por T. Austin-Sparks
Capítulo 2 - La Ejemplificación de Este Celo en la Vida de Elías
Comencemos leyendo:
1 Reyes 19:9-10, 14, “Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida…El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida”.
2 Reyes 19:29-31, “Y esto te daré por señal, oh Ezequías: Este año comeréis lo que nacerá de suyo, y el segundo año lo que nacerá de suyo; y el tercer año sembraréis, y segaréis, y plantaréis viñas, y comeréis el fruto de ellas. Y lo que hubiere escapado, lo que hubiere quedado de la casa de Judá, volverá a echar raíces abajo, y llevará fruto arriba. Porque saldrá de Jerusalén remanente, y del monte de Sion los que se salven. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto”.
Isaías 59:17, “Pues de justicia se vistió como de una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de venganza por vestidura, y se cubrió de celo como de manto”.
Juan 2:14-17, “Y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume”.
La clave de la vida de Elías bien puede ser hallada en sus palabras: “He sentido un vivo celo por el Señor…” Creo que estas dos palabras explican a Elías: “vivo celo”. Dicho celo estaba relacionado con el Señor al tener Él un lugar de plenitud, o plenitud de derechos en Su propio pueblo. Es lo que Elías tipificaba, y sin ninguna duda, es lo que se entiende por “celo del Señor”. ¿Qué es el celo del Señor? ¿Qué es tener un vivo celo por el Señor? Es que un hombre esté completamente separado de sus propios intereses, que esté separado de cualquier interés personal, incluso en el Señor, y completamente abandonado en los intereses de Él, para que el Señor pueda poseer Su lugar y Sus derechos en plenitud. Es un apego total a los intereses del Señor. Eso es “celo por el Señor”. No se puede dejar de ver cómo era consumido Elías por el fuego de dicho celo.
Si tomáramos al gran Anti-tipo, al Señor Jesús mismo, quien por Su acto en el templo provocó que estas palabras de los Salmos instantáneamente saltaran en la mente de Sus discípulos: “El celo de tu casa me consume”, no tendríamos dificultad en señalar ese celo por Dios en Su vida. Tenemos declaraciones como: “…pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad…” (Hebreos 10:74). El celo es que el Padre posea Su lugar, que lo posea total y perfectamente, y con todos Sus derechos.
EL VÍNCULO ENTRE ELÍAS Y JUAN EL BAUTISTA
En la lección anterior hicimos referencia al vínculo entre Elías y Juan el Bautista. Al final del libro de Malaquías se dice: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible” (Malaquías 4:5). Cuando usted abre el Nuevo Testamento encuentra a los discípulos refiriéndose a esa profecía y preguntándole al Señor Jesús sobre ella, al ver que Él se proclamaba como el Mensajero del pacto, como el Señor que había venido. Con esto en mente, ellos en realidad estaban verbalizando su propia perplejidad. “Los profetas dijeron que primero iba a venir Elías, pero nosotros no lo hemos visto aún”. El Señor Jesús les señaló a Juan el Bautista y les dijo que ese era Elías, que Elías había venido y que habían hecho con él lo que habían querido. Cuando usted regresa a las profecías que se refieren a Juan el Bautista, encuentra entre las cosas que se predijeron esto: “E irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías…” (Lucas 1:17).
Al reflexionar en el primer capítulo del evangelio de Lucas, en el que se narran el nacimiento del Juan el Bautista y el nacimiento del Señor Jesús, es difícil no ser impresionado por la manera en que ellos dos son reunidos en este capítulo. ¡¡Es admirable!! Se nos muestra a Zacarías cumpliendo con su sacerdocio, al ángel que se le aparece y todo lo que el ángel le dijo del nacimiento de Juan. Luego hay una interrupción y se registra la aparición del ángel a María y el anuncio del nacimiento de Jesús. Esto es seguido por la visita de María a su prima Elizabeth, así se reúnen ellas dos. Se dice que Juan el Bautista irá delante del Señor y que lo haría en el poder y espíritu de Elías. Cuando usted busca el significado más profundo y la relevancia de esto, recuerda a Elías y lo que él representaba.
