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El Testimonio del Señor y la Necesidad del Mundo

por T. Austin-Sparks

Capítulo 2 - El Instrumento del Testimonio

“Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios. Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:1-7).

Más de una vez hemos oído que lo que el mundo necesita hoy es otro Pablo. Pero dos cosas deben ser dichas en respuesta a esa afirmación.

Una es que otro Pablo, o incluso el propio Pablo, difícilmente daría oídos al mundo cristiano de hoy. Él se opondría tan severamente al cristianismo de nuestro tiempo, que harían con él, Pablo, lo que el judaísmo hizo con el Señor Jesucristo y con el propio Pablo al principio.

Lo otro que parece contradecir eso es que es muy necesario e importante recordar que Pablo fue un representante de la Iglesia, la cual era el vaso corporativo para el testimonio del Señor para esta dispensación, y que el Señor nunca pretendió repetir a Pablo personalmente, y tener un Pablo individual o en persona en cada generación de esta dispensación. Mas lo que el Señor pretendía era que toda la Iglesia fuese, en esta dispensación, lo que fue Pablo. Pablo fue colocado como un modelo, un representante, una personificación de toda la Iglesia para la dispensación, y aquello que era expresado por Pablo, siervo de Dios, debía ser la real constitución de la Iglesia. Las características de la vida espiritual de Pablo debían ser las constitutivas de la Iglesia del el comienzo al fin de la dispensación, para que pudiésemos estar más próximos del blanco.

Así, diríamos que lo necesario hoy sería no otro Pablo, sino la Iglesia de acuerdo con Pablo, en su constitución espiritual. No es el Pablo individual o en persona, sino que es lo que veo espiritualmente a través de Pablo y con él, constituyendo a la Iglesia, constituyendo a todo el Cuerpo.

Un Vaso Escogido

Ese es el fundamento de nuestra presente consideración. Estamos lidiando con el vaso del testimonio, y sabemos que, al comienzo de la vida espiritual de Pablo, esa misma palabra fue atribuida a él. En las exactas primeras horas de su encuentro con Cristo en un camino de salvación, las palabras concernientes a él fueron: “Un vaso escogido para mí”. Descubrimos que en el pleno desarrollo de su vida espiritual, Pablo se convirtió en un instrumento representativo, o sea, un vaso con el cual la Iglesia debe estar conformada en lo que dice respecto de los componentes espirituales.

No estamos olvidando que la Iglesia debe tener a Cristo como modelo, que Cristo es el patrón de la Iglesia, que la Iglesia adquiere su carácter de Cristo y debe ser conformada a Cristo. Pero Cristo se reveló de manera peculiar a su siervo Pablo, en él y por medio de él puso propósitos prácticos relacionados con la Iglesia. Es necesario decir solamente que la Iglesia no fue revelada a través de Cristo de manera definida y sistemática, sino que Cristo reveló la verdad de la Iglesia de maneras definida y sistemática a su siervo Pablo y por medio de él. No es la Iglesia de Pablo, sino la Iglesia de Cristo; es más, la revelación de Cristo vino a través de Pablo. Es necesario recordar que ninguna revelación posee valor si fuere trabajada solamente en la experiencia de la persona misma a quien es dada tal revelación. Luego, son la historia y la experiencia espiritual de Pablo lo que da valor a la revelación, y de esta manera, la verdad se armó de valor práctico por haber sido trabajada en un hombre.

Al considerar ese vaso escogido, ese instrumento representativo, vemos algunos elementos que se encuentran relacionados.

El Vaso Anterior fue Suplantado

Comenzamos diciendo que Pablo, de modo representativo, fue el vaso que suplantó a otro. Para explicarlo mejor, vamos a la propia Escritura, y comparemos dos pasajes.

En el conocido pasaje de Jeremías 18 encontramos la casa del alfarero, la rueda del alfarero y el vaso del alfarero. Leamos los versículos 3, 4 y 6:

“Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel”.

