por T. Austin-Sparks
Capítulo 3 - El Ministerio para la Liberación y la Vida de los Escogidos
Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. (1 Pedro 2:4-5)
Mas los sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario cuando los hijos de Israel se apartaron de mí, ellos se acercarán para ministrar ante mí, y delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dice Jehová el Señor. Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi mesa para servirme, y guardarán mis ordenanzas. Y cuando entren por las puertas del atrio interior, se vestirán vestiduras de lino; no llevarán sobre ellos cosa de lana, cuando ministren en las puertas del atrio interior y dentro de la casa. Turbantes de lino tendrán sobre sus cabezas, y calzoncillos de lino sobre sus lomos; no se ceñirán cosa que los haga sudar. (Ezequiel 44:15-18)
Hemos estado tratando de ver algunos de los rasgos que caracterizan a esta casa espiritual, haciendo memoria de las palabras del Apóstol, “pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros” (Hebreos 3:6). Esos rasgos que ya hemos contemplado son que esta casa espiritual tiene como objeto de deseo, en primer lugar, la manifestación de la exaltación del Señor Jesús; en segundo lugar, ser el vehículo a través del cual se ministran la gloria y el buen parecer de Dios.
LA PRESENCIA DE UNA CASA ESPIRITUAL: EL PUNTO DE PARTIDA PARA LA RIVALIDAD SATÁNICA
Ahora pasaremos levemente la mano sobre el tercer rasgo de aquellos caracteres primordiales, que consiste en que, siguiendo el propósito de Dios, esta casa espiritual está aquí para ministrar para la liberación y la vida de los escogidos. No vamos a detenernos mucho tiempo en esa última palabra, “los escogidos.” No es necesario que recelemos de ella. Es el pueblo de Dios el que se extiende a la vista; la Iglesia es conocida desde antes de la fundación del mundo, escogida según la preescencia de Dios el Padre, escogida en Cristo antes de que el mundo fuera, y la casa espiritual existe con el objeto de ministrar para la liberación y para la vida de ese pueblo. Esta es la gran vocación del pueblo de Dios, o parte de esa vocación. Tan grandiosa, de tal vital importancia, que inmediatamente después de la comparecencia de la Iglesia todo el infierno se removió desde los abismos en su contra. La llegada misma de la iglesia fue la señal y ocasión de un poderoso revulsivo por parte del enemigo, un moverse a lo largo de muchas líneas y medios distintos, dos de los cuales pueden discernirse claramente, y de cierto que se nos está obligando a contemplarlos de frente en estos días si reconocemos el hecho de que detrás de cuanto está aconteciendo en este tiempo sobre la tierra hay un sistema espiritual de cosas. Esa doble acción que desde un comienzo ha ejercitado el enemigo ha consistido primeramente en un trabajo sutil desde dentro para llevar a la Iglesia a un colapso interno; y en segundo lugar un acoso por la fuerza bruta. Creo que no hay nada más que decir para indicar la naturaleza de las cosas. Es satánico y se vale de métodos satánicos.
El primer indicio en la historia de la Iglesia de que Satanás estaba obrando, haciendo uso de ese movimiento secreto, interior y sutil propio del enemigo, fue a través de Ananías y Safira, y enseguida se pronunció como algo satánico. “Por qué ha llenado Satanás tu corazón...” Fue algo que provino de dentro mismo y fue un sutil movimiento de piezas de Satanás para traer colapso interno. Si no hubiese sido por el presto juicio de Dios sobre aquello, se habría propagado como una úlcera. Hubiera obrado bajo cuerda hasta que la Iglesia hubiese sido un hervidero para ese tipo de cosas. Entonces, no mucho después, se hizo manifiesta la otra forma de actividad satánica, que dicho en una palabra es el uso abierto, directo y agresivo de la fuerza para intentar por medios directos de atropellar y pisotear a este instrumento de Dios que había sido traído a vida; y todo cuanto ha sido sujeto a persecución incesante a una escala cada vez más agresiva a lo largo de los tiempos es por sí mismo significativo en relación con la grandeza de la vocación de la Iglesia. Es indicativo de que Satanás reconoce que todo se reduce a ser él o ser la Iglesia; ambos no pueden proceder a la par.
