señor Jesús se constituye en una nueva creación, en un miembro de una creación espiritual, y que todo en esta creación, de una manera relativa, es espiritual, es decir, existe una nueva raza, y las relaciones naturales de todos los miembros de esa nueva raza son elevadas en el Espíritu. La distinción está entre lo que es la carne, y lo que es conforme al Espíritu, y entre todo lo que está de acuerdo con la vieja creación y todo lo que está de acuerdo con la nueva creación, y la cruz se encuentra en el medio.
"Todos murieron", dice el apóstol, pero él dice aquí que todos murieron en Cristo, con relación a todos los demás. Antes nos conocíamos según la carne, nuestras relaciones eran carnales, las relaciones de una vieja creación, y nos valorábamos los unos a los otros de acuerdo a las normas de la vieja creación; nos juzgamos unos a otros sobre la base de la antigua creación; nuestras relaciones con los demás discurrieron a lo largo de ese nivel natural, de la vieja creación. Por lo tanto, viendo que todos hemos muerto y resucitado en Cristo, sobre la nueva base ya no nos conocemos entre nosotros según la carne, sino que nuestras relaciones son caracterizadas en el Espíritu, es decir, que hemos sido levantados en el ámbito de una nueva creación, en otra creación, y nuestra comunión tiene como base el hecho de que hay una nueva creación de vida en nosotros. La comunión del pueblo de Dios no existiría cinco minutos si cayéramos sobre el nivel de lo natural. Se fragmentaría. ¿Qué es lo que mantiene al pueblo de Dios unido y hace que hasta esta muy bendecida comunión sea uno de los más fuertes testimonios de la victoria de la cruz del Señor Jesús? Es el hecho de que comparten un solo Espíritu, una nueva creación de vida, donde todo es de Dios. Las cosas viejas pasaron. Tenemos que actuar sobre esa base. Tenemos que ajustarnos a ella.
Puedes observar que esta segunda carta a los Corintios sigue muy claramente en la posición de la primera. En la primera carta aparece lo siguiente: "3(Vosotros) aún sois carnales, pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales y andáis como hombres? 4Porque diciendo el uno (esa es la prueba de la carnalidad): Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales” (1 Corintios 3:3,4); otro dice: Yo soy de Pedro. Cuando todo el mundo dice “Yo”, esto demuestra que se trata de creyentes carnales. ¿No es este el distintivo de la vieja creación? Todas nuestras relaciones con la vieja creación parecen estar reunidas secretamente en torno a los intereses del "yo", justamente donde figuramos coyunturalmente en el asunto, ¿Cómo nos afectan las circunstancias? Según lo que podemos ganar o perder, lo que apunta a nuestra satisfacción. Si una persona en la vieja creación, no gusta de nosotros, simplemente nos lavarnos las manos, y decimos: "Bueno, todo está bien, no importa, puedo continuar así". Así es comúnmente cómo nos afecta. Si, por el contrario, la gente es como nosotros, entonces tenemos esto a favor de nosotros mismos. Nos gusta ser queridos, y no tenemos ningún interés por aquello que no satisfacer, que no gratifica ese "yo" de una u otra forma. Se trata de una jugada en todas nuestras relaciones comerciales. Se trata de una jugada en todo lo relacionado con la vieja creación. En algún lugar llegarás a descubrir que el elemento "yo" es el dominante.
El apóstol dice que la cruz del Señor Jesús ha puesto fin a esto, y nuestras relaciones son sobre una base totalmente nueva. Ya no son considerados los beneficios personales en nuestras relaciones, sino que ahora nos conocemos los unos a los otros según Espíritu, y nos ministramos mutuamente a Cristo. Ya tú dejas de ser un objeto sobre el cual yo fijo mi atención con el fin de obtener algún beneficio de ti; mi atención se dirige a ti para que yo pueda ser de utilidad para ti, que yo pueda ministrarte. Tú me odias, pero yo te amo aún más. Tú trabajas en contra mía, pero yo voy a orar por ti. Esa es la línea de la nueva creación. Se trata de un tipo diferente de cosas. De ahora en adelante a ningún hombre conocemos según la carne.
No estoy diciendo que siempre vivimos a la altura de este nivel, pero yo digo que es la manera de Dios de conformarnos a la imagen de Su Hijo, y cuando tú y yo sentimos que las actitudes de otros en contra de nosotros tienden a provocarnos a la venganza, tenemos que llevar eso a la cruz, y decir: El Calvario no permite esto. Siempre que hay una provocación de parte de lo que es de la vieja creación, a la vez tenemos que correr a la cruz y ver cómo es tratado eso allí, pues el Calvario significa que Uno murió por todos, luego todos murieron, y a partir de ahí no conocemos a ningún hombre según la carne.