Observa ahora los versículos del 7 al 10:

“En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles, y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y para plantar. Pero si hiciere lo malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había determi- nado hacerle”.

Ahora regresa a la epístola a los Romanos 9:21-25:

¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles? Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada”.

Las implicaciones del contexto están perfectamente claras. Israel era una nación a la cual le había propuesto lo bueno. Pero esa nación hizo lo malo, y el Señor se arrepintió del bien, y la arrancó. ¿Cuándo fue arrancada? Cambiando la metáfora, fue el día en que el Señor maldijo a la higuera. La nación de los judíos, que hacía lo malo ante los ojos del Señor, a pesar de su propuesta del bien para ella, fue, pues, rechazada.

Israel fue el primer instrumento, y se estropeó en las manos del Alfarero. El Alfarero prepara otro vaso conforme Su voluntad, para que tome ese lugar, para que lo sobrepase y para que cumpla el propósito que Él tenía en Su corazón, y que el otro vaso fracasara en cumplir. El instrumento que sustituyó al otro es la Iglesia, y Pablo es un modelo de eso, como el vaso escogido. La historia completa de Pablo revela claramente que Dios otro vaso introdujo en Su propósito, lo que hizo a un lado al judaísmo.

La importancia de la vida de Pablo ¿no fue que el judaísmo haya sido rechazado? ¿Y no fue este principal conflicto con el judaísmo el instrumento que aún procuraba colocarse dentro del propósito de Dios, sino a quien Dios repudiara? El Señor preparó otro instrumento, la Iglesia, para ser encajada en el lugar del primer vaso. Pablo era el modelo perfecto y, espiritualmente, la personificación de eso. Así, Pablo se convirtió en el representante, el vaso que suplantó al otro vaso.

Este hecho lleva consigo una consecuencia muy amplia y bien determinada a la Iglesia, pues en el pensamiento de Dios, la Iglesia es el instrumento que satisface espiritualmente todo el propósito que fuera representado por Israel, el cual, sin embargo, Israel dejó de cumplir. Los propósitos para Israel, motivo por el cual fue constituida esa nación, representan una esfera muy extensa de meditación. Esos propósitos son muchos y variados, y también maravillosos; pero Israel fracasó. Dios, entonces, introdujo un nuevo instrumento que cumpliese espiritualmente esos propósitos, que hiciese sobresalir todas las cosas espirituales relacionadas con Israel que estaban en segundo plano. Necesitamos solamente leer la carta a los Hebreos (cuya redacción creemos que verdaderamente haya recibido alguna influencia de Pablo, y una influencia bien definida) para ver que en la Iglesia existen espiritualmente todas aquellas cosas que estaban ocultas en el centro de la vida religiosa de Israel.

Dejemos ese asunto por un momento, cerrándolo con la siguiente posición: la Iglesia aparece y está representada por Pablo como algo que ocupa el lugar de un sistema religioso meramente exterior, no obstante haber estado ese sistema en comunión vital con Dios, y asimismo habiendo sido acercado a Dios por Él mismo. Y en el mismo momento en que ese vaso falla en ser una fuerza espiritual en el mundo, deja de ser instrumento de Dios, un vaso de Dios. Y lo mismo habrá de ser dicho sobre el cristianismo, sobre cualquier parte del cristianismo que siga el mismo camino; inmediatamente deja de ser una fuerza espiritual en el mundo, deja de ser un instrumento de Dios.

Lleganos, pues, a nuestra primera conclusión: La Iglesia es convocada para que sea una fuerza espiritual, y no meramente un sistema religioso organizado. Ese es el vaso que vemos en Pablo, que está ligado a su persona.