Dejad que vuelva a decir que no estamos exentos de amplia evidencia en cuanto a que los sucesos actuales en el mundo no son meramente políticos y temporales, sino espirituales en su naturaleza y esencia, y que, como incluso ciertos hombres del mundo pronuncian y reconocen, tienen trasfondo satánico. Si eso es cierto, podemos llegar a una conclusión, es decir, que lo que está en el juego de Satanás no es sólo suprimir a ciertos individuos sobre la tierra. Se trata de tocar algo dentro o entre los pueblos que suponga una amenaza a ese dominio mundial de Satanás a través de su Anticristo. Si eso hiciera debida morada en nuestros corazones como debiera, y como seguramente aún ha de ser impreso con mayor ímpetu por causa de la fuerza mayor de las propias circunstancias, tendríamos que reconocer que no sólo está sobre el tapete nuestra existencia como la Iglesia, sino que confrontamos la gran prueba, quizás la prueba final, de si estamos o no cumpliendo nuestro llamado celestial.
EL ASALTO DE SATANÁS CONTRA CRISTO EN SU CASA
Si os dais cuenta, todo el esfuerzo de Satanás desde el comienzo ha sido destruir la vida del pueblo de Dios aquí sobre la tierra. La vida de Cristo en la Iglesia es el objetivo de Satanás en esta dispensación, y en la misma medida que la Iglesia es llamada a entrar en relación directa con el despliegue del propósito eterno de Dios —pues la Iglesia no sólo es llamada según ese propósito, sino que es el instrumento escogido para el despliegue de ese propósito— tal cosa implica forzosamente la manifestación del poder más terrible que contiene este universo en contra del propósito de Dios.
LA GRANDEZA DEL CRISTO DE DIOS
¿Cuál es el propósito de Dios? Bien, tiene que ver con lo primero con que estuvimos ocupados en relación con esta Casa de Dios, a saber, la exaltación del Hijo de Dios al trono del universo. Ese es el propósito de Dios enunciado de un modo comprensible, de un modo en que todo está implícito; y la Iglesia está invitada, no sólo para compartir esa exaltación, sino para ser instrumento en el despliegue de ese propósito.
Por lo tanto, repetimos, si es verdad, entonces eso implica la manifestación de este terrible poder de Satanás; porque la exaltación del Señor Jesús al lugar supremo no es cosa mecánica ni automática. Es un tema espiritual, y es llevado a cabo por un poder espiritual. Por eso somos designados “piedras vivas.” No somos ladrillos arrejuntados; somos parte y parcela de la vida misma de Cristo y del propósito de Dios en cuanto a Cristo, y es esa vida Suya en una manifestación final, plena, la que mostrará la gloria del Señor Jesús. El Señor Jesús no puede ser manifestado en gloria como Señor supremo en el universo de Dios hasta que los escogidos alcancen a tocar ese lugar de triunfo absoluto sobre el poder de la muerte, y así es que mediante el triunfo de la Iglesia se muestra la gloria de Cristo. Así pues se convierte en un asunto de vida o muerte, un asunto espiritual, y no simplemente algo frío, inerte y mecánico. Estamos insertos en algo muy real. Llegará el día en que sepamos que, para alcanzar la meta de Dios, el instrumento por medio del cual ese propósito es desplegado hasta las últimas consecuencias deberá enfrentarse al último fragmento y vestigio de poder satánico. Entraña el despojo absoluto del poder de Satanás con el fin de que Dios pueda mostrar cuán grande es Su Cristo.
Ese es el principio que recorre la Palabra de Dios de lado a lado. Puedes ver su silueta resaltar una y otra vez en evidentes ejemplos, uno de los cuales se contiene en la palabra dirigida al Faraón: “para este propósito te he levantado, para que pueda mostrar mi poder en ti.” Así pues a Faraón se le otorgó un enorme margen de libertad. Cuando tras la primera plaga Faraón rehusó a Dios, Dios podría haber llegado y pisotearlo, destruirle de un plumazo, y de Faraón no se hubiera sabido más. Pero Dios se valió de él, echó un pulso con él para ver cuanto aguantaba; una vez, dos veces, tres veces, hasta 10 veces, la medida completa del vaso de Faraón; echó un pulso con él y todo aquello sirvió para provocarle con el fin de que, mostrando cuánto poder había en contra de Dios, Dios pudiera llegar al fin y mostrar cuán mayor era Él que el mayor de los que se oponían a Él. Sólo se trata de una proclamación, de un símbolo.
