por
T. Austin-Sparks
Editado y suministrado por el "Golden Candlestick Trust". Título original: "The Necessity for Weakness". (Traducido por Elizabeth Montero, Costa Rica)
2 Crónicas 26: 1-21, “Entonces todo el pueblo de Judá tomó a Uzías, el cual tenía dieciséis años de edad, y lo pusieron por rey en lugar de Amasías su padre. 2 Uzías edificó a Elot, y la restituyó a Judá después que el rey Amasías durmió con sus padres. 3 De dieciséis años era Uzías cuando comenzó a reinar, y cincuenta y dos años reinó en Jerusalén. El nombre de su madre fue Jecolías, de Jerusalén. 4 E hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho Amasías su padre. 5 Y persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, entendido en visiones de Dios; y en estos días en que buscó a Jehová, él le prosperó. 15 . . . Y su fama se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso. 16 Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar del incienso. 17 Y entró tras él el sacerdote Azarías, y con él ochenta sacerdotes de Jehová, varones valientes. 18 Y se pusieron contra el rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios. 19 Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso. 20 Y le miró el sumo sacerdote Azarías, y todos los sacerdotes, y he aquí la lepra estaba en su frente; y le hicieron salir apresuradamente de aquel lugar; y él también se dio prisa a salir, porque Jehová lo había herido. 21 Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa de Jehová;
1 Corintios 1: 27- 29, “sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia.”
2 Corintios 12: 1-10, 7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; 8 respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.”
Efesios 6: 10, “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.”
Efesios 3: 16, “para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;”
Colosenses 1: 11, “fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad;”
La gran importancia y valor de la debilidad y de la dependencia consciente, es lo que dicen estos pasajes cuando se unen. Esto casi parece una contradicción: “Dios ha escogido lo débil…” “Sé fuerte…” “Fortalecidos con poder…” Es posible colocar la Escritura contra la Escritura para que represente una contradicción, pero las Escrituras nunca se contradicen. Esto debe ser resuelto de una vez por todas. El significado de las aparentes contradicciones debe verse más de cerca o de manera más profunda, y cuando el significado real se encuentra, los pasajes aparentemente contradictorios, se encuentran perfectamente de acuerdo. Aquí hay un ejemplo de un buen número de aparentes paradojas o incongruencias. Si tuviera que decir que la debilidad es correcta, y que la fuerza es correcta y que ambas coexisten al mismo tiempo, veríamos cuán aguda se hace la aparente paradoja. La debilidad y la fuerza, sin embargo son claramente representadas en la Biblia como aspectos de la misma mente de Dios, y están en el mismo individuo al mismo tiempo. ¡Débil, tan débil que no pueda hacer nada! ¡Poderoso, fortalecido con poder para que las cosas maravillosas se lleven a cabo! Una consciencia simultánea, una experiencia simultánea, una realidad simultánea, y no hay ninguna contradicción en ello. Usted dice, “¿Cómo puede ser esto? Esto es sumamente confuso.” ¡Tiene que quedar claro!
Hemos dicho en ocasiones algo sobre la debilidad, la necesidad de la debilidad, la importancia de una especie de debilidad, de dependencia, de consciencia de impotencia, y tuvimos de inmediato sobre nosotros todos aquellos pasajes que hablan de ser fuertes, con la intención de deshacer nuestro argumento, para destruir nuestra declaración, para socavar nuestra afirmación, como si las dos cosas no pudieran ir juntas en armonía. La gente tiene una extraña manera de enredarse mentalmente con las Escrituras, en las aparentes contradicciones, y por lo tanto se hace necesario y útil que entendamos el significado de esas aparentes contradicciones, como lo exige el Señor, a coexistir en un mismo tiempo en el mismo objeto.
La necesidad de la debilidad es totalmente claro. A lo largo de toda la Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, queda perfectamente claro que Dios comienza su obra en nosotros al deshacernos y al llevarnos a un lugar de debilidad y vacío. En verdad, Dios vacía los vasos antes de llenarlos; el Señor siempre rompe antes de hacer algo; el Señor siempre quita la fuerza antes de formar Su fuerza perfecta en el mismo objeto. No hay duda de esto a través de la Palabra de Dios y en la historia de cualquier instrumento que haya servido al propósito de Dios. La necesidad de la debilidad y de una consciencia de dependencia es tan real, como entrar en el reino de lo Divino, para ser de gran valor e importancia tanto para nosotros como para el Señor.