Un Recipiente Nuevo

El segundo item, que es muy similar al primero, es el hecho de que Pablo represente muy claramente al nuevo recipiente, que es una nueva forma de vaso. Estamos tratando ahora acerca de la separación total y clara que se observa en la vida del apóstol, entre su antigua vida religiosa y lo que él tiene por medio de su nueva vida de comunión con el Señor Jesús. Todo vino a ser, sin duda, absolutamente nuevo. No estamos queriendo decir que solamente hubo una renovación. Hay una diferencia total entre renovación y novedad. Podemos hacer que algo viejo parezca nuevo, pero no es en ese sentido que nos estamos refiriendo al nuevo vaso. Él no era renovado. Sino nuevo. Eso era algo que nunca había ocurrido antes. Eso quiere decir que ocurrió el fin definitivo y consumado de una historia. La historia del apóstol Pablo antes de la experiencia en el camino de Damasco fue entera y definitivamente escondida. Aquella historia conoció su fin, y comenzó ahí una historia completamente nueva. Las dos están divididas por tres años de soledad en Arabia; y, entonces, tuvo comienzo algo completamente diferente de todo lo acontecido hasta entonces. No había nada que se pudiese aprovechar del pasado. Sería bueno que leyésemos nuevamente y con mucha atención las cartas de Pablo, para confirmar cuán integralmente enterrada estaba para él la historia pasada, y cuán absolutamente diferente y nuevo estaba todo desde cuando él vio quién era Jesús de Nazaret, y todo lo que estaba ligado a Él.

Ahora regresamos al punto que estamos presentando: que Pablo aparece como el representante del vaso del testimonio, la personificación de todas las características y principios espiritua- les de la Iglesia de acuerdo con la mente del Señor celestial; y en este segundo punto encontramos a la Iglesia definida como algo complemente nuevo, que no trae nada de lo que pertenece a la antigua vida. Eso implica novedad en su constitución, en todos sus miembros, en todos sus métodos, en todos sus significados, en todo lo que ella es y en todo lo que tiene. Nada trae de la vieja creación, de la vieja vida; o sea, hubo una historia que finalmente fue enterrada cuando la Iglesia fue concebida. Para dejarlo más claro, el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, está compuesta por un conjunto de personas que poseen una división clara entre una historia antigua y una nueva, y que no traen a su nuevo reino, a su nueva vida, a su nuevo servicio, elemento alguno de la vieja creación, ni tampoco algo religioso.

Pero esta ha sido la celada del enemigo para muchos: Si es admitido que traigamos alguna cosa de los viejos caminos pecaminosos o de la vieja vida de pecado, podemos traer alguna cosa religiosa. Pablo es ahora un ejemplo de lo que no es así. Él nos dirá que desde cuando fue concebida su vida religiosa, ella era furiosamente ardiente, apasionada, intensa, y él era extremadamente celoso (cfr. Gálatas 1:14). Él percibió que todo eso estaba errado y que eso era gobernado por fuerzas diferentes a las del Espíritu Santo.

Debemos tener en mente que cualquier vida gobernada por otra fuerza que no sea la del Espíritu Santo, es una vida de engaño. Aunque seamos tan intensos, vehementes y enteramente dedicados a los intereses del Señor, si estuviéremos colocando la fuerza de nuestra vida natural antes que ese entusiasmo, seremos las personas más engañadas e ilusas. Yo nunca tuve dudas sobre eso, pero hoy estoy más convencido de lo que jamás estuve de que la causa de la decepción es una voluntad natural fuerte proyectándose en asuntos religiosos; cuanto más fuerte fuere la voluntad natural en su acción en las cosas religiosas, más profunda será la decepción. En el caso de Saulo de Tarso, hay un deseo impresionante proyectado en la esfera religiosa, de tal modo que él tiene que confesar finalmente: “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret” (Hechos 26:9). Él hizo lo que pensaba que era su deber, pero se vio decepcionado al percibir que estaba trabajando exactamente en el camino opuesto de aquel en el que suponía estar trabajando. Hay un terrible peligro en el proyectar alguna parte de la propia vida natural en los asuntos de Dios.