Pero, sabéis, no nos las estamos viendo contra meros Faraones ni dictadores. Nos enfrentamos a toda la potencia del propio Satanás. Yo digo que la Iglesia se enfrenta a eso, y se ha de demostrar que la Iglesia, siendo el instrumento que ha de alcanzar la meta de Dios y cumplir o desplegar el propósito de Dios, es absolutamente superior a Satanás. Allí donde el Señor introduce Su vida en Su pueblo, lo más seguro que ha de acontecer a esa gente es que contribuirán a atraer la muerte en su contra. Es verdad. Increíble, ¿no? Te preguntas cómo es que, cuanto más cerca caminas del Señor y cuanto más te afianzas en el pensamiento pleno de Dios, más pareces atraer muerte sobre ti. Siempre se entra en un conflicto interior con esta actividad macabra de Satanás. Es parte de nuestra vocación. No nos gusta la idea, nos encojemos interiormente, y todo cuanto es natural en nosotros se siente muy mal al respecto; pero ocurre que tenemos que empujar todo ello a un lado y confiar en el Señor a la hora de enfrentar los hechos. Tenemos que confrontar hechos espirituales. Por tanto tomamos nota de esto: si es cierto que esta Casa espiritual, esta Iglesia, este Cuerpo de Cristo existe como el instrumento mediante el cual Dios va a cumplir Su propósito en lo concerniente a Su Hijo, entonces eso sólo puede llegar a ser cuando actúe y se colme el pleno poder de Satanás, con miras a que la vida por medio de la cual Jesús conquistó la muerte se haya de manifestar en esa Iglesia mayor que el poder total de la muerte misma. Así pues distinguimos los pasos. El primero es que la presencia aquí de una Casa espiritual es el pistoletazo de salida para la acción satánica. El segundo es que todo el esfuerzo de Satanás se centra en la vida de Cristo en esa Casa, esa Iglesia, ese Cuerpo. El tercero es que el desplegar mismo del propósito de Dios a través de la Iglesia, la Casa, necesita que el poder de Satanás se manifieste y que la Iglesia tenga una experiencia de algo muy terrible con respecto a lo que es el poder de Satanás, y todo con un único fin, a saber, sacar a la luz, no la grandeza del poder de Satanás, sino la grandeza del Cristo de Dios. Esa es la meta
LA SENDA DEL CONFLICTO
Queda bastante claro que a lo largo de la historia Satanás ha contado con una sucesión satánica de instrumentos suyos sobre la tierra. Empezó con Caín. “Caín era del maligno”, dice la Escritura, “y mató a su hermano” (1ª Juan 3:12). Con el paso de la historia según se desenvuelve en el Antiguo Testamento nos topamos con una impía sucesión de instrumentos de Satanás. Una y otra vez te tropiezas con ellos. Están ahí en compás de espera a la diestra de su mano para actuar con propósitos de muerte. Ahí está Doeg el edomita al acecho, agazapado de un modo sutil, esperando su oportunidad, echado el ojo al rey de Dios. Está Amán, el agatita, conspirando y planeando la muerte de todos los judíos. Así que Satanás ha tenido su sucesión de instrumentos para la muerte del pueblo de Dios hasta el día de hoy. Están ocupados en su negocio hoy mismo y sabemos sus nombres. Pero Dios ha mantenido Su línea de sucesión desde Abel hacia adelante. Ahora, estos, cada uno de ellos, provocó el poder del adversario. Abel atrajo el poder de la muerte por medio de Caín. Parece como si sucumbiera ante él, pero no es así. A la larga se nos evoca todo lo contrario, y él, estando muerto, aún habla. Su testimonio permanece. De este modo cada uno de estos eslabones en la cadena de los sucesores de Dios ha obligado al adversario a salir de su lugar de acecho para que demostrase su poder, y luego con el tiempo, aunque en sus vidas aquí sobre la tierra hayan podido sucumbir bajo ese poder, el triunfo ha estado de parte de esa vida que estaba en ellos, de lado del Señor al cual servían. Así sucede actualmente.