Elías es un ejemplo perdurable del celo por los derechos de Dios que consume. Ese espíritu es transferido a Juan el Bautista y él va adelante, despeja el camino y anuncia la venida de Cristo en el espíritu de Elías. Él está trayendo los derechos de Dios en la persona de Jesucristo. Está, en efecto y a propósito, trayendo a Dios a Su lugar en la persona de Su Hijo. Juan el Bautista cierra la gran sucesión de profetas (en un sentido, él es el mayor de los profetas), al entregarle al Señor Jesús el lugar de todos los derechos de Dios, al señalarlo y al decirles a todos los que veía: “He aquí, el Cordero de Dios…” Era como decir: “Este es Aquel en quien Dios asegura Sus derechos. Aquí está Dios entrando en Su lugar. ¿Están ustedes preparados para que Él gobierne sus vidas?” De aquí en adelante ese sería el tema.
Ese es “el celo del Señor” y ese es el camino a la plenitud celestial, que se hace inmediatamente patente. Cuando nosotros hablamos de plenitud celestial no podemos separarla del Señor Jesús; en Él habita toda la plenitud. La pregunta es: ¿Cómo entramos nosotros a esa plenitud que es en Cristo, la plenitud que tipifica la vida de Elías? Por medio del camino de Elías, por ese camino en el que Dios posee Su lugar y todos Sus derechos asegurados. Usted puede ver esto a lo largo de la vida de Elías.
Al pasar revista a algunos de los puntos más relevantes de su vida, usted ve que su celo por el Señor marcó cada paso del camino. La introducción de Elías es repentina y abrupta. Sólo se nos dice que Elías el tisbita enfrentó a Acab un día y le dijo: “Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra”. Así de repente, saliendo de no se sabe dónde, apareciendo en escena y haciendo esta declaración, encontramos por primera a este hombre que representa los derechos de Dios.
EL CELO DEL SEÑOR COMO SE VE EN LA DEPENDENCIA Y EN LA ORACIÓN DE ELÍAS
Hay una o dos cosas que confirman este hecho. “Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy…” Estas últimas cuatro palabras lo dicen todo. El siguiente punto es: “…no habrá lluvia ni rocío”. Pero más tarde somos llevados al lugar secreto y se nos muestra lo que yace detrás de tales palabras. “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses” (Santiago 5:17). A usted se le permite ver dentro de la cámara de oración de Elías, para ver lo que estaba detrás de esa gran declaración que cerró los cielos.
Ahora mire a ese hombre orando. Escuche su oración si puede. Cuando usted lo ha oído orar, ¿qué impresión le deja su vida de oración? Elías no estaba pidiendo bendiciones para él, definitivamente no. Tampoco estaba vagando por todo el mundo en oración y dándole a Dios gran cantidad de información; no. Lo único que se quedará con usted habiendo oído a Elías orar es: ¡¡La manera en que este hombre es forzado por los intereses de Dios!! ¡¡La manera en que este hombre está empeñado en que Dios posea Su lugar en los asuntos de los hombres y en Su propio pueblo!! Él se está derramando para que Dios posea Sus derechos. No es su bien, ni su bendición lo que él estaba buscando, sino la satisfacción de Dios, y debido a que estaba tan empeñado en esto, fue llevado a una activa cooperación, comunión y unidad con Dios hacia ese fin.
Entonces algo fue hecho, lo cual nos podría sonar como algo cuestionable. Fue posible para él hacer la declaración que hemos señalado, por estar con Dios de manera absoluta. Si usted quiere estar con Dios y que Dios esté con usted, si usted quiere conocer esa íntima comunión en la que los dos son como uno, de modo que pueda decir, “Vive Jehová…en cuya presencia estoy”, tendrá que abandonarse totalmente, a todo costo personal, para ese único fin, para que el Señor posea Su lugar en plenitud en Su propio pueblo. Como este era el objetivo de su ser, como Elías estaba ardiendo de celo por los derechos de Dios, fue posible para él decir: “Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra”. La bendición sería suspendida, porque la bendición sólo estaba haciendo que esta gente se quedara con algo menor que lo que Dios mandaba. Yo sé que esto suena como un procedimiento muy cuestionable, pero también sé que lo bueno es a menudo enemigo de lo mejor, y que debido a que hay una medida de bendición, la gente a veces queda ciega por la bendición misma, en lugar de buscar el pensamiento completo de Dios.
Si las condiciones de estos días demandan el mismo tipo de oración, no es algo que esté dentro de nuestra discusión. El punto es, que Elías llegó a la posición de Dios, que la totalidad del Señor lo justifica todo, porque, que Él posea Su lugar en total plenitud y todos Sus derechos en Su propio pueblo es de mayor importancia que cualquier otra bendición que Él pueda conceder. El Señor se justifica al llevar a Su pueblo a un estado de inanición espiritual, inclusive, para obtener Su plenitud en ellos. Ellos lo justificarán a largo plazo, cuando lleguen a la plenitud celestial con “un cielo cerrado”.