En la mente del Señor, la Iglesia es algo nuevo, que trasciende los cielos, y sus energías y recursos espirituales son del Espíritu Santo. No nos es posible alcanzar eso hasta que tengamos enterrada definitivamente la historia de la vieja creación.

Es algo que debemos agarrar, aunque no logremos entenderlo por completo. Si parece algo fuera de nuestra comprensión, aun así lo debemos agarrar como podamos. La necesidad de que el Señor tenga un vaso nuevo, esto es, que tenga su vieja historia de la vida natural sepultada, y esté ahora totalmente bajo el control, gobierno y dirección del Espíritu Santo, es algo por lo cual debemos orar, para que el Señor gane un pueblo así. Es eso lo que queremos decir cuando declaramos que Pablo fue colocado por el Señor como un representante de la Iglesia y la personificación de los principios del verdadero Cuerpo de Cristo. Lo necesario, a través de esta dispensación, es que la naturaleza de la Iglesia sea aquello que está revelado por medio del apóstol Pablo: no traer ningún elemento de la vieja creación.

Divinamente Encarcelado

El tercer factor en este vaso del testimonio es un hecho divino y definitivo de aprisionamiento. Pablo se presentaba como un prisionero de Cristo Jesús. Es la manera en que explicaba su experiencia en aquel camino, en el que él fue repentinamente aprisionado por los cielos. Él estaba preso. Es como si, en nuestro lenguaje actual, el Señor dijese: “¡Yo te atrapé! Estuve tras tu rastro durante mucho tiempo ¡pero ahora Yo te atrapé!” Y Pablo sabía que estaba preso. Mas fue un acto soberano, un acto de los cielos.

En lo que se refiere al aprisionamiento de Pablo, creemos que también en eso él representa a la Iglesia. La Iglesia no es algo que el hombre pueda crear. No es algo constituido por el hombre. No es alguna cosa que podamos organizar, reuniendo y multiplicando personas. No podemos hacer adeptos a la Iglesia.

La iglesia que hoy es llamada “la Iglesia” está constituida por aquellos que están bajo alguna especie de influencia humana y sujetos a quien los “trajo a la iglesia”; y el problema que se deriva de eso es que, cuando se quiere ver el orden divino restablecido en la Iglesia, da la impresión de que la mayoría de ellos jamás hubiesen venido. Ahí reside el problema, pues el punto central es que la Iglesia es divinamente constituida, es la expresión de la soberanía divina. Todo lo que podemos hacer es predicar a Cristo. Y todo lo demás lo hará el Espíritu Santo. Y cualquier miembro que no haya sido agregado por el Espíritu Santo a Cristo, será un factor de debilidad para Su Cuerpo. ¡Prisioneros de Cristo Jesús! ¡Estamos bien seguros en esa condición!

El Vaso Liberado

Ahora, en esa representación del vaso, vemos al vaso liberado. Nuestro principal medio para ver cuán complemente ocurrió eso es, sin duda, la carta del propio Pablo a los gálatas, de la cual la palabra clave es libertad, “nuestra libertad en Cristo”. Ya sabemos cuál fue la dificultad enfrentada. Aquellos judaizantes aún veían a la Iglesia como algo semejante al judaísmo, con su orden, con su forma, con su sistema, con su ritual, cosas esas que querían imponer a cada convertido, llevando a cada convertido a cumplir la rígida letra de la ley. Pablo, en su propia experiencia, por medio de la revelación divinamente recibida, estaba completa y absolutamente contra todo eso, por haber visto que Cristo no es un conjunto de leyes y reglamentos, de ritos y formas exteriores, sino que Cristo cumplió todo eso en Su propia persona, y ahora confirma espiritualmente el valor de eso en Sus siervos. Él es el altar: Dios y el hombre se encuentran en Él. Él es el sacrificio; en Él el pecado es tratado. Él es el sacerdote, el único mediador entre Dios y el hombre. Él es el propio tabernáculo, y ahora toda la asamblea se reúne en adoración, ya no en templo alguno o en algún predio específico, por ser obligada a eso, sino en cualquier lugar en que Cristo sea el centro; Él constituyó a la Iglesia. La Iglesia no es constituida por una lista de miembros o un predio especial, un lugar de reunión; es ser una con Cristo en su esencia lo que es una expresión de la Iglesia. Él, por Su presencia en los Suyos y con los Suyos, es la Iglesia. Y luego que traspasamos todo el sistema, vemos que todo dejó de ser algo exterior y se convirtió en un vínculo puramente espiritual con Cristo en un camino de vida. Pero los judaizantes dijeron: “¡No! ¡A menos que vosotros seáis circuncidados no podéis ser salvos! ¡Estas cosas deben ser observadas conforme a la ley!” Y de ese modo fue iniciada la batalla, y Pablo luchó para obtener la victoria a fin de liberar a los creyentes de toda la ley.