Debemos ser en extremo cautelosos con nuestras deducciones y con un punto en concreto, a saber, la idea de que el Señor da al enemigo un buen trozo de cuerda, y el enemigo obtiene muchas ventajas y una rebosante medida de éxito. Pero, recordad, el poder y éxito de Satanás no lo son a pesar de Dios, sino por causa de Dios. Si sois capaces de delimitar esa distinción os será de gran ayuda. El poder de Satanás no es a pesar de Dios, sino gracias a Dios. Dios lo permite. Está bajo la soberanía de Dios. Dios tan sólo deja que ocupe el mapa, lo extiende, y cuando la copa de iniquidad rebose, entonces Dios va a llegar y mostrar cuán impresionante Él es. Ese es el fin. Tened cuidado con vuestras deducciones cuando veis que el mal tiene una gran medida de éxito. Entended lo que Dios está haciendo. No va a mostrar Su poder cuando la cuestión todavía pasa por su infancia. ¿Qué poder de Dios sería ese? No, Dios muestra Su poder cuando algo ha llegado a su plena madurez.
Ahora bien, aunque no debo desviarme y debo continuar con otro aspecto muy importante de lo que estamos considerando, yo aquí señalaría un hecho del todo sorprendente en referencia al asunto de la adopción. Al tiempo que la adopción, que es alcanzar plena madurez como hombre, es un objetivo Divino, y que con la adopción llega la manifestación de la gloria (esto es, cuando las cosas han llegado a un límite, entonces la gloria se manifiesta... “esperamos la manifestación de los hijos de Dios”), la adopción es también un principio que opera del lado de Satanás. El Señor Jesús dijo a aquellos dirigentes judíos, “porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.” (ver Mateo 23:15). Él escoge Su palabra... una expresión madura del infierno. ¡Algo terrible! Pero, sabéis, todo lo que sucede de aquel lado que está bajo la soberanía de Dios trae las cosas a una madurez antes de que llegue el juicio. La soberanía de Dios requiere que la iniquidad colme su medida, y que llegue a colmar su medida no se debe a que Dios sea impotente o sea incapaz de lidiar con la cuestión. No es a pesar de Dios sino por causa de Dios; y Dios va a responder a la plenitud del poder de Satanás por medio de la Iglesia. Así pues, en el fin, acontecerá que “a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos.
LA VOCACIÓN DE LA IGLESIA
Ahora pues, ¿cuál es la vocación de la iglesia en relación con todo esto? Estamos aquí, como dijimos cuando empezamos, con vistas a ministrar para la liberación y la vida de los escogidos. Es en un momento así cuando el ministerio verdadero se yergue. Es el ministerio de la intercesión, la intercesión sacerdotal; “una casa espiritual, un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales.” Es posible que hoy más que nunca seamos proyectados hacia nuestra vocación al ver al enemigo presentar batalla con una mayor fuerza y furor contra la vida de Cristo en la Iglesia. Estamos aquí para permanecer en Dios en vistas a esa vida, y debemos ser muy cautelosos en este tema para que no seamos disuadidos de nuestro ministerio por ningún tipo de obra oculta y sutil del enemigo. No hay mucho que podamos decir en torno a esta secreta actividad interna, esta propaganda de las potencias espirituales para poner fuera de juego al pueblo de Dios mediante la ruina y la destrucción desde adentro, y es respecto a esto mismo que tenemos aquellas garantías y exhortaciones en cuanto a nuestro acceso a Dios. Recordemos que estas reconfortantes palabras acerca del acceso, de permitírsenos incluso cierta audacia para acercarnos más, no sólo son para nuestro propio consuelo y satisfacción.
Es esta vocación la que se extiende por delante, y creo que esto se certifica por las acciones del enemigo. ¿No es verdad que sin cesar trata de anular a las personas en su ministerio de oración arrojando sobre ellos cierta duda sobre su aceptación por parte de Dios, su acceso, trayéndoles bajo acusación y levantando el sentir de que cierta clase de barrera espiritual se cierne entre ellos y el Señor para apartar al corazón de la oración? “¿Qué beneficio supone orar? Tengo este problema, y aquel, y luego está esto otro en cuanto a mí mismo; es mi propio estado lo me aparta de la oración.” Ah, sí, y si actuamos en base a esa acusación lo primero que significa es una negación directa del valor de la Sangre, dejándola a un lado, que es lo que Satanás quiere, y por otro lado se trata de tocar al son de su batuta y darle ventaja sobre el pueblo de Dios. Recordad, cualquier interferencia con nuestra vida de oración es un movimiento estratégico por parte del enemigo para destruir nuestra vocación y para obtener ventaja sobre el pueblo de Dios. Estamos aquí para la liberación y la vida del pueblo de Dios. Esta es la razón misma de la existencia de la Iglesia.