Entonces, la aparición misma de Elías en escena, habla con tremenda contundencia de aquello que él representa, el celo por todos los derechos de Dios.
Tan pronto como Elías hubo hecho su anuncio, el Señor le dijo: “Apártate de aquí…y escóndete en el arroyo de Querit”. Él fue y se escondió, allí era alimentado por cuervos y tomaba agua del arroyo. Aquí está un hombre que colaborando con Dios, descubre que su propio celo del Señor a veces requiere que él se repliegue, que retroceda, se mantenga en silencio y espere mientras Dios obra. ¡Esperar! ¡Qué difícil es esperar y no poner las manos sobre las cosas, ni mostrarse a sí mismo! ¡Qué difícil es mantenerse aferrado a Dios en secreto! ¡Qué difícil!
Es que nosotros pensamos que debemos estar muy ocupados. Que debemos estar haciendo algo, que debemos estar siempre en movimiento, de lo contrario, imaginamos que nada está sucediendo, o que Dios no está haciendo nada. Creemos que si no hacemos algo, Dios no está haciendo nada. Esa es nuestra actitud y con frecuencia la verdadera obra de Dios es arruinada por nuestra interferencia, por nuestro intento de hacer algo para Él y por nuestro deseo de estar ocupados en Sus cosas. Hay momentos cuando los mayores intereses de Dios son mejor alcanzados al salirnos nosotros, al mantenernos en silencio y aferrados a Él en el lugar secreto.
Luego, cuando el arroyo se secó el Señor le dijo: “Levántate, vete a Sarepta…he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente”. Él fue a Sarepta y encontró a la mujer, la llamó y le dijo: “Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba…y te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano”. Entonces ella le respondió: “Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir”. Y Elías le dijo: “No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida…” ¡Hazme a mí primero!
Hazme a mí primero suena egoísta, casi cruel, pero ¿para qué está Elías si no es para el reconocimiento del verdadero lugar de Dios? ¡Él es como Dios! ¡Él es el representante de Dios en esta situación y por eso hace esa demanda! La mujer fue obediente en fe. ¿Qué sucedió? Ella no murió, ni su hijo tampoco, todo lo contrario, tuvo plenitud celestial cuando puso a Dios primero. Este es el camino a la plenitud celestial. Elías representaba los derechos de Dios y dijo: “¡Dios debe ser primero!” Cada vez que se reconoce y se admite esto, se descubre que ese es el camino al ensanchamiento, el camino a nuevos descubrimientos.
El resto de la historia es bien conocido. Para la mujer hubo un ensanchamiento. Su hijo murió, todo parecía hablar de pérdida, pero en la vida de resurrección él fue devuelto y poseído en el terreno de la resurrección. ¡Qué milagro, la venida de la plenitud celestial en el lugar donde antes sólo había lo terrenal!
Tomemos otra escena de la vida de Elías, a saber, su último viaje en compañía de Eliseo, cuyo registro lo hallamos en 2 Reyes 2. Elías le dijo a Eliseo: “Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Betel”. Eliseo rehusó quedarse y ambos fueron a Betel. Otra vez le dijo Elías: “Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó”. Eliseo volvió a rehusarse ser despedido y los dos fueron a Jericó. Luego, el mismo hecho se repitió en el último paso. En todo esto usted tiene una señal más del abandono de Elías a los intereses del Señor. Él viene delante de nosotros en términos de un siervo del Señor, bajo las órdenes: “… el Señor me ha enviado…” “…el Señor me ha enviado…” “…el Señor me ha enviado…” Él se está moviendo constantemente, mediante un avance espiritual progresivo. Se está moviendo constantemente, por medio de su abandono a la voluntad del Señor, al mandato del Señor, a las órdenes del Señor.
El punto es, que como resultado de su obediencia y de su perfecta respuesta de corazón a cada mandato repetido, consecutivo y progresivo del Señor, él finalmente alcanzó la plenitud celestial. “El Señor me ha enviado a…” es la parte del viaje que él asumirá. El Señor no ha dicho nada más, pero ha dejado claro que por el momento esa es Su voluntad. Cuando dicha voluntad es lograda dice de nuevo: “El siguiente paso es esto y esto”. No se dice nada más, pero cuando se da ese paso Él puede revelar el siguiente, y una vez revelado, en la obediencia de un verdadero siervo, el paso es inmediatamente seguido. Cada paso conduce a algo más. Cada paso de obediencia hace la revelación más completa y de más profundo significado. Cada respuesta al Señor conduce a una mayor plenitud de Él. Por lo tanto, en este camino de obediencia inmediata a la voluntad del Señor, conforme es revelada, poco a poco, paso a paso, curso a curso, Elías finalmente alcanza el punto donde es llevado al cielo por un torbellino, el punto donde alcanza la plenitud celestial.