¿Dónde comienza la necesidad del debilitamiento? ¿De dónde viene esto? Viene del deseo natural por el poder y la fuerza. Universalmente el hombre por naturaleza desea la fuerza, le disgusta (y esta palabra es pobre) la debilidad, se rebela contra la debilidad, desea el poder. ¡Este deseo está en nosotros por naturaleza! Sería difícil encontrar a una persona, por insignificante que pueda parecernos, que realmente por naturaleza se complazca en ser reducida, se complazca en ser nada, incapaz de hacerles frente a los demás e incapaz de mantener lo propio, y no poseer ni un mínimo de dignidad. No, así no es la naturaleza humana; y muy a menudo, una humildad fingida es solo una manera sutil de tratar de llamar la atención sobre uno mismo y por lo tanto obtener ventaja. Hemos oído a personas decir con arrogancia, que son las más humildes del mundo; y esto es simplemente uno mismo saliendo en forma de orgullo bajo el pretexto de una humildad fingida. Nosotros nunca vamos a poder encontrar todas las formas de vida propia, que expresen de alguna manera el querer ser fuerte, con miras al poder, influencia, reputación, manteniendo lo propio, manteniendo en alto la cabeza, y así sucesivamente. ¡Esta es la naturaleza humana!
El punto es este, en la naturaleza humana como es ahora, lo que llamamos la humanidad caída, todo el asunto del poder ha sido alterado, trastornado, por lo que se ha convertido en un asunto personal, y por lo tanto, se ha convertido en algo malo. Dios nunca quiso que el hombre fuera un gusano arrastrándose indignamente en la tierra. Quería que fuera noble, magnífico, el más alto producto de Su mano, dotado de una gran dignidad, en posesión de un poder maravilloso, con fuerza e influencia. Pero la intención de Dios era para Su satisfacción, Su gloria, Su honor. Todo esto se ha alterado, y se ha convertido en una naturaleza de intereses personales de una forma u otra, y esta es la naturaleza humana tal como la encontramos ahora. Es solo cuando el principio del “yo” es quebrado, que podemos aceptar con gusto la posición de no ser nada por el propósito del Señor.
El secreto de la necesidad de la debilidad, radica en que el hombre tal como es, tiene en él una fuerza subversiva o está en busca de dicha fuerza. ¡Detrás de esto está el supremo objetivo satánico! El dominante objetivo de Satanás es: poder, fuerza, dominio, y él pone esta idea, esta sugerencia en el hombre para ser como Dios, es decir, tener el poder en sí mismo al margen de Dios. De este modo el hombre y Satanás entraron en una espantosa fraternidad en la búsqueda del poder para fines personales, y si tenemos esto en nuestra mente como nuestro objetivo o no, nuestra naturaleza sí lo tiene como objetivo, a pesar de nosotros mismos. Incluso los santos descubren que en su naturaleza existe esta tendencia, y que cuando Dios bendice y bendice maravillosamente, ese enemigo malvado está dentro de la vieja naturaleza, que echa mano de la bendición de Dios y la usa para su propia gloria; “porque fue ayudado maravillosamente hasta hacerse fuerte”, (2 Crónicas 26: 15). Y se apoderó de las maravillosas bendiciones de Dios como un medio de poder, lo realzó y lo llevó incluso a reinos prohibidos. Este enemigo malo permanece, incluso en santos maravillosamente ayudados y bendecidos por Dios, levantándose de vez en cuando para convertirse en su perdición. ¡Es lo viejo otra vez! El propósito supremo de Satanás, llevado a la constitución misma del hombre caído, se manifiesta siempre y para siempre en el reino del poder personal, la fuerza de nosotros mismos en su propio interés.
Esto es algo tan profundo, tan sutil y tan secreto, que usted y yo nunca vamos a llegar al fondo del asunto. Nunca seremos capaces de poner nuestra mano sobre esto, para cogerlo y comprenderlo. Es demasiado profundo y sutil para nosotros. Las formas como se manifiesta el deseo por la fuerza, son a menudo tan profundamente sutiles que se piensa que es bueno y correcto o son del todo inadvertidas. Esto está detrás de la mayoría de la maldad, del caos, de la ruina, de la limitación, incluso en el pueblo de Dios, que somos conscientes. ¡Oh! el enorme antagonismo a los intereses del Señor, encuentra en esta naturaleza, con respecto al deseo por el poder; el poder de varias clases, pero poder.