Bien, ¿podríais recibir eso no como algo que se dice y se acabó? ¿Le prestarás oídos desde dentro? Si en verdad eres un hijo de Dios, ora para que tú y ellos puedan ver y aceptar el significado completo del hecho de que eres parte del Cuerpo de Cristo, una piedra viva en la casa espiritual, y que tu mismísima existencia como tal se encuentra conectada con la vida y la liberación del pueblo de Dios en todo lugar. No eres un individuo, formas parte de una casa, y esa casa es el medio que Dios usa para liberar y dar vida a Su pueblo en cualquier lugar en medio de este cada vez más intenso conflicto con el poder de la muerte y las tinieblas. Existimos para eso, y si no estamos ministrando para eso, estamos negando el objeto mismo de nuestro existir. Haz el favor de llevarlo hasta tu corazón, pues no hay opción en esto. No se trata de hacer una elección por si cumplimos un ministerio de intercesión o no, o si oramos por todos los santos en todo momento. No te invitan a venir y hacer eso si te apetece. Esa no es la Casa de Dios. Tenemos que ver que la Casa de Dios no es un algo inanimado y sin vida. Está viva, y sus signos vitales son que está activa, que de una forma espiritual tiene energía; y se caracteriza por el espíritu de la intercesión. La posición a tomar no debe ser tener unas cuantas reuniones de oración de cuando en cuando donde la gente ora o no ora según se sienten. La Casa se caracteriza por la intercesión, y es eso lo que determina si estamos correspondiendo a la naturaleza misma de nuestra vida como hijos de Dios. Si en realidad estuviésemos viviendo según lo que somos en Cristo, en cuanto hubiera oportunidad para orar estaríamos en ello. Al menos estaríamos receptivos y, tanto si orásemos de forma audible como si no, estaríamos despiertos a ello; sería espontáneo. La vida es espontánea; y es así que la intercesión es parte de la vida, que es espontánea. Si el Espíritu del Señor en verdad tiene parte con nosotros, seremos personas que interceden. No podremos evitarlo, así acontecerá.
Así es, tenemos que vigilar estos puntos donde nuestra intercesión es asaltada, y los puntos en los que la intercesión o la oración es asaltada son numerosos. Recuerda, un punto básico es este asunto del acceso. Debemos estar seguros de nuestro acceso a Dios, y estar ciertos en cuanto a ello, tenemos que conocer el infinito valor de esa preciosa Sangre, y no debemos ser impedidos por nada, pues la Sangre nos prohíbe ser impedidos. Esa Sangre existe para tratar con cualquier cosa que nos impida el paso. Sí, puede que fallemos, puede que metamos la pata, puede que nos vengamos abajo; puede que haya esas cosas que nos entristecen y le entristecen al Señor, pero, oh, reconozcamos que la Sangre preciosa hace posible que la lista guardada sea lo más corta posible, de forma que instantáneamente, ahora mismo, y no esperando hasta que hayamos superado la reacción violenta, el dolor de nuestro error y nos sintamos un poco mejor, esa Sangre preciosa ha de ser apropiada para tratar con eso.
Recordemos que toda esta persistencia del enemigo para arrojarnos al suelo tiene mayor objeto en mente que tan sólo echarnos al suelo. Es para destruir nuestra vocación espiritual de oración y ofrecerle así una oportunidad para asaltar y oprimir a los santos. Somos responsables de la vida y de la liberación del pueblo de Dios. Estamos aquí para eso
LA IGLESIA Y EL PODER DEL TRONO
Viendo que estas cosas son así, nos es necesario tener siempre en mente que, en tanto que para nosotros, como pecadores, el trono de Dios es un trono de gracia, es también un trono de juicio para el enemigo. Lo que para nosotros es el trono de gracia, es el trono de destrucción para Satanás. No sólo hemos de allegarnos con valor ante el trono de gracia por nuestro bien y por el del pueblo de Dios, sino que con igual arrojo nos allegamos a ese mismo trono como aquel que deshace la ruina provocada por Satanás. Recordad siempre que ese trono tiene dos lados. Está el lado de la gracia y está el lado del juicio; el costado de la gracia para nosotros por causa de la preciosa Sangre, y el costado del juicio para el Adversario.