LA CRUZ Y DOS ESFERAS O MODOS DE VIDA
Vamos a cerrar con una palabra sobre Gálatas. Hay mucha información en Gálatas sobre la cruz. Como hemos dicho, hay cuatro grandes referencias a la cruz en la carta. De esos cuatro, un pasaje es especialmente familiar para nosotros: "19Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. 20Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". (Gálatas 2:19-20). Es la cruz del Señor Jesús, en la que yo fui crucificado. ¿Cuál es la conexión de la cruz ahí? Señala la línea de distinción entre dos tipos de vida. Observa lo que el apóstol está diciendo aquí. Él está diciendo, en efecto: "Cuando yo estaba bajo la ley mi búsqueda era por la vida. Yo estaba buscando la vida. Yo quería vivir delante de Dios. Quería saber lo que era la vida en comunión con Dios; y a fin de conocer esta vida en comunión con Dios, yo buscaba la ley. Yo seguía sus prescripciones minuciosamente y con cuidado, y me dedicaba a todos sus preceptos y sus reivindicaciones. Cuando la ley decía una y otra vez: "Tú no puedes”, yo trataba de cumplir para tener experiencia; y cuando la ley decía en repetidas ocasiones: “Tú debes”, yo hacía todo lo que podía para mostrar que yo seguía la ley. Pero en mi devoción por la ley, en la medida en que la ley se alzaba delante de mí y establecía determinada norma, descubría que la vida en mí era contraria a la ley. El tipo de vida que estaba dentro de mí no podía corresponder con la ley, sino que siempre estaba trabajando en sentido contrario, de manera que la ley se convirtió en una carga que yo no podía soportar, algo que me derribó al piso. En lugar de salvarme, sólo me hizo sentir lo malo que yo era. En lugar de traerme vida, sólo hacía de la muerte una realidad mayor, a causa de la vida que había en mí. Yo no tenía vida dentro de mí que pudiese alcanzar hasta el propósito que yo estaba buscando, y hacer frente a los requerimientos de Dios. La ley se levantó y yo morí. ¿Cómo iba yo a ser salvo? Sólo podía ser salvo si hubiese habido otra vida colocada dentro de mí. Si otra vida fuese colocada en mí, entonces nadie necesita decirme: "Tú debes", y "Tú no debes". Tendré otra norma, un patrón, completamente diferente.
Si tan sólo yo pudiera tener la vida de Dios, entonces podría tener la naturaleza de Dios, y nadie tendría que decirme: "Tú debes hacer", y "Tú no debes hacer", y llenarme de mandamientos. Yo podría descubrir que había en mí aquello que era de Dios mismo, otra vida, haciendo posible todo. Así que el apóstol vio el significado de la cruz. "La cruz de Jesucristo", dice él, "significa el final de mí en esa antigua vida, el fin de aquella vieja vida muy devota, de aquella vieja vida que nunca podría llegar a ninguna parte, de aquella vieja vida que nunca podría hacer frente a los requerimientos de Dios. Yo había sido crucificado con Cristo a esa vida, y por lo tanto, cuando esa vida murió, yo morí para ese tipo de cosas, a esa ley. Sobre un hombre muerto ninguna ley puede operar. Así, a través de la muerte me escapé de la ley. Pero ahora vivo, y no vivo yo, sino que Cristo vive en mí una nueva vida, la vida divina, Cristo vive en mí. Eso es lo que la cruz de Cristo ha hecho por mí. Yo tenía una vida que era totalmente incapaz de llevarme a cualquier posición de descanso y satisfacción. Era una vida que no era la vida absolutamente. Era una muerte en vida, y yo me mantuve consciente de ese hecho por medio de la presencia misma de la ley de Dios. Ahora, he muerto con Cristo a la vida, y morí a esa ley, y he resucitado con Cristo, y es Cristo quien vive en mí ahora, y por la vida interior de Jesucristo he llegado a conocer lo que Cristo es".
Es la vida sobre la cual el apóstol está poniendo el énfasis aquí. "La vida que ahora vivo en la carne (esta vida), la vivo en la fe, la fe que es en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí". ¡Bendito sea Dios! Este es el camino de la liberación, el camino de la emancipación, el camino de la victoria.
Debemos mencionar las otras tres referencias sobre esto, sin detenernos mucho. Gálatas 3:13-14 corresponde mucho a lo que acabamos de decir, que llega a ser casi como una reiteración. Es parte del mismo argumento. "13Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu". Aquí tienes a través de la cruz del Señor Jesús no sólo una nueva vida, sino un nuevo poder, y que el poder no es otra cosa que la presencia personal del Espíritu Santo en la vida. Pasamos mucho tiempo en eso en nuestra última meditación, y no hay necesidad de decir nada más al respecto, sino simplemente que si el Espíritu Santo, Dios el Espíritu Santo, reside dentro de nosotros sobre la base de nuestra resurrección y unión con Cristo, sobre la base de lo que la muerte de Cristo significa, entonces todo el propósito de Dios se hace maravillosa y vitalmente posible. El Espíritu Santo, que reside dentro de nosotros, seguramente será el poder por medio del cual alcanzaremos el propósito de Dios. Esto naturalmente es resuelto en el siguiente punto en el capítulo 5 versículo 24. "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos".