En esto radica la necesidad de continuar con la debilidad, el debilitamiento, la quiebra, el vacío. Únicamente con una inteligencia plena sobre la profundidad y el alcance de esto, se podría tratar, pero usted y yo no tenemos esto. El Señor conoce toda la gama y comprende la dimensión absoluta de esto en la humanidad, y Él mismo fue a la Cruz para llevar a la humanidad caída a la muerte. La Cruz del Señor Jesús es algo tan grande que nunca hemos descubierto, es mucho más que cualquier idea que hayamos tenido. La profundidad de nuestra naturaleza ha sido vista y tratada en la Cruz como nunca lo hemos visto. Todas las fuerzas sutiles que tanto nos engañan como para hacernos creer que somos buenos, Dios ha visto su verdadera naturaleza y ha llevado todo, acerca de los que somos tan ignorantes, a la Cruz y se ha ocupado tanto de la raíz como de la rama, desde el centro hasta la circunferencia. Pero sabemos que esto tiene una aplicación práctica, y aquí está la necesidad de la debilidad en este reino, incluso en un apóstol poderoso, con un cielo abierto y una voz del glorificado Hijo de Dios, un vaso escogido antes de la fundación del mundo, y todo lo que representa en cuanto a la soberanía y la gracia, debía necesariamente tener un aguijón en su carne, ¡no fuera que se enalteciera sobremanera! Esta es una indicación de la Mente Divina en cuanto a los peligros de la búsqueda del poder, que se encuentra en lo profundo de la vieja creación y que podría mostrarse en cualquier momento a pesar de la consagración, a pesar de una entrega al Señor, a pesar de estar dispuestos a morir y morir, de nuevo por los intereses del Señor. No hay un hombre más radical para Dios que el apóstol Pablo, un hombre que demostró que moriría por los intereses del Señor, y sin embargo existía en él el peligro del viejo hombre, que Dios reconoce. Fue una revelación para él cuando el Señor lo hizo reconocer el porqué él debía tener un aguijón en su carne. El peligro del viejo hombre es tan sutil que trabaja en secreto y funciona a pesar de todo lo que nosotros queremos ser para Dios. Trabaja en la oscuridad donde no lo percibimos. Por lo tanto, existe la tremenda necesidad de Dios para que la Cruz sea real continuamente, hasta darle fin a esto tan sutil, quebrándolo, vaciándolo y llevándonos a tal estado de debilidad y de dependencia consciente, por el tremendo valor de este estado de debilidad para el Señor, contra la tremenda injuria ligada a nuestro carácter, contra los intereses del Señor.
Por otro lado, debemos decir que, tan verdadera es la necesidad de ser débiles como la necesidad de ser fuertes, simultáneamente. Así como enfáticamente están estas palabras declaradas: “Sé fuerte…” Pero ¿cuál es la naturaleza de esa fuerza? ¿Cuál es el reino de esa fuerza? “Sed fuertes en el Señor, y en el poder de Su fuerza” (Efesios 6: 10). Esta fuerza no estará en nosotros como de nosotros; nunca va a ser parte de nosotros. Siempre será retenida y conservada en el Señor, para que nuestra relación sea siempre sobre la base de la dependencia de la fe. Nunca seremos capaces de caminar con la fuerza del Señor y utilizarla como si fuera nuestra. ¡“Sed fuertes en el Señor…”!