¿Quiere conocer usted el camino a la plenitud celestial? Este es el camino, abandonarse al Señor en incuestionable obediencia para que Él posea Su lugar. Si el Señor dice que quiere algo, entonces Él tiene el derecho de lo que quiere, pero Su derecho está ligado a que yo se lo entregue. Si el Señor me quiere aquí o allá, me quiere para hacer esto o aquello, es porque Él tiene algún interés en eso y va a asegurar algo por medio de ello. Si es o no conveniente para mí ir a Jericó, a Betel, o a Gilgal hoy, o si sirve a mis intereses no es el asunto, sino el placer del Señor. Si el Señor tiene algo invertido en eso, la única consideración para mí es que el Él tenga mi obediencia para obtener lo que está buscando.
Este es el celo del Señor y la manera en que este conduce a una cada vez más creciente plenitud, a la plenitud celestial. El Señor no nos pide que tomemos el viaje completo en un solo salto. Él gradúa Sus requerimientos; hoy tanto, mañana tanto. Pero conforme Él da a conocer Su voluntad debemos recordar, que Él no está haciendo nada para nuestro bien, en primera instancia, sino para Sus propios fines, para obtener Sus propios derechos, y nuestro bien siempre estará ligado con la llegada del Señor a Su lugar.
Usted puede tomar cualquier crisis espiritual en su vida y si la analiza, probará que esta crisis es el principio. Cuando usted ha llegado a un lugar con el Señor, donde ha sido alcanzada una crisis y en esa situación le ha suplicado al Señor que haga algo, le ha pedido y orado por algo que sería para su bien, ¿estoy en lo cierto al decir que el Señor no le ha respondido de la manera que esperaba? Su poder ha sido restringido hasta que usted haya llegado al punto donde pueda decir: “No mi voluntad, sino la tuya. Si esto no es para Tu gloria, estoy contento de que no lo concedas. Tu gloria es gobernar esta hora”. De esta manera usted ha obtenido un camino despejado con el Señor, pero ese principio debe ser forjado en nosotros. No es una excusa, tiene que ser una obra muy real, mediante la cual todo interés del yo sea llevado a la muerte y el Señor se convierta en el único objeto de nuestro deseo. Entonces, y sólo entonces, tendremos un camino despejado. ¿No es cierto?
¡Cuán a menudo nos hemos aferrado a algo! ¡Cuán a menudo hemos orado con nuestro propio interés y objetivo en mente, y el Señor ni siquiera se ha acercado a ese terreno! Él esperará hasta que cambiemos de posición y entremos a Su perspectiva. Así pues, usted ve que Elías a través de su vida encarna este principio de celo por los intereses del Señor.
LA NECESIDAD DEL SEÑOR DE UN CORAZÓN ESTABLECIDO
Es un hecho que la manifestación más grande de Elías fue en el monte Carmelo. Con que frecuencia se ha tomado el monte Carmelo como la base para un llamamiento a los inconversos. La pregunta que Elías le hizo al pueblo se ha convertido en el texto favorito para tal propósito: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él”. Esta palabra nunca ha sido para los inconversos, nunca fue pensada para ellos. Es muy rara la ocasión en que los inconversos están entre dos posiciones, a menudo no tienen opinión. Lo que el profeta realmente le dijo al pueblo fue: “¿Hasta cuándo cojearán de un lado para otro?” Él los veía como lisiados, lisiados por la incertidumbre, lisiados por la indecisión, paralizados por un asunto sin resolver. ¡Cuántos asuntos no resueltos paralizan la vida! Tenga una controversia con el Señor, un asunto sin resolver con el Señor y toda su vida se lisiará, se paralizará. Usted cojea primero para un lado y luego para otro. No existe un sentido de estabilidad con respecto a su camino.