Hoy ya no necesitamos trabar esa batalla contra el judaísmo, pero ha surgido una situación semejante a medida que el cristianismo se fue convirtiendo en un sistema exterior de formas, ritos y órdenes, ampliamente gobernado, regulado y controlado por el hombre; la vida ha sido grandemente dejada por fuera, resultando en esclavitud y muerte espiritual. Pablo permanece como un instrumento plenamente liberado de toda esa suerte de cosas, y de esa manera él es una representación de la Iglesia, cuya libertad es de aquella naturaleza donde Cristo es todo –y conociendo a Cristo de manera viva lo tenemos todo. No estamos bajo ningún tipo de ley exterior, y nunca necesitamos temer quebrantar las leyes morales, si estuviéremos en un vínculo vital con el Señor Jesús. El vaso está liberado. Pablo le lama a eso “nuestra libertad en Cristo”.

La Vocación del Vaso

La vocación puede ser resumida en una palabra de 2 Corintios 4:7: “Tenemos este tesoro en vasos de barro”. ¿Qué tesoro? La iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. ¿Cuál es la vocación del vaso? ¿Cuál es el trabajo, el ministerio e la Iglesia? ¿Para qué somos llamados como participantes de eso? Para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.

Ese es un gran llamamiento, pero también es una gran búsqueda. Podemos atestiguar la membresía de la iglesia (si es que podemos utilizar tal palabra) con esa colocación de Pablo. Decimos que pertenecemos a la Iglesia y somos miembros de ella. Bien, ¿y en cuanto a la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo? ¡Ese es el propósito de la Iglesia! ¡Ese es el objetivo del vaso! Nada puede sustituir eso, pero un gran número de cosas puede ocultar ese hecho.

En el caso de Pablo, eso no solamente era verdad, como también hubo una maravillosa manifestación de Dios en aquel vaso, especialmente con relación a la vida de resurrección. Ese parece ser uno de los aspectos fundamentales de la revelación de Dios en Cristo. Si buscamos los vestigios del conocimiento de la gloria de Dios en el Nuevo Testamento, concluiremos que la señal más excelente de la gloria de Dios es el poder de Su resurrección.

Tome nuevamente a Pablo como ilustración. Lea todo el catálogo de sus sufrimientos, de aquello por lo que él pasó, y véalo en su quebrantamiento, fragilidad y debilidad, “en peligros de muerte, muchas veces” (2 Co. 11:23), desesperándose de la vida, con la sentencia de muerte sobre él; y a apesar de eso, ¡cuánto ganó! ¡Qué ministerio! ¡Qué tremente realización! ¡Qué extensión! ¡Qué profundidad! ¡Qué plenitud! ¡Qué persistencia! Por causa de eso, él parece hoy más poderoso que en cualquier otra época. ¿Cómo explicar eso? Eso no se puede explicar como si fuese la capacidad física de Pablo. ¡No! Eso no se explica basándonos en valores humanos. Aunque pueda ser dicho mucho acerca de su intelecto, de su persistencia, de su maravillosa determinación y de todas las cosas realizadas, Pablo repudiaría todo eso. Y él lo hizo al decir: “Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. En otras palabras, él estaba diciendo: “Yo soy un frágil vaso de barro, y si hay alguna realización, si hay alguna persistencia, si hay alguna eficiencia, debe ser acreditada al poder, a la excelente grandeza del poder que es de Dios y no de mí mismo”. Eso es Dios en Su vaso, en el poder de la vida de resurrección.