Este último aspecto del trono es el que se trasluce tan notablemente en Ester. Tuvo que ver con el desbaratamiento de los planes de Hamán. Tenemos que reconocer que el trono no sólo ha de permanecer en medio de la Iglesia como trono de gracia, sino en su pleno significado como trono de poder Divino para desbaratar la obra de Satanás. Es un aspecto diferente de la oración, uno muy diferente. Tú y yo deberíamos conocer ese detalle del actuar del trono en contra del enemigo a favor del pueblo del Señor. Ese trono debe estar en la Iglesia
UNA ÚLTIMA PALABRA SOBRE LA CUSTODIA ENCOMENDADA A LA IGLESIA
Pues bien, ahora tenemos que terminar, y lo hacemos simplemente resumiendo el tema de esta forma. Esta plena custodia de la vida del pueblo de Dios es encomendada a la Iglesia. No es poca cosa decir eso, y menos aún llegar a contemplarlo. Sé que en cierto sentido todo está asegurado en gloria en Cristo, pero es igualmente cierto según la revelación Divina que tiene que haber una obra de acción, y esta última se encomienda a la Iglesia. Somos trabajadores junto a Dios. Fuimos creados en Jesucristo para buenas obras, las cuales Dios ordenó de antemano para que caminásemos en ellas. El Señor ha puesto esta tremenda custodia en manos de Su pueblo, la realización de Su propósito el cual es la liberación y la vida de Su pueblo hasta alcanzar esa consumación gloriosa... mostrar la grandeza de Cristo en Su pueblo y a través de Su pueblo.
Veis, cuando Cristo llegue, no sólo será visto en gloria, manifestado como el glorificado, el Cristo glorioso; no es sólo eso. Viene para ser glorificado en Sus santos y ser admirado en todos aquellos que creen. En el fin de los tiempos la glorificación de Cristo ha de ser algo que sucede en la Iglesia. Por ello, tú y yo y todo el pueblo del Señor tiene encomendada la custodia de llevarlo a cabo. Que el Señor nos de luz. Así pues, al tiempo que Él no deja de estar en contacto con nosotros, por así decirlo, se sienta, se inclina hacia atrás y dice, “bien, el negocio es vuestro; os he dado luz, ¡seguid con ello!” Estamos todo el tiempo recurriendo al Señor para hacerlo. Señor, ¡ven y haz esto! Señor, ¡ven y haz aquello! La actitud del Señor es, ¡seguid con ello! Aquí estoy, os doy el recurso del Espíritu, pero os he dejado saber en qué consiste vuestro trabajo: ¡haced vuestro trabajo!
Oh, Dios quisiera que Su pueblo se levantara y reconociera que Él les ha encomendado esta increíble custodia de llevar a cabo Su propósito, el de ministrar para la vida de Su pueblo hasta aquella gloriosa consumación, cuando la grandeza misma de Cristo sea manifestada en ese pueblo. Ese es nuestro trabajo; y por tanto no consiste en que estemos siempre apelando al Señor para que Él lo haga poniéndonos a un lado, sino en que nos metamos en el negocio de la oración y de la intercesión, y de este modo ministrar Su vida a Su pueblo, haciendo patente la liberación de Su pueblo por medio de la oración, permaneciendo en contacto con Su trono para ser librados del Maligno y del poder de la muerte.
Ahora bien, si la propia liberación y vida del pueblo de Dios llama a nuestra puerta por el propio designio de Dios, no se trata de cualquier cosa. Creo que la Palabra revela con claridad que la Iglesia existe con el propósito de acoger esta cuestión de la gloria del Señor, del triunfo del Señor, de la grandeza del Señor, como aquello que ha de ser mostrado en última instancia en el triunfo de Su pueblo. Es nuestra responsabilidad. Que el Señor nos de gracia para aceptarlo y para encomendarnos a ello, y que podamos estar mucho ante Él para ser hallados, no entre aquellos coaccionados para orar, sino marcados por el espíritu de intercesión como evidencia misma de nuestra vida.
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