El punto es este, que hay un Hombre en quien todo el poder de Dios puede habitar, sin ningún tipo de peligro. Hay un Hombre en quien el poder de Dios puede habitar en plenitud, sin ningún peligro. Este Hombre está en los cielos, no está aquí. El poder de Dios no puede morar en nosotros sin peligro. “…porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso.” ¡Oh, qué lástima que la palabra “hasta” vino! Porque indica una posibilidad terrible. El asunto en el caso de Uzías fue que el Señor lo hirió. ¡Un cambio terrible en la historia! Esto demuestra que no es seguro que tomemos el poder de Dios para nosotros mismos, por eso Dios ha puesto la Cruz aquí, para que nunca lo hagamos. Él nunca nos lo permitirá; si lo intentáramos seríamos quebrados, traspasados. Nos encontramos con la gran prohibición de la Cruz. Pero Dios ha encontrado a un Hombre. Sí, sé que es más que un hombre, ¡Él es Dios! ¡Es el Hijo de Dios! Esta es la otra cara de la moneda. ¡Nunca confundamos estas dos caras! ¡Pero sí hay otra cara! Él es el Hijo del Hombre, y Él es el Hombre en quien el poder de Dios puede morar a plenitud sin ningún peligro. Este Hombre nunca usará ese poder, aparte del Padre, para sus propios fines. Usted nunca tendrá ningún poder carnal de parte del Señor Jesús. En Él no hay nada de ese sutil obrar por sí mismo. No está en Su naturaleza, está en la nuestra. Los hombres piadosos en esta tierra lo tienen en ellos mismos; pueden estar, inconscientemente, satisfechos de que las personas los consideren buenos, o que tiene mucha experiencia. Oh, sí, esto se da en el reino. Pero aquí está UNO que puede tener todo el poder Divino, y no hay el menor rastro en Él que vuelva dicho poder a su cuenta personal; por tanto el poder puede morar en Él plenamente.
Dos cosas están claras si esa es la posición. Usted puede leer, si quiere que se establezca en usted lo que Dios ha hecho. Vamos a Hechos 17: 31, “por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” ¿Quién es ese varón? Vamos ahora a 2 Timoteo 4: 8, “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” Ahora vayamos a Romanos 2: 16, “En el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.”
¿Quién es el Hombre a quien Él ha dispuesto para juzgar el mundo con justicia en aquel día? ¿Quién es el Señor el Juez Justo? ¡Jesucristo! ¡El Hombre que Dios ha dispuesto! Si usted quiere una evidencia más, lea el quinto capítulo del Evangelio de Juan. “Y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.” (Juan 5: 27). Sí, existe el Hombre en quien descansa todo el poder sin ningún peligro.
Estas son las dos cosas. Tenemos que ser fuertes en la fuerza que es en Cristo Jesús. Él debe ser nuestra fuerza. Nunca tendremos esta fuerza por nosotros mismos. Nunca será nuestra fuerza intrínseca (propia), no aquí, en todo caso es Su fuerza y debe ser, por un lado, por lo que a nosotros respecta: continua debilidad, continua dependencia. Y por lo que a Él respecta: Él es nuestra fuerza. ¿Qué quiere decir Pablo cuando dice, “Cuando soy débil, entonces soy fuerte”? Esto es una contradicción, sin duda. En otras palabras, decía, ¡cuando soy débil, el Señor tiene la oportunidad de mostrar su fuerza en mí! Este es el tipo de fuerza que debemos querer, y la fuerza del Señor solo puede ser hecha perfecta cuando somos débiles. Si somos fuertes, el Señor se retira y nos permite seguir adelante con lo nuestro, y cuando usamos nuestra fuerza, muy pronto llegamos a un final doloroso. “Cuando soy débil, entonces soy fuerte.” Todo se reconcilia cuando nos humillamos. ¿Débil y fuerte al mismo tiempo? Sí, pero nunca fuertes por nosotros mismos, solo fuertes en el Señor.
Hay otra cosa. Existe conformidad con el Hijo de Dios, una apertura a todo el proceso y progreso a través de la fe, a través de la dependencia, a través de la debilidad, a lo que llegamos, por cierto poco a poco - ¡oh, muy lentamente! – a un lugar donde el Señor puede confiar en nosotros; donde Dios sabe que no va a intercambiar Su bendición, Su fuerza, por nosotros; en donde Él sabe que estamos convirtiéndonos en Su confianza, por medio de la confiabilidad de Su Hijo; así que como estamos siendo conformados a Su Imagen, el poder de Dios descansa sobre nosotros en abundancia. Esto es para aquellos que siendo más conscientes de su propia debilidad, observan una mayor fe en el Señor como su fuerza; así se abre un camino para el Señor para ser una mayor medida de fuerza que se manifieste en ellos. El obstáculo para la fuerza del Señor en nosotros, es frecuentemente nuestra propia fuerza. El camino para Su fuerza es nuestra debilidad. Por eso el apóstol dijo que se gloriaría en las debilidades, para que el poder de Cristo reposara sobre él.
¡Qué el Señor nos lleve a la realidad de esta gloriosa paradoja!
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