Volviendo a nuestro pensamiento original, notamos que Pablo es un modelo de la Iglesia como a Dios le gustaría que fuesen todos los miembros, a fin de que haya aquello que nunca podrá ser obtenido en bases humanas: el poder de Dios en la resurrec- ción. ¿Se siente usted como un frágil vaso de barro? ¿Cómo encara usted todo esto? Dice usted: “Bien, entonces no soy bueno, no puedo servir a propósito alguno, no hay utilidad en que se espere algo de mí, no he alcanzado lo necesario para ser de alguna utilidad al Señor”. Eso que usted dice, ¿es porque se siente un frágil vaso de barro? Pablo fue así, pero (un poderoso “pero”) podemos ver lo que es posible a través de frágiles vasos de barro: ¡la excelencia del poder de Dios!

La Iglesia, como la conocemos hoy, en todo tiempo está intentando ser algo diferente de un frágil vaso de barro; ella no quiere que el mundo la observe como tal. Quiere ser muy imponente, que pueda presentarse al mundo en su propio pedestal y encararlo en sus propios términos. Sí, ella ha sustentado, o desarrollado, ese hábito de intentar impresionar al mundo con sus propios recursos. Pero en el Nuevo Testamento ella es un frágil vaso de barro. La comparación entre la eficiencia actual y la de aquel tiempo es muy triste, lamentable.

Vamos a concluir con una palabra de aplicación. Hemos visto lo que es el vaso del testimonio, y debemos estar prontamente más dispuestos a rogar que el Señor tenga un vaso de ese tipo; que seamos tales vasos individualmente; que el pueblo del Señor sea constituido como tales vasos en todos los lugares; que el Señor tenga un vaso, representado por individuos y grupos en la tierra, de acuerdo con el patrón de su siervo Pablo, por medio de quien Él dio la revelación de su propio pensamiento, de manera viva y experimental, con relación a lo que debe ser la Iglesia, el instrumento del testimonio. Eso es lo que acontece en un camino espiritual, en contraposición a un camino meramente histórico y tradicional; es lo que señala el fin de la historia de la naturaleza y el comienzo de la historia del Espíritu Santo en el hombre; lo que es soberanamente erigido por el propio Señor, y no constituido ni conducido por actividades humanas; es lo que es absolutamente libre en Cristo y para quien Cristo es todo y satisfaga toda la necesidad del hombre en aquello que está típicamente representado en el Antiguo Testamento: ritual, profeta, sacerdote y rey, altar y trono de misericordia, sacrificio y templo. Él es todo eso, y en Él está el conocimiento de la gloria de Dios llevado a través de frágiles vasos de barro en el poder de Su resurrección.

Ahora vemos cómo es levantado eso. ¿Pero es posible? ¿Hay alguna utilidad en rogar al Señor a fin de que alcancemos eso? Si fuere verdad que esa es la voluntad del Señor, estaremos errados si abandonamos cualquier cosa que el Señor haya revelado como Su voluntad, por más que tal cosa parezca imposible, aunque su restablecimiento sea excesivamente arduono obstante, es posible. Es posible individualmente. Es posible en usted, es posible en mí, que de alguna manera esas cosas se conviertan en reales. Y si es posible en individuos, ¿qué es el conjunto sino un agregado de individuos? Luego, el Señor puede hacer esa obra. Debemos rogar al Señor para que realice algo así en la tierra; no una nueva secta, una nueva denominación, una nueva organización, sino sus propios hijos viviendo en comunión con Él en esa base. Vamos a rogar por eso con mucha determinación.

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