Aquí está la cruz de nuevo, y en esta conexión, nos dice que aquellos que han sido crucificados con Cristo, los que han entrado en esa unión con Él en Su muerte y su sepultura y su resurrección, tienen una nueva disposición, "han crucificado la carne con sus pasiones y sus concupiscencias". Tienen una disposición en contra de todas esas cosas, y tienen cosas que están de acuerdo con Cristo. Se trata de una disposición nueva, o, si se quiere, una nueva naturaleza.
Por último, en el capítulo 6, versículo 14: "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo".
Es interesante observar la forma particular en que el apóstol habla del mundo aquí. Ese término es muy amplio, e incluye un acuerdo muy grande. Aquí Pablo va directo al espíritu del asunto. Puedes observar el contexto. Es bueno para nosotros tenerlo en cuenta. "Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne" (versículo 13).
¿Qué quiere significar el apóstol? Ellos quieren decir: ¡Vean cómo estamos haciendo muchos prosélitos! ¡Vean cuántos seguidores y discípulos estamos recibiendo! ¡Véase cuán exitoso es nuestro movimiento! ¡Vean qué poder estamos metiendo en el mundo! ¡Vean todas las señales de la bendición divina que descansa sobre nosotros! El apóstol dice: Esto es, en principio, la mundanalidad y el espíritu que es del mundo. Él establece un contraste a esto en su propia posición espiritual. ¿Debo buscar la gloria de los hombres? ¿Trato de ser agradable a los hombres? ¡No! ¡No! El mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Todo ese tipo de cosas no me importa. Lo que importa para mí, no es si mi movimiento es exitoso, si estoy recibiendo una gran cantidad de seguidores, si existen todas las manifestaciones con apariencia de éxito; lo que importa para mí es la medida de Cristo en aquellos con los que tengo que trabajar.
Es maravilloso cómo al final de la carta recae de nuevo sobre estos Gálatas, y sobre todo el objetivo de la carta. Recordamos las palabras en las que es resumido ese objetivo. "Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros" (Gálatas 4:19). Cristo formado en vosotros, esa es mi preocupación, dice él, eso es lo que me interesa, no ensanchamiento, no grandiosidad, no popularidad, no teniendo relación con el mundo de modo que digan que este es un ministerio exitoso, y un exitoso movimiento. Eso es mundano. Estoy muerto para todo eso. Estoy crucificado con Cristo para todo eso. Lo que me interesa es Cristo, la medida de Cristo en ti.
Tú ves cómo el mundo puede arrastrarse, y cómo podemos llegar a ser mundanos, casi imperceptiblemente, al tener en cuenta las cosas aparentes, de cómo los hombres pensarán y hablarán, lo que dirán, la actitud que tomarán, de la medida de nuestra popularidad, lo que hablen de nuestro éxito. Todo esto es del mundo, dice el apóstol, el espíritu del mundo, que es cómo el mundo habla. Esos son los valores a los ojos del mundo, pero no a los ojos del Cristo resucitado. En la nueva creación, en el lado de la resurrección, de la cruz, una sola cosa determina el valor, y esto es, la medida de Cristo en todas las cosas. Nada más tiene valor, en absoluto, por grande que sea la cosa, cuán popular, sin embargo, no importa cuán favorablemente los hombres puedan hablar al respecto, en el lado de la resurrección esto no tiene ningún valor. Lo que cuenta es cuánto de Cristo hay. En la cruz del Señor Jesús, tú y yo debemos llegar al lugar donde estemos crucificados a todos los otros elementos. Ah, tú puedes ser impopular, y la obra es muy pequeña, puede que no haya ni un aplauso, y el mundo puede despreciar , pero en todo debe haber algo que es de Cristo, y eso es algo sobre lo cual nuestros corazones se deben establecer. El Señor nos conceda la gracia para esta crucifixión. Hay pocas cosas más difíciles de soportar que ser despreciado, pero Cristo fue despreciado y rechazado por los hombres. Lo que una cosa es a la vista de Dios debe ser nuestra norma. Este es un patrón de la resurrección. Ahora esta es la victoria de la cruz. "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (Gálatas 6:14).
Así puedes ver que en cada punto la cruz está relacionada con el pleno propósito de Dios, de conformarnos a la imagen de Su Hijo. El Espíritu Santo debe mantener la cruz en funcionamiento en nosotros, y debemos mantener nuestra actitud con relación a la cruz, para mantener el camino abierto y claro para el propósito de Dios, la imagen de Su Hijo.
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