Bien, entonces el profeta llamó para que el asunto se resolviera. “¿Cuánto más van a cojear de un lado a otro? Resuelvan este asunto de una u otra manera. Si Jehová es Dios, permítanle poseer Su lugar y todos Sus derechos; resuélvanlo de una vez por todas. Si Baal es dios, bueno, entonces resolvámoslo”. Hasta que esto sea hecho usted estará lisiado y paralizado, y el secreto de su ser en ese lugar débil, indefinido, inestable e incierto es que Dios no posee todos Sus derechos. Hay división en su vida, hay división en su propia alma, porque hay otros intereses y consideraciones presentes. Puede que la división esté en su vida de hogar, donde usted tiene poder, autoridad e influencia, y donde usted no está representando en un cien por ciento los intereses del Señor. Puede que la división esté obrando en otras direcciones, pero donde sea que suceda, el resultado será que usted no esté satisfecho en lo más profundo de su ser, que no esté en reposo. Puede que usted esté muy ocupado, corriendo de allá para acá en el nombre del Señor, pero sabe en lo más profundo de su ser que hay una carencia, que hay un estado de incertidumbre e inestabilidad, que su vida espiritual está limitada y paralizada. Así será siempre hasta que el asunto sea resuelto y Dios posea Su lugar en plenitud en cada parte y relación de su vida. Es cuestión del celo del Señor.
El asunto fue resuelto en el monte Carmelo. ¡Cuán gloriosamente resuelto! Vea a los profetas de Baal, y en oposición a ellos, un altar de doce piedras en concordancia con el número de las tribus de Israel, de quien Dios dijo: “Israel será tu nombre”. Israel era el nombre de un príncipe de Dios, del hombre que salió en plena estatura espiritual, que triunfó por motivos espirituales, después de que la carne fuera mutilada, lisiada y quitada. Las doce piedras representaban a las doce tribus de los hijos de Israel, a todo Israel en plena estatura espiritual, a un pueblo espiritual. Elías ni siquiera dejó por fuera a las dos tribus y media, trajo a todo Israel; el asunto debía ser completo, perfecto.
¡Cuánto se entregó Elías en este asunto, por lo que vemos en su singular preparación del sacrificio! “Preparó luego la leña, y cortó el buey en pedazos, y lo puso sobre la leña. Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua, y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la tercera vez”. No debía quedar ninguna duda. Él no iba a dejar espacio para preguntas con respecto a la honradez y veracidad de esto. Tenía que ser una muerte total y una resurrección total, o nada. ¡El sacrificio fue inundado con agua, todo fue llevado a la muerte! Si la vida se hacía manifiesta allí, sería porque Dios había obrado en el poder de la resurrección. Se trataba de plenitud de vida o de nada, porque Elías se había ocupado de que cualquier otra salida estuviera bien apagada. No había otra salida. Toda perspectiva, toda esperanza había sido apagada por los cántaros de agua derramada encima de todo.
Elías clamó al Señor y el fuego cayó y quemó el sacrificio, consumió la madera y lamió toda el agua. El asunto quedó claro, ¿no es cierto? El camino a la plenitud celestial es que Dios posea Su lugar, lo cual significa de nuestra parte, una muerte absoluta a todo lo que no sea Dios. Cuando Dios obtiene Su lugar donde Él es todo o nada, entonces y sólo entonces, lo conoceremos en el poder de Su resurrección; conoceremos la plenitud celestial.
Vamos a quedar aquí por el momento, pero con un nuevo énfasis en la aplicación a nuestro propio corazón. ¿Qué es el celo del Señor? ¿Qué es tener celo por Dios? ¿Consiste en una cierta cantidad de compromisos o negocios? ¿Se trata de nuestra emoción? ¿Es la suma de las formas con las que expresamos lo que llamamos nuestra devoción al Señor? Hemos dado una respuesta: El Señor debe poseer Su lugar y Sus derechos en nosotros de manera absoluta y en cada cosa con la que estamos relacionados. En la medida de nuestro poder, debemos velar por que Él sea honrado. Eso es “celo del Señor”. Eso es tener celo por Dios. Ese era el espíritu que consumía al Señor Jesús: “El celo de tu casa me consume”.
Debemos pedirle al Señor que nos muestre, exactamente, cómo y dónde se aplica Su Palabra a nosotros, y la manera en que esto es el camino a la plenitud celestial. Eliseo, cuya vida tipificaba la plenitud celestial, salió de ese contexto, y al igual que Elías, fue arraigado en ese fundamento. Nosotros entraremos en la plenitud celestial por ese único camino, en el que Dios tiene Su lugar indiscutible e indivisible, y todo el fruto y todos los intereses de nuestra vida son para Él.
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